Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
Información General |OCURRIÓ EN LA PLATA

El curioso caso del mormón alimentado a tortas fritas

Secuestraron a un joven norteamericano y le pidieron rescate a la congregación mormona. No tenían ni idea de quién se trataba

El curioso caso del mormón alimentado a tortas fritas
Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

31 de Julio de 2022 | 06:10
Edición impresa

 

“Vos mirá para abajo, no levantes la perdiz”.

La imaginación más frondosa nunca podrá con la vida real. Se ha dicho incontable cantidad de veces, como incontables son las veces en que esa máxima se cumple. Es impensable que desde un lugar como la estación de trenes de 1 y 44, en el paisaje de las veredas de una diagonal 80 que en los ‘90 todavía no conocía la invasión de los manteros y apenas mostraba vendedores de garrapiñadas y pochoclos, se pudiera cocinar un conflicto internacional. “Una de espías”. Sin embargo, en una fresca mañana de primavera de un 1990 muy caliente, los planetas se alinearon y lo que pudo haber empezado como un acto de carterismo, un intento de arrebato o un engaño típico del trajín de las estaciones de trenes, terminó en un episodio que encendió luces rojas en los tableros de las embajadas de Estados Unidos, de Alemania, la CIA y los organismos de seguridad nacionales.

Cristhian Brian Mortensen tenía 21 años y en enero de 1989 había llegado a Argentina como miembro de un nuevo grupo de enviados a predicar los postulados de la orden de Los Santos de los Últimos días, popularmente conocida como “los mormones”.

Esa mañana la misión encomendada a Mortensen y a otro compañero de la congregación había sido repartir folletos e interesar sobre el tema a transeúntes en la estación ferroviaria de Florencio Varela. Pero el desconocimiento, el apuro o una marea de pasajeros que los sorprendió, terminaron dejándolos a bordo de una formación con destino a 1 y 44, la Estación La Plata.

EL SECUESTRO

En ese ir y venir, preguntando aquí y allá contaron esa mañana con la ayuda de otro mormón, pero de nacionalidad argentina, identificado en la causa como Claudio Maidana. Después de un largo rato el grupo logró corregir el rumbo y a las dos de la tarde, varias horas después de lo planeado, deambulaba por los andenes de la estación Florencio Varela en cumplimiento de la misión religiosa que se les había encargado.

Pero a esa altura, al grupo se le había sumado Carolina, una chica de 20 años que en La Plata había trabado charla con Mortensen.

“Yo también soy de Florencio Varela”, fue el hilo conductor.

A partir de ahí la chica acompañó al predicador y en un momento se perdieron de la vista de Maidana. El argentino los buscó en medio del gentío pero no los encontró. Preocupado, salió a la calle y esperó ver a su compañero entre la marea de gente que iba y venía.

El primer sospechoso fue el otro muchacho mormón que estaba muerto de miedo

 

Después de un rato, el grupo se reencontró y cuando acordaban el itinerario para seguir repartiendo folletos, oyeron un llamado desde un automóvil Ford Taunus color rojo.

Adentro había tres individuos jóvenes que con modos poco amables los obligaron a entrar al auto.

Maidana, el mormón argentino, fue obligado a bajarse a pocas cuadras no sin antes recibir una orden concreta: “Tenés que decirles que si no ponen 500 mil dólares, a este (por Mortensen) no lo ven más”. Acto seguido se quedaron con algunas de sus pertenencias, entre las que estaba la tarjeta de Rollin Davis, a quien Maidana identificó como el responsable de la congregación.

Torta frita casera / Jerowki, Wikipedia

Luego se sabría que el grupo ya tenía alguna experiencia en perpetrar delitos contra la comunidad mormona y que en dos oportunidades habían robado en un templo que poseían en la zona sur del conurbano bonaerense.

Desesperado, Maidana buscó un teléfono público y se comunicó con el pastor Davis y le contó lo que estaba pasando.

EN LA EMBAJADA

La noticia paralizó al religioso que, cuentan, solo atinó a marcar el número de un contacto en la embajada norteamericana en Buenos Aires.

“Haga la denuncia a la Policía Federal y siga sus instrucciones”, le indicaron.

“¿Podés creer que secuestraron un mormón?", le dijo el entonces juez federal de La Plata, Alberto Durán a uno de sus secretarios, en el despacho que ocupaba en 8 entre 51 y 53.

En los primeros minutos de recibida la denuncia esos eran los únicos datos sobre el caso. Se barajó entonces una primera hipótesis: “El secuestrado tocó timbre para predicar y justo acertó en la casa de un loco que lo tomó prisionero”. Pero no. En minutos el juez era impuesto de la situación con todos los detalles disponibles.

Durán desistió de trabajar el caso con la Policía Federal y convocó a quien por entonces se había hecho fama de especialistas en el tema de los secuestros extorsivos, el inspector Alberto “Coco” Rossi, que tenía su asiento en la Brigada de Investigaciones de Lanús.

La estación de trenes de 1 y 44

La pesquisa empezó con un exhaustivo interrogatorio a Maidana, el mormón argentino, sobre el que a esa altura rondaban todas las sospechas.

Muerto de miedo, Maidana quedó alojado en una dependencia de la Brigada de Lanús, pero el juez Durán sugirió “no asustarlo” y lo envió a un hotel de la zona, con fuerte custodia. Le dijeron que no estaba detenido, que no sospechaban de él y que todo eso por lo que estaba pasando era por su seguridad.

Con ayuda de las comisarías locales y otras dependencias se hizo un rastrillaje a fondo de la zona donde el sentido común indicaba que podía haber sido llevado Mortensen. No había entonces cámaras de seguridad en la calle que podrían haber ayudado a reconstruir la ruta de los captores y del capturado.

OTRO PROBLEMA

En la madrugada del día siguiente un llamado telefónico despertó al juez Durán en su casa de la calle 7 próxima a 65.

“Doctor, disculpe la hora pero tenemos un problema con el muchacho secuestrado, el mormón”, le dijeron.

“¿Otro más”, ironizó el juez.

El interlocutor, un colaborador de Rossi, le informaba entonces que habían recibido la visita de dos funcionarios de la embajada norteamericana y un tercero que se presentó como agente de la CIA.

El juez Alberto Durán y el joven Mortensen

Durán, contaría más tarde, pensó que todo tenía que ver con la gravedad del secuestro de un ciudadano norteamericano. Y acertaba, pero se quedaba corto.

“Este muchacho es el hijo de un tal Lee Alexander Mortensen, jefe de Inteligencia de la embajada de Alemania en los Estados Unidos”.

El bombazo sacó de la cama al juez y a los demás involucrados en la pesquisa y a las 8 de la mañana se tomó la decisión de pagar el rescate e intentar la captura de los secuestradores y, obviamente, la liberación del secuestrado.

A las 10.30 el mormón argentino caminaba lentamente, mirando al piso como le había indicado el juez “para no levantar la perdiz”, por una calle desierta cercana al Barrio San Jorge, de Florencio Varela, donde los secuestradores esperaban el bolso con el dinero. Le habían puesto un chaleco antibalas, lo que lejos de tranquilizarlo a Maidana lo estaba matando de miedo.

Mientras tanto, la duda carcomía a los investigadores.

¿Tan fácil podrá resultar esto? ¿Los secuestradores van a caer en una trampa tan de manual?

Las respuestas llegaron 15 minutos después, cuando dos hombres y una mujer joven se acercaron a Maidana y le manotearon el bolso donde se suponía estaban los 500 mil verdes.

TORTAS FRITAS

Les cayeron policías hasta desde los árboles, incluyendo al juez que había decidido tomar parte del operativo.

Lo que siguió fue otro hilo de sorpresas. En una vivienda de la calle 560 entre 519 y 521 de Florencio Varela, la policía ni siquiera tuvo que derribar la puerta. Cuando Rossi, Durán y un batallón del Swat llegaron al lugar se encontraron con unos pibes en la vereda, jugando “unas cabezas” con una pelota de plástico. Adentro de la casa estaba Mortensen comiendo tortas fritas y mirando televisión junto a otros chicos, miembros de la familia captora.

Los acusados fueron entonces identificados como los hermanos Marcial y César Mejuto; un tío de ellos Alfredo Riscosa y la hija de éste, Carolina de 20 años.

El momento de la detención

Le dieron a la policía y al juez una versión tan naíf sobre los hechos, que los agentes de la Inteligencia norteamericana se miraban entre ellos, desbordados de incredulidad.

Dijeron que ya sabían que los mormones eran “gente de plata” y que una casualidad los condujo a Mortensen el día en que vieron a la hija de Riscosa charlando con él en la puerta de la Estación de Florencio Varela. Dijeron que esa mañana la chica había viajado temprano a La Plata por un trámite en el ministerio de Salud y al volver se cruzó con Mortensen. Que cuando fueron a buscarla a la estación Varela, la vieron charlando con el mormón y allí mismo diseñaron el plan y lo ejecutaron.

En la embajada norteamericana leían una y otra vez el informe final producido por la justicia federal argentina y no lo podían creer, pese a que entre otros datos se habían agregado testimonios vecinales que daban cuenta que los Mejuto y su tío eran gente “peligrosa” y no querida en el barrio por las violencias de las que eran capaces.

MÁS SORPRESAS

Pero las sorpresas no iban a terminar ahí.

Durante los interrogatorios, Riscosa contaría, acaso para lograr aliviar la carga, que si no hubiese sido por él, Mortensen era mormón muerto. Y contó que en un momento de incertidumbre pocas horas después del deshilachado secuestro, sus sobrinos propusieron dar marcha atrás porque calculaban que los iban a apresar.

Dijo que la discusión pasó entonces por qué hacían con Mortensen, que a esa altura oía sin entender o entendiendo a medias, sentado en un rincón de la cocina donde lo tenían sin ataduras.

Y dijo que al secuestrado lo habían tirado al piso y le habían puesto un revólver en la cabeza para matarlo pero que él, Riscosa, se opuso, discutió, peleó, y que “éste (por el mormón) está vivo gracias a mí”.

Luego se sabría que durante el secuestro, Riscosa llamó al pastor Davis y le anunció que si no pagaban el rescate por Mortensen iban a seguir secuestrando mormones y los iban a matar, lo que llevó al juez Durán a pedir que los 91 ministros que la orden tenía en ese momento en el sur del Gran Buenos Aires no asomaran las narices de sus aposentos hasta nuevo aviso.

Cuando Mortensen fue liberado, comía tortas fritas, el único alimento que había recibido en esos días de cautiverio.

Uno de los secuestradores tenía carnet de detective privado y un prontuario doble XL

 

“En la casa de los secuestradores había otros siete menores, hijos de Riscosa y la comida no alcanzaba para todos. Ese fue otro motivo de discusión”.

Riscosa tenía una credencial de “detective privado” y se sabría que en abril de 1987 el juez platense Pablo Peralta Calvo lo había procesado por robo automotor y doblaje de autos.

Los hermanos Mejuto, por su parte, también tenían su currículum. César había estado preso por un secuestro exprés en Lomas de Zamora, en una causa que se había tramitado en el juzgado 1 del juez Russo. Y Marcial tenía antecedentes por narcomenudeo.

Tras su liberación, el pibe Mortensen no dijo mucho. Estaba confundido y lo primero que pidió fue algo para tomar, acaso atragantado de tanta torta frita.

Ford Taunus / Charles01, Wikipedia

La embajada norteamericana enviaría una calurosa felicitación al juez Durán, al comisario Rossi y a los que habían intervenido en el increíble caso Mortensen.

Dos días después, sonaba el teléfono celular “ladrillo” del juez Durán.

“Lo noto agitado, doctor”, dijo el que llamaba.

“Estoy caminando a Luján a agradecer a la Virgen. ¿Usted se imagina cómo pudo haber terminado este asunto de Mortensen? ¿Usted se imagina si el hijo de un funcionario de la CIA aparecía muerto en un baldío de Florencio Varela?”, se descargó el juez.

“Sí. La verdad es que yo también tendría que ir a Luján”, dijo el otro.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE

+ Comentarios

Para comentar suscribite haciendo click aquí

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Básico Promocional

$135/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $2590

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme

Full Promocional

$190/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3970

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme
Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$135.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $2590.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla