Peligrosos atajos mentales

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Por SERGIO SINAY (*)

sergiosinay@gmail.com

Tanto desde la Justicia, en la persona del fiscal federal Eduardo Taiano, como desde organismos dedicados a detectar delitos económicos se cierra el cerco sobre un extraño holding llamado Generación Zoe, dudoso polirrubro que abarca actividades gastronómicas, inmobiliarias, coaching ontológico, espacios universitarios, fitness y, he aquí el quid de la cuestión, la promesa de ganar más de 100 mil pesos mensuales sin mover un dedo, para lo cual solo habría que “invertir” mil dólares. Liderada por Leonardo Cositorto, peculiar personaje de rasgos narcisistas que se fotografía compulsivamente en lujosos autos y con peculiar ropaje, esta organización podría haber efectuado, según el fiscal Taiano, una presunta estafa y defraudación económica al fisco con el accionar de los fondos que recauda y administra de parte de miles de personas. Eso debido a una captación de ahorro público no autorizado y manipulación del mercado. Y esos miles de personas podrían haber sido víctimas de una estafa verificable el día en que sus “inversiones” desaparezcan sin retorno, tal como los captadores. En definitiva, y como suele decirse, aunque la mona se vista de seda mona queda, y Generación Zoe podría ser una nueva y glamorosa versión del timo conocido como “esquema Ponzi”. Una vieja estafa de forma piramidal que debe su nombre al italiano Carlo Ponzi quien, inmigrado a Estados Unidos, despojó de sus ahorros a cientos de sus compatriotas prometiéndoles jugosos retornos a cambio de sus peculios si ellos sumaban más gente (amigos, conocidos, familiares) a la promesa. Los primeros cobran y eso los estimula a sumar nuevos incautos, que se van reproduciendo hasta que todos dejan de cobrar porque escasean los candidatos y, agotada la veta, el estafador desaparece con los fondos que, pese a la promesa, nunca invirtió. Aunque el truco es conocido y siempre llega un punto en el que el chanchullo se descubre, la estafa se repite una y otra vez con diferentes anzuelos. Y los peces siempre pican.

Las personas racionales deben ser libres y responsables del cuidado de sí mismas

 

CÓMO CAMBIAR LA CONDUCTA

En una reciente columna sobre este tema el economista Santiago Bulat daba cuenta de que los esquemas Ponzi funcionan debido a que ponen en marcha varios sesgos en sus incautos. Los sesgos son atajos que toma la mente en el momento de buscar respuestas, adoptar decisiones, hacer elecciones o resolver problemas. También conocidos como heurísticas o ilusiones, son especial objeto de estudio para la psicología cognitiva. Esta es una corriente nacida durante los años 50 en Estados Unidos a partir de psicólogos como Albert Ellis y Aaron Beck, a los que se sumaron, entre muchos otros, Arthur Freeman, Michael Mahoney, Marsha Linehan, David Burns, y Donald Meichenbaum. Como punto de partida cuestionaban el enfoque psicoanalítico freudiano sosteniendo que, en los hechos, por mucho que bucearan en su pasado y en su inconsciente, las personas no modificaban sus conductas.

La propuesta cognitivista era entrenar al individuo en el reconocimiento de los mecanismos de acción, pensamiento y reacción que lo llevan a actuar de una manera disfuncional, para poder así pasar a una conducta adecuada. También se reconoce al cognitivismo como conductismo, y se trata de una orientación con amplio desarrollo en nuestros días, con aplicación en múltiples campos, incluidos la economía, la educación y el deporte. De hecho, en 2002 el israelí Daniel Kahneman, figura destacada de esta corriente, ganó el premio Nobel de Economía (primera vez que se lo otorgaron a alguien ajeno a la disciplina) por sus estudios sobre el modo en que los mecanismos de toma de decisión de las personas inciden sobre las variables económicas. En su libro “Pensar rápido, pensar despacio”, ya convertido en un clásico ineludible en la materia, Kahneman ofrece un estudio profundo y apasionante de los mecanismos mentales y de los sesgos consecuentes.

Explica Kahneman que poseemos dos sistemas de pensamiento. El primero en asomar es reactivo, veloz, inmediato, reflejo e inconsciente, es el más antiguo en la evolución humana, y se aplica a la toma de decisiones rápidas y adaptativas. El segundo, forjado a lo largo de miles de años de evolución, es lento, se activa desde la conciencia, se va configurando a partir de experiencias vividas y con raciocinio, reflexión, lecturas y horas de recapacitación. Se activa en situaciones importantes y decisiva de la vida. No viene solo, hay que llamarlo. Mientras el primer sistema es el que dispara los sesgos, el segundo es el que ayuda a salir de ellos. El gran problema es que, por una cuestión de pereza mental, de seguir a la manada, de evadirse de responsabilidades, de tercerizar las propias ideas se ha extendido el uso del primer sistema, mientras el segundo (salvo excepciones cada vez más honrosas y escasas, sobre todo a partir del auge de internet y las redes sociales) tiende a oxidarse arrumbado en el sótano de los instrumentos en desuso. Y esto bien puede explicar el éxito de las estafas piramidales, además de frecuentes resultados electorales, de grietas, de enfrentamientos feroces y de desacuerdos violentos.

POCO RACIONALES

En esos fenómenos funcionan el sesgo de confirmación (creer en algo y prestar atención solo a aquello que lo confirme, desechando las pruebas en contrario), el de familiaridad (confiar en familiares o en personas conocidas solo porque lo son), el de consenso grupal (sentirse seguro por formar parte de un grupo en el que todos piensen lo mismo, por erróneo que sea el pensamiento), el sesgo resultadista (valorar resultados sin observar cómo se obtuvieron), el de imaginabilidad (imaginar algo y convencerse de que es posible solo por haberlo imaginado). Se podrían seguir agregando sesgos que expliquen el fenómeno, ya que, a medida que se continúan investigando la conducta humana y los mecanismos por los cuales las personas hacemos las cosas que hacemos del modo en que las hacemos, más heurísticas se definen. La consecuencia es que somos menos racionales de lo que nos adjudicamos, que somos bastante manipulables por quienes se dediquen a estudiar los sesgos (como bien lo saben los especialistas en marketing, en publicidad y en asesoramiento político) y que desperdiciamos de manera deplorable la capacidad de reflexión, de auto percepción, de mirar las experiencias de la vida desde diferentes perspectivas, de hacernos preguntas cuyas respuestas vienen de adentro y no de afuera, en fin todo aquello que proporciona el desechado segundo sistema y que podría sintetizarse llamándolo pensamiento crítico.

En este punto cabe recordar una idea que Kahneman expone en su libro. Las personas racionales, dice, deben ser libres y responsables del cuidado de sí mismas. Por lo tanto, si se las protege de sus propias elecciones, jamás aprenderán de la experiencia, no acudirán a sus herramientas de reflexión y serán víctimas no solo de aquellos que estén siempre dispuestos a abusar de ellas, sino también de sí mismas. Mientras el segundo sistema duerme, las estafas de todo tipo (emocionales, políticas, mediáticas, afectivas, económicas, etcétera) se alimentan de los sesgos, cuya lista ya supera largamente el centenar. A menudo se trata de atajos hacia el abismo.

 

(*) Escritor y ensayista, su último libro es "La ira de los varones"

 

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