Ricardo Sagastume

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El carácter afable, el afán por conocer y el amor por su familia marcaron la vida de Ricardo Sagastume. Hijo de una profesora de literatura y de un reconocido matemático, nació en La Plata, el 29 de junio de 1935. Pasó su niñez entre trencitos eléctricos y el Meccano.

La pasión por su profesión, la ingeniería en telecomunicaciones, la mostró mucho antes de ingresar a la Universidad de La Plata. Ya era radioaficionado sin tener la mayoría de edad. Incluso, a través de las ondas mantuvo su noviazgo con Laurita Sepúlveda, quien sería su mujer. De esa manera, las horas de demora para establecer hilo telefónico con Salta se sorteaban gracias a un equipo de aficionado.

Un compañero de facultad salteño le presentó a “Laurita”, quien lo cautivó con su belleza y don de gentes. Con el tiempo, llegaron los hijos, cuatro varones que hicieron de la casa de la calle 59 algo así como un club donde se mezclaban los grupos de amigos de unos y de otros. Allí se respiraba alegría y libertad.

Su matrimonio fue un ejemplo para sus hijos. Más aún, ante las duras pruebas que representaron las muertes de dos de sus hijos, Rodrigo y Alberto, padre de sus nietos, Iker y Olivia. La fe y la fortaleza espiritual lo apuntalaron y la familia permaneció unida como siempre, con el hijo mayor, Gabriel, abogado de la carrera judicial y padre de su nieta Pilar, y con Bernardo, periodista afincado en las Islas Canarias.

Su carrera profesional lo llevó por distintas empresas en Buenos Aires, como Mauro Comunicaciones. También tuvo una pequeña fábrica de transmisores de banda ciudadana y equipos de audio. Más tarde llegó a ser, por concurso, responsable técnico de Radio Universidad de La Plata, su casa durante décadas, hasta el punto de ocupar la dirección de la emisora.

Además, ocupó puestos técnicos en Radio Provincia de Buenos Aires y en Radio Nacional, donde le encargaron una completa renovación de la red, desde Ushuaia a La Quiaca. Era un hombre de radio de pies a cabeza y era capaz de pasarse las tardes mateando con los técnicos de las plantas transmisoras.

Amante de la música clásica y de la ciencia en general, en especial la astronomía, no era raro que estuviera horas observando el cielo en las noches de verano. Llevó a sus hijos durante años a ver a Estudiantes, aunque más por obligación paterna que por fanatismo.

Su partida deja un hueco difícil de llenar no solo en su familia sino también entre los que tuvieron la suerte de tratarlo.

 

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