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Información General |Ocurrió en La Plata

Cuando la Ciudad sufrió la fiebre de los autos nuevos, lindos y baratos

Se lo calificó de verdadero escándalo y dio lugar a una fuerte pelea en ámbitos judiciales y políticos. Florecían los atribulados “compradores de buena fe”

Cuando la Ciudad sufrió la fiebre de los autos nuevos, lindos y baratos

A dinero de hoy, los Dobles se podían conseguir por menos de lo que cuesta una moto vieja

Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

12 de Junio de 2022 | 03:19
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"Vos andá y poné cara de me estafaron".

Si hubo una mañana agitada que se recuerde en el edificio de los tribunales penales de La Plata fue la del 3 de mayo de 1989. Para algunos habrá sido la del día en que se destapó la olla pero para otros esa olla y su contenido ya hacía rato que estaban a la vista y el escándalo de esa mañana no fue ni más ni menos que la gota que rebalsó el vaso. Como sea, la historia la tiene marcada como la fecha en que salieron a la luz detalles escandalosos de lo que se dio en llamar "La Fiebre de los Autos Dobles".

Si algo de especial tuvo aquel asunto fue que nunca se estaba seguro de quién era víctima o cómplice. Ambos se escondían bajo la denominación de "compradores de buena fe" que descubrían que habían comprado un auto "clonado" y con papeles que parecían auténticos, pero que no lo eran. Las víctimas decían que habían pagado el precio justo y presentaban boletos de compraventa para probarlo. Pero la sospecha era que esos autos los habían conseguido a precio irrisorio, sabiendo de dónde venían y conscientes de que para poder usarlos por tiempo indeterminado, hasta que un día pudiesen legalizarlos, debían denunciar haber sido estafados. Al quedar a la luz la supuesta estafa se recurría a las pericias para determinar si el auto tenía sus números de motor, chasis y carrocería originales o si estos habían sido adulterados. El primero de los casos, que casi nunca se daba, se devolvía el coche a su dueño legal o a la compañía de seguros que ya lo había pagado por robo. Pero en el segundo caso, al no haber certezas de quién había sido el dueño original del auto, algunos jueces se lo entregaban al mortificado comprador de buena fe. Y fueron tantos los autos entregados en guarda por parte de diferentes juzgados, que la olla terminaría por destaparse.

SUERTE EN EL CASINO

La supuesta defraudación debía ser denunciada por el defraudado de manera que la Justicia se apiadara de él y le otorgara la tenencia provisoria del vehículo. Era una forma de iniciar un camino hacia la legalización final. Ese parche permitía a los "defraudados" utilizar un auto nuevo a cambio de unos pocos pesos o, en ese tiempo, australes.

A veces los denunciantes generaban sospechas por su precaria condición socio económica y movían a los jueces a preguntarles de dónde habían sacado el dinero para adquirir un auto casi cero kilómetro. Hubo casos en que para justificar tales ingresos se presentaban recibos de entrega de fichas del Casino de Mar del Plata. Se decían afortunados apostadores que ni habían pasado por la puerta de la Casa de Piedra o algunos directamente ni habían llegado a Chascomús.

Otra particularidad del asunto era que el universo de víctimas-cómplices se componía de lo que suele llamarse "personas comunes y corrientes", sin antecedentes penales y que provenían de los más diversos estamentos de la sociedad platense. Había obreros, empleados, docentes, profesionales, jubilados y hasta gente de la política. El asunto de poder comprar "flor de auto" al precio de una moto vieja andaba de boca en boca y cafeteaba en casi todas las mesas.

Los autos dobles o mellizos se vendían a menos de un 5 por ciento o un 10 por ciento de su valor original o legal. Para tener una dimensión de la maniobra y la "fiebre" que se había generado podría decirse que a dinero de estos días, un auto mediano, con pocos meses de rodado desde su salida de fábrica, se conseguía por entre 80 mil y 150 mil pesos actuales. Había quienes para convencer a otros sobre la conveniencia de comprar un auto doble, calculaban el costo y lo dividían por los 365 días del año. "Te sale más barato que andar en bicicleta", decían.

MATES EN PUNTA LARA

El escándalo o la gota que rebalsó el vaso estalló en la mesa de entradas del Juzgado en lo Criminal 10, a cargo del juez de instrucción Juan Angel De Oliveira. El expediente llevaría el número 142.949 y el denunciante un tal Di Lázzaro, domiciliado en Berisso. En la foja 1 podía verse una denuncia por defraudación, la del tal Di Lázzaro, ante la comisaría Novena. El hombre denunciaba haber descubierto que el auto que había comprado de buena fe, era un mellizo. La denuncia llevaba los sellos y las firmas de un comisario de apellido Alvarez y un oficial apellidado Cabrera. Ambos negaron que esas firmas fuesen suyas, lo que dio lugar a otra investigación que hizo más y más intrincado el laberinto. El caso fue puesto en conocimiento de la Suprema Corte y la Procuración derivó en otra denuncia ante el juzgado 4 de la doctora Elba de María Massey. Mientras esto ocurría, el juez de Oliveira se enteraba que en su juzgado habían corrido otras cuantas denuncias de supuestos "compradores de buena fe".

Las fichas del dominó fueron cayendo y se revolearon sumarios, suspensiones y en algún caso detenciones de funcionarios judiciales de diferentes juzgados, abogados, policías e "influyentes". En cuestión de semanas, a lo sumo meses, recuperarían sus libertades. Y para infortunio de los "compradores de buena fe", los autos fueron a parar el depósito de Fiscalía de Estado, en Gorina, a la espera de que algún día el monstruo de la burocracia terminara de masticarlos, digerirlos y sacarlos a remate. La mayoría terminarían convertidos en esqueletos a causa de los robos hormiga que se producían en ese predio.

A uno de los supuestos damnificados le preguntaron cómo había contactado al vendedor del auto y dijo que una tarde de domingo, yendo con su pareja a Punta Lara a tomar unos mates frente al río, a un costado en un tramo de la diagonal 74 vio el auto estacionado con un tarro de leche en polvo sobre el techo, señal inequívoca de "se vende". El hombre adornó la historia diciendo que el vendedor le juró lo que por entonces -y acaso también en estos tiempos- juraban los vendedores de autos usados: "Era de una maestra que llegaba de la escuela y lo guardaba" o que había pertenecido a "un viejito que apenas lo sacaba los fines de semana para llevar a pasear a los nietos". De cualquier forma se trataba de autos flamantes, como ese Fiat Súper Europa de 1988, con apenas un año de salido de fábrica.

CIEN AÑOS DE Perdón

En medio de la fiebre por tener un auto bueno, nuevo y extremadamente barato, ocurrieron situaciones novelescas derivadas de la flojedad de papeles de aquellas unidades que, según una estimación judicial y policial de la época, llegaron a circular en la Ciudad por hasta un número de 15.000. Así por ejemplo, en los corrillos policiales se bromeaba con el asunto de los "Cien años de Perdón", que se daba cuando el tenedor de un auto doble sufría el robo de la unidad. Sin posibilidades de asegurarlos porque en las compañías se verificaba los papeles antes de suscribir las pólizas, los damnificados no tenían otra que sufrir y callar. Una mañana, en la puerta de una casa en 135 entre 42 y 43 apareció un Fiat 147 color beige, patente B 2.215.218. Un auto nuevito, de los más codiciados en el negocio del auto doble. El coche amaneció sin ruedas, sin batería, sin radiador y sin estéreo. Alguien llamó a la policía con la certeza de que el auto era de un vecino. Cuando le tocaron timbre el tipo dijo que no, que el auto no era de él. Y mientras lo decía se le escapaba un lagrimón.

El fiscal de Estado se preguntaba por qué los jueces no enviaban esos autos al depósito de Gorina

Durante meses los allanamientos y secuestros de "Dobles" fueron cosa de todos los días. Se los dio en llamar "procedimientos relámpago". La mayor parte de los procedimientos se hicieron desde la Brigada de Investigaciones de La Plata que comandaba el comisario inspector Alberto Mirasso. Y como suele ocurrir, un episodio en apariencia menor permitió descubrir uno más grande. Ocurrió con las detenciones de alias El Fierro; alias el Negro Mercado y un peluquero entonces identificado como alias Sipo. Los tres andaban en el negocio del Doble pero se cuidaban de no mover el avispero en La Plata, de manera que levantaban autos en el sur del Conurbano. Pero al cabo de una noche de mucho alcohol en el Escándalo Bailable, cerca de la terminal de ómnibus, no pudieron resistir la tentación de llevarle el auto, un Renault 12, a David Raisentich, que se había levantado temprano para ir a trabajar. Alguien los vio, los denunció y cuando cayeron revelaron que en un enorme galpón de 22 y 86 había más de 100 autos a la espera de ser doblados para la venta.

PUEBLO CHICO, INFIERNO GRANDE

En un taller mecánico y de chapa y pintura por la zona de 12 y 76 la policía revisaba una coupé fuego color roja, chapa B 2.059.240 que, según el tallerista, un cliente había dejado para reparar una puerta abollada. Le pidieron que llamara al cliente para decirle que el trabajo estaba terminado, de manera de poder detenerlo en el taller. Pero el tipo olfateó algo raro y en la esquina pegó media vuelta y huyó. Lo detuvieron más tarde en una esquina de 7 y 76.

La situación había llegado a un punto tan crítico que nadie se sorprendería cuando desde la División Sustracción de Automotores le informaban al titular de Investigaciones de la Policía bonaerense, Omar Repetto, que la circulación de autos dobles se había vuelto "incontrolable". La frase se hizo pública y el poder político reaccionó como suele reaccionar, con expresiones de condena e indignación y reflexiones del tipo "no puede ser que la capital de la Provincia esté inundada de autos dobles".

La fiebre llegaría a algunos pueblos del interior bonaerense donde a partir del "nos conocemos todos" los procedimientos tendrían fuertes repercusiones. Así, siguiendo una pista nacida en Ringuelet, el juez Guillermo Atencio ordenaba un procedimiento en Saladillo que además de permitir el secuestro de una decena de autos y camiones causaría un verdadero escándalo a partir de la detención de varios vecinos, desde mecánicos hasta abogados, que alimentarían la hoguera del "pueblo chico infierno grande".

La fiebre del auto nuevo y barato le quemó la cabeza a muchos platenses

La temperatura del escándalo, lejos de bajar iba a subir y tomaría la forma de un entredicho en las esferas del poder judicial y político. A mediados de mayo de ese año se conocían los términos de un escrito que el entonces Fiscal de Estado, Miguel Szelagowski le había enviado al presidente de la Corte de Justicia, Ernesto Ghione, en el que cuestionaba la decisión de algunos jueces de La Plata y de otros puntos de la Provincia, de entregar los autos dobles en guarda judicial a quienes se decían haber sido estafados. Decía que la posibilidad de que esas personas pudieran circular libremente con esos autos podía darse por tiempo indeterminado y se preguntaba el fiscal por qué no enviaban los autos al depósito de Gorina hasta que las situaciones se aclararan. La Corte respondió enviando a los jueces de toda la Provincia un pedido, el PG 630/89, para que informaran en detalle sobre todos los casos de autos dobles que hubiesen pasado por sus despachos. Casualidad o no, al poco tiempo se dispararon los operativos, las detenciones y secuestros de autos dobles en todo el territorio de la Provincia. Casi diariamente aparecían nuevos nombres y empezaban a escasear las fajas de secuestro de esas que se pegan en puertas y ventanillas. Casi al mismo tiempo, un juez porteño, Remigio González Moreno, le ponía título al asunto: "legalización de la estafa", decía. Según el magistrado, los jueces no tenían la bola de cristal para saber quién era comprador de buena fe y quién fingía serlo. Lo que el juez planteaba era algo así como que la mitad de la biblioteca decía una cosa y la otra mitad lo contrario, a la hora de decidir sobre "presunción de buena fe en la adquisición de bienes registrables".

Seguían, en tanto, los insólitos descubrimientos como el que constaría en un expediente en poder de la jueza De María Massey sobre un auto doble en el Senado de la Provincia. Era un Renault 18 flamante con patente 433 del Senado y cuyo mellizo andaba por Los Hornos en poder de un supuesto puntero político.

La fiebre del auto bueno, nuevo y barato cedió poco a poco. Algunas unidades fueron a parar a Gorina y perecieron bajo una suerte de desguace "natural". Otros salieron a remate y solo unos pocos fueron entregados a los "servicios de calle" de las comisarías para ser utilizados como móviles policiales no identificables. Otros quedaron en manos de sus supuestos nuevos dueños, entre los verdaderos defraudados y los que seguían por la vida con su mejor cara de "me estafaron".

 

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