La Policía debe estar a la altura de los vecinos que quieren prevenir el delito

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Se ha ponderado en numerosas ocasiones las actitudes de muchos vecinos platenses destinadas a prevenir la inseguridad reinante, reflejadas no sólo en la toma de resguardos de sus domicilios y en adoptar otras medidas que puedan servir para mitigar los efectos de una ola delictiva que no cesa, sino también en participar de asambleas y encuentros con autoridades policiales y funcionarios convocados por los mismos pobladores para encontrar fórmulas conducentes a esa misma finalidad.

En ese sentido se ha dicho en esta columna que nadie mejor que los vecinos –como mejores conocedores de sus barrios- sean quienes aporten referencias bien fundamentadas y, desde luego, inspiradas en el deseo de frenar el accionar de los malvivientes.

De todas esas asambleas surgen conclusiones dominantes y, seguramente, la principal de ellas ha sido desde siempre la necesidad de que se intensifiquen los patrullajes policiales con la presencia de más móviles y se acentúe también la presencia de policías en cada uno de los barrios, de modo que los efectivos conozcan mejor las demandas y los movimientos de cada vecindario.

La gente de mayor edad puede aún dar testimonio del aporte muy positivo que prestó, décadas atrás, la figura del tradicional “vigilante de la esquina”.

Frente a ese aporte de la gente, corresponde insistir en que, como contrapartida, la Policía intensifique en estos tiempos tan críticos una relación más estrecha con los distintos vecindarios, intercambiándose datos que pueden resultar gravitantes a la hora de investigar los delitos.

Esta suerte de policía local o de cercanía, que existe en los países más avanzados, ha servido para esclarecer episodios que en su momento convulsionaron al mundo, como un atentado explosivo en el subterráneo en París ocurrido hace varios años, que pudo ser resuelto por el testimonio que un comerciante minorista le ofreció a un policía comunal- El comerciante había sospechado por la presencia en una pensión cercana de personas, que luego resultaron ser las responsables del ataque.

En ese sentido, merece recordarse lo ocurrido días atrás en nuestra ciudad, al vivirse momentos de tensión en la zona de 72, entre 120 y 121, luego de que un individuo en estado de ebriedad fuera visto en el frente de una vivienda habitada por una mujer y su hijo menor de edad, con intenciones de ingresar presuntamente para robar.

La situación alcanzó tal gravedad que los vecinos decidieron intervenir “ante la demora de la policía”. El grupo de personas que actuó ante la amenaza indicó que, cuando se percataron de lo que ocurría, decidieron activar una alarma vecinal y dar aviso al 911. “La policía llegó media hora después y ante esa demora, los vecinos intervinieron por cuenta propia y atraparon al sujeto”, precisaron. Pero, según dijeron, cuando la policía llegó, “no identificó al sujeto y lo dejaron ir. Nos dijeron que no lo podían trasladar porque eran de otra jurisdicción y que sólo contaban con un móvil en la cuadrícula. Además, no lo podían detener porque no entró en el domicilio”, explicaron. “La ciudad está liberada”, lamentó el grupo de vecinos.

Más allá de las características particulares que podría haber tenido, este episodio sirve para instar a la fuerza policial a que aproveche tales situaciones para acentuar su presencia en los distintos barrios, actuando con inteligencia y mayor comprensión con los pobladores, sobre todo cuando demuestran, sin desmesuras, su intención de colaborar con la seguridad común.

Por menor que parezca el incidente, haber dejado ir sin identificar a una persona que amenazó con ingresar por la fuerza a la casa de una vecina, alegar que pertenecen a otra jurisdicción y argumentar que no cuentan con un móvil propio en la cuadrícula, conforman actitudes policiales que, ciertamente, desalientan. Si los vecinos, como en este caso, quisieron colaborar y lo hicieron con sensatez, la Policía debiera ponerse a la altura de ellos.

 

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