Conti, el periodista

Edición Impresa

Por DANIEL KRUPA

Primera gran novedad: la provincia de Buenos Aires tiene sello editorial propio y se llama Ediciones Bonaerenses. La impresión, de distribución gratuita, de esta selección de artículos periodísticos de Haroldo Conti, con diseño de tapa y solapas que podría despertar la envidia de más de un sello privado, muestra una línea gráfica que ojalá permanezca en el tiempo, más allá de las gestiones de turno. Un detalle a tener en cuenta, de cara a futuras impresiones: no escatimar en la intensidad de la tinta de, ni más ni menos, el interior de los libros.

Segunda gran novedad: volvió a imprimirse la que quizá sea la mejor crónica que se haya escrito por estas pampas: “Vino triste de la costa o la parva muerte de la Isla Paulino”, registro de Conti en su visita a ese particular barrio fluvial de Berisso, en 1975, meses antes de ser secuestrado y desaparecido por la última dictadura cívico-militar, en la noche del 5 de mayo de 1976, cuando tenía 51 años.

“Los lugares son como las personas. Comparecen un buen día en la vida de uno y a partir de ahí fantasmean, es decir, se mezclan a la historia de uno que se convierte en la quejumbrosa historia de lugares y personas. Esto es, los lugares y las personas se incorporan en los adentros y se establecen como sujetos persistentes”, arranca Conti en el primer párrafo de esta crónica publicada por primera vez en la revista “Crisis”.

¿Por qué es tan bueno este artículo periodístico de Conti? Porque conjuga en un mismo texto una serie de elementos que hasta el día de la fecha resulta cosa rara en este género periodístico: todos los aspectos informativos posibles (sociales, económicos, demográficos, históricos... inmobiliarios, sin omitir incluso detalles estadísticos). Pero este texto también propone eso que nunca debe faltar en una buena crónica: la mirada personal del narrador; el humor; la descripción literaria, con metáforas fuertes que ya arrancan desde el título; un trabajo palpable, metódico, para retratar el anecdotario de la población del territorio abordado, aspectos bien difíciles de desplegar, al mismo tiempo, en un solo escrito que, por otro lado, es conciso, sin fisuras, para nada arborescente, a pesar de todos los ingredientes a los que recurrió Conti.

Una de las razones por las que “Vino triste de la costa...” guarda una consistencia superlativa, podría explicarse en las palabras de Juan B. Duizeide, autor del prólogo de esta edición, cuando afirma que “Conti gozaba de oreja para el habla popular, sabía identificar entre sus meandros el rumbo del mito”.

Es en esa misma introducción que se hace alusión al carácter particular de un texto que hizo y hace historia dentro de la obra del autor de “Sudeste”: “se trata de la crónica más lograda y genuina escrita por Haroldo Conti. De extremar las exigencias formales, podría afirmarse que se trata de su única incursión plena en ese género anfibio, pero riguroso”. De ahí, la importancia de este rescate, a cargo de Ediciones Bonaerenses, que incluye escritos sobre distintas coyunturas relacionadas al cine, al teatro comunitario o bien reflexiones sobre el sentido y los avatares de la actividad literaria.

Pero en esta recopilación, también está de manera mucho más explícita el autor que celebra al Che; que llega a Cuba tras los pasos de Hemingway (”el viejo llegó tarde a la revolución americana, a esta llama y a este fervor que recorre América”); que hace pública su negativa a participar de un congreso de narrativa a realizarse en 1974, en Colombia, porque sus organizadores sólo patean para la derecha; que rechaza una beca (la Guggenheim) por motivos ideológicos, morales. ¿Se imagina alguien un gesto así, en estos años tan líquidos?

 

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