Adaptación al cambio climático: no todas las medidas son realmente beneficiosas

Las innovaciones tecnológicas tienen aveces un contrapunto que no se considera a la hora de analizar cada caso

Edición Impresa

Uno de los objetivos de la política climática internacional es mitigar los efectos del calentamiento global sobre los seres humanos y la naturaleza. Sin embargo, el proceso conlleva sus riesgos: “Hay cada vez más evidencias de una mala adaptación”, escribe el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) en un informe reciente.

El término “mala adaptación” se refiere a medidas que supuestamente resuelven un problema, pero que hacen más daño que bien y, en el peor de los casos, incluso exacerban el cambio climático. En algunos casos, las consecuencias negativas pueden evitarse con una planificación adecuada. El panel de expertos de las Naciones Unidas menciona, entre otros ejemplos, las escolleras o el riego artificial.

Las escolleras y diques protegen las zonas adyacentes a las costas cuando sube el nivel del mar o en caso de inundaciones repentinas provocadas por fuertes tormentas. Estos muros, sin embargo, podrían destruir ecosistemas costeros tales como los arrecifes de coral. También podrían crear una falsa sensación de seguridad. “Cada vez más familias se trasladan a una zona supuestamente segura para vivir”, advierte el informe del IPCC.

El uso de técnicas de irrigación permite cultivar alimentos incluso donde hay escasez de agua. Se trata de una importante medida de adaptación, pero si no se planifica bien, esta puede llevar a que se extraigan demasiadas aguas subterráneas y de otras fuentes, asevera la alemana Tabea Lissner, coautora del informe.

La climatóloga añade: “El riego puede tener un impacto regional, o incluso local, en la temperatura y las precipitaciones”. Según la experta, hay estudios que han demostrado que estos efectos pueden mitigar o intensificar las temperaturas extremas.

Etiopía acaba de poner en marcha su polémica presa del Nilo. La energía hidroeléctrica produce energía de forma más limpia que los combustibles fósiles perjudiciales para el clima, y las presas son depósitos de agua. Sin embargo, los países del curso inferior del Nilo, Egipto y Sudán, temen que la presa reduzca el flujo de agua río abajo. Esto podría desertificar paisajes enteros, con la consecuencia de que estos captarían menos CO2 que antes y se podrían cultivar en ellos menos alimentos.

Los biocombustibles se consideran una alternativa a la gasolina y el gasóleo. En Indonesia, Sudamérica y otras regiones, sin embargo, se han talado enormes extensiones de selva tropical para el cultivo de aceite de palma y soja. Esto diezma los hábitats de animales y plantas. Además, los bosques también son importantes depósitos de CO2.

En otros sitios, estas plantaciones quitan espacio a los cultivos alimenticios. Según un estudio de la organización Ayuda Alemana al Medio Ambiente, solo para vehículos con motor de combustión matriculados en Alemania se cultivan en todo el mundo 1,2 millones de hectáreas de valiosas tierras agrícolas para la producción de biocombustible. El estudio señala que, si estas áreas estuvieran pobladas por vegetación natural, esta absorbería en 30 años más del doble de CO2 que el que se puede ahorrar con el uso de biocombustibles.

Según un estudio de la Universidad de Múnich, la cantidad de productos agrícolas actuales podría producirse en la mitad de tierras de cultivo mediante métodos de cultivo optimizados. Además, no habría que utilizar más abono del que las plantas pueden absorber. (DPA)

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE