Roxana Amed relanzó “Ontology”: “Me interesa reivindicar el uso del castellano”
Edición Impresa | 11 de Mayo de 2022 | 01:25

“Ontology” fue “un antes y un después”, dice desde Miami Roxana Amed: nominado a dos Latin Grammy el año pasado, a mejor álbum de jazz latino y mejor Arreglo, el disco, cuenta la embajadora del jazz argentino, radicada en Estados Unidos hace casi una década, significó “volver a encontrar mi camino, definitivamente, como productora, como autora, como cantante: todo se organizó”.
Es por eso que la cantante, compositora y docente que fusiona en sus músicas raíces folclóricas, jazz y otras influencias decidió lanzar ahora, a un año de su aparición original, “Ontology Deluxe”, un disco ya disponible en las bateas digitales que presenta las canciones propias y de artistas Wayne Shorter, Alberto Ginastera y Miles Davis de “Ontology” y dos nuevos temas, “Zamba para la viuda”, “la primera zamba que canté del Cuchi”, y “Love”, versión en inglés del éxito “Amor” del disco original.
“Ontology” marcó también el regreso de la artista de Ramos Mejía a las bateas tras diez años: en 2011 lanzó “Inocencia” y en 2013 comenzó su mudanza a Estados Unidos, y allí comenzó a cocinarse, a fuego lento, “Ontology”.
“Llevó varios años organizarlo, no tanto por una cuestión de inspiración o de no tener nada para decir o de no tener los músicos. Todo estaba listo”, cuenta, en diálogo con EL DIA, pero en paralelo había que organizar la vida en un nuevo país. Y entonces, mientras tejía nuevas redes y se establecía, “tenía que trabajar, volver a grabar, ocuparme de mi familia, Argentina… Fue sacudido. Cuando uno hace esos cambios hay que volver a construir un montón de cosas para que tu vida siga funcionando, poder hacerte cargo de tu familia, de tu carrera, de lo que fuere. Me llevó años encontrar el tiempo y la serenidad para colocar todas las piezas de las músicas que veníamos tocando, de cosas compuestas por ahí, en su lugar”.
El esfuerzo valió la pena: el trabajo estableció a Amed como una de las voces más importantes del latin jazz, y el disco tuvo gran repercusión entre los medios del hemisferio norte y los artistas de jazz internacionales. “No nos queríamos desprender del disco con el equipo, porque se armó un equipo acá”, confiesa sobre el relanzamiento Amed, aunque ya prepara su próximo trabajo discográfico.
- Llevabas una década haciendo jazz fusión cuando en 2013 viajaste a Estados Unidos, ¿cómo influenció ese viaje la forma en que hacias jazz, cómo influenció la forma en que aparece el jazz en “Ontology”?
- Toda es música que apareció acá, que vino de la mano, de las manos, de los músicos con los que toco acá, compuesta por mi desde esta perspectiva, desde este hemisferio. Cuando llegué aquí, fue nuevo empezar a buscar repertorio de influencia argentina no estando allá, tocando esa música para esta audiencia, para gente que no sabe por ahí qué es una chacarera, de afuera o de adentro de la banda. Eso implicó agarrarse más fuerte de algunas raíces, pero también dejar entrar otras influencias, que era un poco uno de los objetivos: quería meterme más adentro del jazz americano, esa tradición quería que esté. Así se fue tejiendo todo, es una trama bien variada.
- Eras cantante de jazz fusión, una estudiosa del género. Ahora, imagino que una cosa es estudiar jazz en Argentina o en cualquier lado, y otra en Estados Unidos. ¿Cómo fue el encuentro con ese jazz?
- En Argentina, como todos sabemos, el talento está, la musicalidad está, la originalidad está. Pero si uno quiere aprender flamenco y lo aprende de alguien de Ramos Mejía, no va a ser lo mismo. Entonces, más allá de que la didáctica del jazz está muy organizada, el impacto de empezar a trabajar con cantantes americanas, estudiar y enseñar, fue tremendo: sentí que tenía que ajustar mil cosas. Y creo que como profesora también me volví mucho más precisa respecto a lo que hacemos, por ejemplo, los argentinos con la mandíbula, con la colocación de la lengua: son detalles que te matan la verosimilitud del género en el que estás. Por un lado está cantar bien, y por el otro al abordar un género hay que saber cosas que lo hacen creíble.
- El disco estuvo nominado en la categoría del jazz, pero desde el jazz abordás géneros argentinos. ¿En qué punto de tu vida pensaste en maridar el jazz con nuestras músicas, y qué significa llevar esas músicas al público de Estados Unidos?
- El jazz es la música que me conmueve, que me deslumbra intelectualmente. Desde que escuché jazz cuando terminaba el secundario… dije, ‘¿qué es esto?’. En paralelo, a los 15, 16 años me habían regalado una carpeta de partituras del Cuchi (Leguizamón), que me hizo darme cuenta de que no había límites para la melodía. Y en algún momento empecé a estudiar jazz, dentro de lo que se podía, escuchaba, grababa, intentaba traducir eso a algo que conocía, y en algún momento comencé a componer así, mezclado, y empecé a buscar músicos que estuvieran en esa fusión. Con los años, y con los discos, eso se fue volviendo más preciso. Pero sentía que tenía que poner la música en manos de músicos más vinculados al jazz, y eso se dio cuando llegué acá. El bagaje argentino, por otro lado, yo lo tenía, es inmediato para mi voz y mi corazón, nunca me es ajeno, eso sale.
DE ARGENTINA A MIAMI
Cantante de voz virtuosa y profunda, la artista producida por Aznar y que ha trabajado con figuras como Adrián Iaies y Frank Carlberg, nominada a premios Gardel y Martín Fierro, se encuentra instalada ahora en Miami, un espacio “vinculado a otro tipo de música, más pop”, aunque, cuenta, “a partir de este proyecto y de este disco, siento que se empezó a abrir un lugarcito dentro de lo que ocurre en Miami que no estaba antes: existe esta fusión”. Y en paralelo, “Miami se volvió un poquito más cosmopolita, debido a los grandes cambios del mundo, se ha mudado mucha gente debido a los cambios del país, y eso también puede derivar en la apertura de nuevos clubes donde estas músicas que hacemos empiecen a tener visibilidad”.
En ese panorama, donde lo latino significa además cierto tipo de música latina, “me interesa reivindicar el uso del castellano, que no se confunda con todos los castellanos irregulares que hay, con acentos que no lo honran, con falta de vocabulario, con un montón de cosas que son parte de la vida del inmigrante, que va perdiendo el contacto con ese castellano original”, reflexiona Amed.
- Hablando de estas fusiones, has construido un camino propio a lo largo de tus carreras, fusionando nuestra música de raíz en un tiempo en que quizás el folclore no había abierto tanto las puertas al cambio como hoy. ¿Como fue la recepción de eso que intentabas hacer en aquel entonces?
- Las señales estaban dadas. El Cuchi dejó clarísimo por dónde había que ir, el Dúo Salteño dejó clarísimo por donde había que ir, cuando yo publiqué mi primer disco, “Limbo”, ya estaba Pedro Aznar traduciendo parte de ese legado, estaba Aca Seca, y artistas como Spinetta, que nunca se desentendió de todo del folclore, cada tanto encontrás en sus obras un río que corre que es una zamba, una baguala… Por otro lado, hace 20 años, creo que había menos contaminación de opciones: con los accesos que uno tiene con todas estas plataformas, también entran un montón de cosas que a lo mejor no están suficientemente maduras. Que puedas subir un disco no quiere decir que ese disco haya hecho el recorrido de análisis, de estudio, que requiere. Entonces, hace 20 años la gente era un poco más selectiva, estaba más entrenada a escuchar solo aquello que llegábamos a comunicar aquellos que nos dedicábamos mucho: yo iba con unas cosas raras, y siempre hubo al que no le gustó lo que hacemos, pero había rarezas que le podías tirar a la gente y la gente te agarraba la pelota en el aire. Después hubo algunos años donde hubo una especie de pereza, pero las generaciones más jóvenes, ahora, empezar a tirarle a la gente unas arañas pollitos, desde lo que componen, desde lo que dicen, desde sus planteos de género, y eso creo que volvió a despertar un poco a la audiencia.
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