Nadie quiere un default, pero pocos defienden el acuerdo con el FMI
Edición Impresa | 7 de Marzo de 2022 | 02:03

Ricardo Rosales
prensa.rosalesr@gmail.com
El acuerdo con el FMI llegó finalmente al Congreso, convirtiéndose a partir de allí en el eje central del debate político de la Argentina, en donde cada sector partidario lo analiza pensando en las elecciones presidenciales de 2023. Las implicancias económicas del acuerdo, en definitiva, son interpretadas según ese prisma electoral como si el riesgo del default y de una catástrofe social hubiera -definitivamente- quedado superado.
El kirchnerismo duro no votaría el acuerdo y tampoco lo haría el macrismo, además de la izquierda y los liberales, quedando como potenciales aliados del oficialismo “albertista”, el peronismo que responde a los gobernadores, el radicalismo, los legisladores que responden a Elisa Carrió y algunos más.
La vicepresidenta Cristina Kirchner mantiene un silencio cómplice, distante del Gobierno y cercano al alegato que propone La Cámpora, en un escenario de diáspora política en el Senado, tanto en el oficialismo como la oposición, donde no habría disciplina de bloques y se permitiría votar según las conveniencias particulares de cada legislador. Quizás ocurra algo diferente y las alianzas y acuerdos se recompongan, pero en vísperas del tratamiento del proyecto de ley, ese es el panorama en el Congreso.
Objeciones
El acuerdo ofrece muchas objeciones desde el lado técnico o económico, pero mirado desde la política la aprobación de acuerdo con el FMI entró en riesgo la semana pasada, ya sea porque los votos favorables que obtengan sean exiguos o incluso, algún imprevisto de último momento de por tierra con el proyecto, como ocurrió con el Presupuesto.
La política otra vez juega con fuego. La mayoría de los sectores está convencido que es necesario evitar el default, sin embargo, tanto en el oficialismo como en la oposición tratan de eludir la responsabilidad de votar el acuerdo con el FMI.
En definitiva, se trata de un acuerdo que beneficia a todos, al evitarse un default, pero que pocos lo defienden. Tampoco surge mucha convicción en el organismo internacional. El director del FMI para el Hemisferio Occidental, Ilan Golfajn, dijo que es un acuerdo “pragmático y realista”, que es lo que se pudo hacer.
Ausencia de consenso
En este contexto político, la ausencia de consenso y credibilidad en el acuerdo es -quizás- el aspecto más relevante. El riesgo país perforó los 1.900 puntos básicos, un valor que es de default, ya que los tenedores de bonos están convencidos que con este acuerdo, la Argentina tendrá que refinanciar otra vez su deuda en el 2024. Bajaron los dólares financieros, aunque no porque la posición de reservas del país cambiaría de manera drástica, sino por las opciones que ofrece la tasa de interés en pesos con cepo cambiario.
Como se señaló con anterioridad, el acuerdo no genera euforia en los mercados y menos en la política. El gobierno de Alberto Fernández dice que el acuerdo se logró sin ajuste fiscal, aunque pocos sostienen lo mismo. Daniel Artana de FIEL cree que para este año “la reducción del déficit primario necesario para lograr la meta fiscal será del orden del 2 por ciento del PIB y no del 0,6 por ciento”, que el dato oficial.
El economista dice que “en resumen, las metas fiscales acordadas lucen difíciles de lograr para un gobierno enamorado del gasto público y con tendencia a hacer populismo tarifario”. Esto último, si se cumple o no el acuerdo, es otro de los condimentos del programa presentado por el gobierno de Alberto Fernández y el FMI. No se trata de un aspecto menor, ya que en el mercado, las finanzas, o los sectores profesionales, se discute cuando incumplirá el gobierno el acuerdo. Como dice Enrique Szewach, “el esquema fiscal cierra o con más impuestos, o con más aumentos de tarifas que las ya anunciadas, o con más inflación, o con un waiver”. Un waiver es un pedido de perdón o dispensa, por no cumplir las metas acordadas. En este acuerdo, cada tres meses, la Argentina estaría bajo riesgo de caer en default, al menos de acuerdo a la letra del entendimiento firmado con el FMI. El organismo refinancia la deuda de U$S 44.000 millones al país, sin aportes frescos (quedaría un remanente del orden de U$S 5.000 millones), de manera que, ante cada vencimiento, el FMI otorgaría un desembolso equivalente para cubrir esa cuota.
Aspectos para analizar
Existen muchos otros aspectos para analizar de este acuerdo, aunque el derrotero político surge, por lo menos, sugerente: La Cámpora se opone por el ajuste tarifario y por los controles trimestrales de los técnicos del FMI, pero básicamente porque cree que el oficialismo perdería las elecciones del 2023 con ese ajuste; es un debate que cruza el frente oficialista y que seguramente condicionará los casi dos años de gestión que le restan a Alberto Fernández, quién dice al mismo tiempo, para seducir a sus votantes, que “desprecia” al FMI; en el otro extremo aparece el macrismo, que se opone porque este acuerdo dejaría “una bomba fiscal” para el próximo gobierno y la necesidad de volver a refinanciar la deuda con los bonistas y el programa con el FMI; también está la coalición de Elisa Carrió, ahora aliado de Fernández y quizás gran parte de la UCR que vote a favor del acuerdo.
Otro aspecto técnico sugerente del memorándum acordado y que se acerca más a los problemas de la gente común, es que tanto el ministro Martín Guzmán como el staff del FMI han dejado en una nebulosa la tasa de inflación, de manera que el índice de precios podría ser muy superior a la actual y una manera que el gobierno alcance la meta fiscal. “Sucede que, sin ancla cambiaria, sin ancla tarifaria, sin límites estrictos a la emisión monetaria, la inflación no sólo puede aumentar, si no que se puede acelerar”, sostiene Enrique Szewach.
La guerra en Ucrania y las violentas alzas de precios de los commodities y del petróleo y el gas, son condimentos adicionales a las presiones inflacionarias, que no solo afectarán a la Argentina si no a todo el mundo. La inflación, de esta manera, se proyecta en aumento sin ningún instrumento que sea útil para anclar las expectativas que trepan a valores cada vez más altos.
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