Con la ola de calor regresó el servicio del “aguatero” a un sector de Los Hornos

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En la época de la Colonia y hasta principios de 1800 en la ciudad de Buenos Aires, unos 150 aguateros recorrían las calles de la capital del Virreynato, cada uno con sus grandes toneles llevados en sus carros tirados por tracción a sangre. No había entonces agua corriente ni otras instalaciones sanitarias, de modo que, ante las dificultades para el consumo humano y la higiene, eran comunes muchas enfermedades derivadas de esa carencia. Los aguateros se internaban en el río y allí cargaban el agua que luego distribuían.

Estas referencias históricas cobraron ahora actualidad en un vasto sector de Los Hornos -por ejemplo en la zona de 59 y 150- en donde hace un mes y medio los vecinos, que no reciben agua por las cañerías domiciliarias, están siendo atendidos por un camión cisterna, del que cargan sus baldes y bidones para enfrentar las necesidades esenciales de cada día.

“Cargamos baldes y bidones, pero necesitamos una solución porque esto no es justo”, dijo un vecino. Otro frentista indicó que “el 30 se noviembre se cortó el agua y ya no volvió, es como vivir en el año 1710 y en el medio de la selva”, para agregar que pagó las facturas de ABSA de enero y febrero de este año.

Si bien destacaron que los empleados del camión cisterna son serviciales, la gente sostuvo que nunca se sabe bien a qué hora pasará. Por eso armaron un grupo vecinal para mantenerse al tanto sobre el itinerario del “aguatero”. Según se les explicó, hay un pozo que los proveía del servicio que salió de funcionamiento.

Hace pocas jornadas esta columna trató sobre el tema de la llegada de las jornadas de calor a la Ciudad, acompañada por la inmediata falta de agua corriente que se registró en distintos barrios y localidades platenses. Se puede hablar, entonces -teniendo a la vista lo ocurrido en otros años- de una suerte de combinación tan automática como inexplicable: crece el calor, sube la demanda y falta el agua.

Un panorama que, pese al transcurso del tiempo, no sólo no se revierte, sino que se agrava de la mano de políticas de desinversión y, también, de la permanente facilidad para la creación de asentamientos de vivienda en lugares cada día más lejanos, entre otras graves fallas que incluyen el escaso mantenimiento de las redes sobrecargadas y la obsolescencia del sistema.

El problema se vino planteando, con distintos niveles de intensidad, en el casco histórico, en distintos barrios y en localidades de la periferia. La propia empresa señaló en un comunicado emitido en esas jornadas que “debido al elevado consumo de agua que se registra, producto de las altas temperaturas en gran parte de la provincia de Buenos Aires, resulta imperioso extremar el cuidado del agua, priorizando instancias de hidratación”, para admitir luego que el servicio estaba resentido en algunos lugares.

Lo cierto, entonces, es que cuando aumenta la demanda, la oferta se contrae. Es lo que no sucede jamás en una economía sana y competitiva: la oferta siempre está atenta y rápida para atender a una eventual mayor demanda. Y aquí, no resulta difícil ni demasiado imaginativo suponer que cuando hay más calor, habrá más demanda de agua.

No hay dudas que las estaciones climáticas son rigurosas en sus ciclos y que, salvo excepciones, resultan ser previsibles. Por consiguiente, la empresa concesionaria debiera estar preparada para enfrentar los picos que plantean las elevadas temperaturas y no, desde luego, dejar de proveer agua a la población cuando más la necesita.

 

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