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Economía Dominical |UN PROBLEMA MUNDIAL

Qué es lo que seguimos entendiendo mal sobre la inflación y la respuesta obvia

¿Es siempre y en todas partes un fenómeno monetario, cómo sostenía Milton Friedman, o sólo cuando las cosas se encarecen?

Qué es lo que seguimos entendiendo mal sobre la inflación y la respuesta obvia

La inflación tiene en vilo al mundo y a los bancos centrales / Web

25 de Septiembre de 2022 | 07:34
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¿Qué es la inflación? La respuesta parece obvia: cuando las cosas se encarecen, eso es inflación, y es malo. Pero una visión alternativa es la de Milton Friedman. En una charla de 1963, el influyente economista definió la inflación como “un aumento constante y sostenido de los precios” y añadió que “la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”.

La distinción es importante. Consideremos dos escenarios que podrían arrojar luz al respecto. En ambos, los precios han aumentado un 10% en el último año.

En el Mundo de la Inflación, hay demasiado dinero. Todo se encarece casi al mismo ritmo, incluida la mano de obra. Con los salarios subiendo al mismo ritmo que los precios, la situación es desorientadora y ligeramente incómoda, pero no es una crisis. El mayor riesgo es que la inflación se autoperpetúe, y la responsabilidad principal de resolver el problema recae en el banco central.

En el Mundo de la Crisis Energética, el costo de la energía se ha duplicado. Antes, un 10% del gasto se destinaba a la energía; ahora es un 20%. En el Mundo de la Crisis Energética, el índice de precios al consumo ha subido igualmente un 10%, y la situación es descrita por todos los periodistas reputados como “inflación del 10%”, al igual que en el Mundo de la Inflación.

Pero el aumento de los precios no es “constante”; no es generalizado; y es poco probable que sea “sostenido”. El riesgo de que se produzca un shock energético que se autoperpetúe es pequeño. Es difícil imaginar que vayamos a gastar el 30% de los ingresos en energía el año que viene, el 40% el siguiente y el 50% el siguiente. Pero el daño es bastante grave; más que una leve desorientación, esto es una crisis. Una necesidad básica se ha vuelto prohibitiva para muchos.

En el Mundo de la Inflación, las cosas sólo parecen más caras porque las etiquetas de los precios cambian constantemente. Eso es inflación. En el Mundo de la Crisis Energética, las cosas son realmente más caras. Me atrevería a sugerir que eso no es inflación: es mucho peor.

La misma distinción se aplica cuando las cosas se abaratan gracias al progreso tecnológico. La música es mucho más barata que antes, al igual que las computadoras y los paneles solares. Y cuando digo “más barato” no me refiero al sentido casi insignificante de que haya menos dígitos en la etiqueta del precio. Me refiero a que son más baratos en el único sentido que realmente importa, que es el de que requieren menos recursos para producirse y, por tanto, son accesibles en mayor cantidad para más personas.

“Tal vez esté condenado a fracasar en mi proyecto de separar los cambios de precios reales de la inflación. El mundo real, por supuesto, contiene elementos de ambos, por lo que la confusión es inevitable. Estamos ante un aumento temporal pero muy doloroso del costo real de la energía y los alimentos, como en el Mundo de la Crisis Energética, pero también hemos visto dinero barato y aumentos más generalizados de los precios, como en el Mundo de la Inflación”, dice Tim Harford, en una nota del Financial Times.

 

En el mundo de la crisis energética, el costo de la energía se ha duplicado y sube el gasto

 

Pero las dos fuentes del aumento de los precios requieren respuestas políticas muy diferentes. En el Mundo de la Inflación, la inflación es un fenómeno monetario y requiere una respuesta monetaria, como la suba de las tasas de interés. En el Mundo de la Crisis Energética, el aumento de los precios requiere una respuesta real en forma de apoyo a los hogares con dificultades, y todos los esfuerzos para reducir la demanda y encontrar nuevas fuentes de suministro.

Mire a su alrededor y verá mucha confusión a este respecto. En Estados Unidos, la recientemente firmada Ley de Reducción de la Inflación no es tal. Promete reducir el precio de los productos farmacéuticos caros, conceder créditos fiscales para las fuentes de energía con bajas emisiones de carbono y reducir algunas lagunas fiscales. Son políticas prometedoras, pero si funcionan lo harán mejorando la estructura de la economía real, no endureciendo las condiciones monetarias.

La misma lógica se aplica a las propuestas estadounidenses de endurecer la política de competencia. Si se rompe un monopolio y se reducen sus abultados márgenes de beneficio, el resultado debería ser que los precios bajen y que aumenten los incentivos para mejorar la calidad y el servicio. Esto debería suponer un impulso puntual del nivel de vida real, posiblemente mucho más importante que cualquier impacto en la inflación. Si afecta a la inflación, será algo temporal y “reducir la inflación” nunca ha sido, ni debería ser, el test de la política de competencia.

 

El argumento en contra de una renta básica no tiene nada que ver con la inflación

 

O consideremos la idea de un ingreso básico universal. A menudo se la ataca con el argumento de que es inflacionario, pero no hay nada particularmente inflacionario en aumentar los impuestos y utilizar el dinero para financiar un ingreso básico. El argumento en contra de una renta básica no tiene nada que ver con la inflación: es que esos impuestos más altos más la disponibilidad de dinero incondicional podrían producir para demasiadas personas un desincentivo demasiado grande para trabajar.

Friedman simplificaba demasiado cuando declaraba que la inflación era siempre y en todas partes un fenómeno monetario. Pero la afirmación no está muy equivocada y tiene una claridad vigorizante. Si se intenta evaluar las subvenciones a las energías limpias, el apoyo a la investigación de vanguardia, la política de competencia o la reforma fiscal a través de la lente de la lucha contra la inflación, hay algo que no se está entendiendo. Estas políticas se sostienen o caen por sus propios méritos en el mundo real.

Mientras tanto, la mejor predicción de la inflación a largo plazo es que, a cinco años, la tasa de inflación será la que quieran los bancos centrales independientes. Aunque los gobiernos elegidos pudieran ayudar, tienen muchos problemas económicos serios que los mantienen ocupados. Tal vez deberían empezar por ahí.

 

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