Inhibido, el Lobo cumple un año sin reforzarse

Gimnasia encara el primer semestre del año con un plantel muy joven y con una peligrosa desaceleración de la inversión en el fútbol

Edición Impresa

En los primeros días de febrero de 2022, Franco Soldano firmó contrato por tres temporadas con Gimnasia. Fue el quinto y último refuerzo de ese mercado y nadie imaginaba que vendrían dos recesos sin la chance de incorporar por las inhibiciones. Porque Gimnasia, el año pasado, no le pagó prácticamente a nadie.

De hecho, no cumplió con lo pactado por el pase de Ramón Sosa y por eso está inhibido por Olimpia. La deuda es aún mayor con Tembetary y es el origen del conflicto actual (ver aparte). Por Oscar Piris hay una deuda de 300 mil dólares en concepto de intermediación con la empresa Gestión y Marketing Deportivo; a Tigre se le debe el préstamo de Agustín Cardozo y por Franco Soldano hay una inhibición de Olimpiakos por casi medio millón de dólares, además de deudas con Unión de Santa Fe, la empresa que intermedió en la llegada del jugador (Sport Management, U$S 159 mil) y el representante del jugador. Solamente con Cristian Tarragona el club no pasó de las deudas habituales que puede tener con cualquier jugador.

Lo extraño de la situación es que a mitad de año Gimnasia hizo gestiones en el mercado: Marcelo Weigandt era un sueño, se gestionó por Leonel Di Plácido (Lanús), consultaron por el zaguero paraguayo Roberto Fernández (de Guaraní, hoy en Dinamo de Moscú) y se coqueteó más de un mes con Pablo De Blasis hasta que se le bajó el pulgar, ahí ya argumentando cuestiones económicas y la existencia de la inhibición de Al Ettifaq por Brahian Alemán. En agosto llegaría el reclamo de Olimpia, pero para ese entonces Gorosito había aceptado no tener refuerzos a cambio de mantener al plantel (y al cuerpo técnico) al día, cosa que tampoco sucedió.

La introducción es la precuela de la película que hoy vive Gimnasia. La nueva dirigencia quiso desterrar la idea de las billeteras gordas salvadoras y decidió ingresar al club con un plan de austeridad, de desaceleración del gasto en el plantel profesional y cuerpo técnico para tratar de potenciar a los juveniles propios y poner en marcha la “fábrica de jugadores” que no vende un producto propio desde el pase de Maximiliano Meza a Independiente en setiembre de 2016. Pasaron 6 años y 4 meses. En fútbol, una eternidad, disimulada en la tesorería por buenos negocios con Jan Hurtado y José Paradela.

Johan Carbonero parecía ser un buen negocio. El 70% del pase costaba U$S 2.700.000 y el Lobo no pasó del primer pago de 700 mil dólares. Así, ante el riesgo de perderlo (el contrato implicaba pérdidas porcentuales por incumplimiento hasta la devolución total de la ficha), terminó aceptando medio milón de dólares para liberar al colombiano. Y el negocio lo hizo Once Caldas, que lo vendió en U$S 3.800.000. A Gimnasia, un “pasamanos” que le permitía ganar un palo verde terminó en el pago de 200 mil por un préstamo de seis meses. El de Ramón Sosa parece ser un paso con idéntico destino.

En un año, Gimnasia perdió a Johan Carbonero, Rodrigo Rey, Agustín Cardozo y Brahian Alemán, además de jugadores con rendimientos “reemplazables” como Oscar Piris, Guillermo Fratta, Nery Leyes, Emanuel Cecchini, Manuel Insaurralde y Alexis Domínguez. Una decena de jugadores, algunos figuras, otros con pasos sin brillos. Todos jugadores de primera división y de experiencia, reemplazados ahora por pibes del club. Y tampoco está Pipo Gorosito.

La hora de los juveniles y el respaldo que necesitan

Hoy Gimnasia apuesta a los juveniles del club. A que exploten los que aparecieron el año pasado (Benjamín Domínguez, Tomás Muro), a que se consolide Ignacio Miramón y a que demuestren que pueden ser titulares aquellos que tendrán una posibilidad a la que es muy difícil acceder en condiciones normales. También, para algunos chicos será la última oportunidad: si no responden, será su salida definitiva del club. La dirigencia busca certezas a futuro, seguramente para incorporar futbolistas de mayor experiencia en el próximo mercado allí donde el diagnóstico indique.

Eso sí, ahora hay que jugar. Los pibes de Chirola necesitan del respaldo de los hinchas y de una dirigencia que no dude ante posibles resultados adversos. La apuesta es de riesgo y el riesgo, por encima de todo, es dirigencial.

 

Lobo

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE