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Fue víctima de violencia de género y ahora lucha para contener a sus jugadoras a través del fútbol

Liliana Margarita Yebara es la fundadora de "Guerreras Femenino", la primera institución de fútbol exclusivamente para mujeres en City Bell

3 de Marzo de 2022 | 18:32

“Guerreras Femenino” es un club que esconde, pero a la vez evidencia, la fuerza de los corazones nobles. Su historia es reciente, su objetivo es uno (tener su propia cancha) y el motor son las jugadoras y Liliana Margarita Yebara, la fundadora. 

Camino marcado por la fuerza y la valentía

Margarita pasó quince años de dolor, golpes y humillaciones. De ese maltrato perdió un embarazo, que aún le duele en el alma y es por lo que se aferra a sus hijos. La primera vez que denunció, también fue la primera vez que se dio cuenta que tenía que salir adelante sola: “La primera semana estuvieron todos. La segunda ya no había nadie”. 

Por eso no busca ayuda en espacios políticos para poder cumplir el sueño de darle una cancha segura a sus “nenas”, como le gusta decirle. “Yo no quiero que usen a mis chicas”, afirma. No busca bienestar para ella, de hecho cuenta que viven “en una casilla que se me cae a pedazos, forradas con cartón y sin ventanas”. Lo busca es que sus jugadoras “se quieran a ellas mismas” pese a los golpes que la vida les dio. 

Salir de esa situación de violencia de género le costó mucho. Conoció al padre de sus hijos en la secundaria y se mudó con él al mes de estar de novios. “La primera vez que me empujó de la bici, estaba tomado. Pensé que era por eso pero después me di cuenta que cualquiera era la excusa para ser agresivo”, recordó. 

De ella nunca salió denunciar, sino que eran los vecinos los que debían intervenir. La vida le preparaba un obstáculo más que tuvo que superar sola. Cuando llegó a la comisaría por primera vez para denunciar los maltratos, la atendió un hombre que le dijo “Sé sincera, ¿vos no le habrás metido los cuernos?”. 

Durante los embarazos o cuando sus hijos eran bebés, la violencia aumentaba. Si hay algo que les inculcó desde chicos a sus tres varones es el respeto hacia la mujer y con ese amor que le nace desde el alma, logró sacarlos de la violencia desde el deporte. Los golpes que recibió ya no le permiten sonreír. Cuando se ríe se tapa la boca porque no tiene dientes, “soy coqueta”, comenta como si sintiera la necesidad de justificar su dolor. 

“Los nenes me preguntan por qué no me hago los dientes y yo les digo que si me los hago, no comen”, aseguró. Las marcas no solo son físicas y duelen más cuando escucha que otros lo reducen a “ay, porque la golpearon” pero se toma el tiempo para explicar que las marcas del cuerpo se van, las psicológicas quedan. “Que me dijeran que era ignorante, que venía fallada de fábrica y que nadie me iba a creer, me hizo llegar a creerlo. Hasta el día de hoy a veces pienso que puede ser cierto”, declaró Margarita. 

Daiana: un nombre y un símbolo

Daiana es su hija mayor. Sufre de retraso madurativo. A la semana de vida tuvo una peritonitis y estuvo tres meses internada. Con ella es un día a día y Margarita siempre recuerda que, cuando le dieron el alta, los médicos que atendieron a su beba le dijeron “tiene muchas ganas de vivir y de quedarse con vos”. 

El nombre de “Guerreras” nació por su Dai: en 20 años entró 20 veces a un quirófano y el corazón de su mamá siempre estuvo en la mano. “Por ella estoy acá y por mis nenas tengo una función”, argumentó Yebara.

Aunque está compitiendo con clubes que ya tiene mucha historia en el fútbol platense, no se rinde. “A mi me mueven otras cosas, no la plata porque ni con todo el dinero del mundo podría cambiar la salud de mi hija”, cerró.

La misión de Marga -como le dicen sus chicas- es conseguir un espacio físico donde entrenar. Este no es un capricho ni sus intenciones son ligarse a otros clubes para lograrlo, las jugadoras tienen que entrenar en una plaza en City Bell, sin poder cubrir sus necesidades básicas como un vestuario o un baño. 

Este club de fútbol femenino, el primero exclusivamente de mujeres en City Bell no tiene un nombre azaroso, como así tampoco su finalidad. Acompañar y sanar desde el deporte es la bandera de Liliana, quien pasó por golpes duros en la vida pero pudo levantarse y hoy dice firme “Poder darles una cancha a las chicas es demostrarle que las mujeres también podemos”. 

“Nosotras somos guerreras”

Este fue un sueño que comenzó para demostrarse a ella misma que aquellos maltratos y violencia en todas sus formas no iban a poder con sus ganas de vivir y ver crecer a sus cuatro hijos. Gracias a esa lucha, la liga en la que participan las aceptó y hasta trabaja en modificaciones del reglamento en la práctica, como el cobrar mano cuando las jugadoras se cubren el pecho, lo que ocurre en el masculino. 

Para Marga, el amor y el respeto son siempre la respuesta. Eso es primordial cuando, por haberlo vivido, detecta algo, le da el tiempo necesario a quien lo vive para salir adelante: “cada una tiene su tiempo”. 

No siempre tiene una palabra de alegría pero jamás dejará que sus jugadoras se dejen llevar por el “no puedo”. Durante la semana pasada tuvo que suspender los entrenamientos por problemas de salud de su hija mayor y algunas decidieron irse a otras instituciones. Lejos de enojarse, le da paz que puedan probar donde se sientan cómodas. 

“Algunas pensaron que era un capricho suspender los entrenamientos pero mi hija había entrado en terapia intensiva”. Marga y sus jugadoras son una. Se apoyan y sostienen en cada momento. Gracias a eso, se quedan pese a no tener cancha y paralelamente recibir ofertas de otros clubes. 

En el afán de ayudar en lo que pueda, muchas veces saca dinero de su bolsillo para llevar pan a los entrenamientos y que las jugadoras coman. Debido a las complicaciones de salud de su hija, tiene dificultades para trabajar muchas horas y actualmente está desempleada. 

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