"Viento del este": en busca del tiempo perdido

La artista visual Maia Gattás Vargas debuta como cineasta con una propuesta autobiográfica donde intenta recuperar la memoria de su padre

Pedro Garay

Maia Gattás Vargas recibió como herencia de su padre, que murió cuando tenía apenas 2 meses, un vaso, un sweater y un trofeo de pesca. Más adelante en su vida, supo también que su padre venía de Palestina. Con esos pedazos de vida, fragmentarios, viaja de la Patagonia a Cisjordania, habla, indaga, busca, intentando conocer a su padre: es la búsqueda de un tipo de cierre y, a la vez, la imposibilidad de dar un cierre.

Así es “Viento del este”, que se verá esta noche en el Festifreak. Es el primer largometraje de la artista visual, y, se ríe, “el último”: acostumbrada a trabajar sola, “me tuve que amoldar” a lo que implica el cine, “desde lo económico a la grupalidad”. El proyecto fue concebido ya en esa grupalidad: relata Gattás Vargas que la película surgió en el taller de Gustavo Fontán, aunque, larga, “evidentemente, llegué allí porque tenía alguna inquietud”.

“El centro de la película es la muerte de mi viejo, a quien prácticamente no conocí porque tenía dos meses de vida. Yo venía indagando esa historia, esa herida: había escrito algo para la facultad, y me había gustado hacerlo, había sido muy fuerte”, relata. “Y en algún momento empecé a pensar en imágenes”.

- ¿El arte, esta película, pueden ser una vía para hacer sanar ciertas áreas?

- El tema de los duelos es para toda la vida, creo. Pero se va transformando, una va sublimando en el arte, ayuda a poner de otra forma cosas que son difíciles de entender. En mi caso, era difícil sentir un duelo convencional, porque es una persona que no conocí. Hay algo fantasmal en la película, algo inasible, que se escapa, en la forma de la película, que gira sobre esa dificultad de conocer a mi padre y hacer un duelo. 

- Se cruza en el documental tu padre y la causa palestina, abrís esas dos historias en paralelo, pero se cruzan todo el tiempo.

- Durante muchos años, Palestina fue el lugar de promesa de reencuentro con mi lado paterno, con esa historia. Él venía de familia palestina. Pero en mi familia no se mencionaba. A los 24 años pregunté, árabes de dónde: y esa fue una marca importante, empecé a militar, empecé a ver películas y documentales sobre Palestina. 

- En ese cruce, trabajás con tu propia historia y tu propio archivo, lo cual es una especie de pequeña tendencia en el cine nacional independiente, pero el ingreso de Palestina transforma la película: la herencia que describís, la de tu pasado, es una herencia de militancia, de alguna manera.

- Empezó de esa manera, una manera de decir “esta es mi herencia”. Incluso, en ese entonces, yo tenía una especie de mambo con la herencia de mi papá, me habían dado cuatro o cinco objetos, y todos eran muy dudosos… Entonces, siento que me inventé la causa palestina como una herencia de él, a pesar de que no estaba comprobado que fuera militante. Tiene algo de místico. Yo en esa época militaba en la facultad, armé una banda de rap que se llamaba Palestina Mon Amour… Si hubiera hecho la película en esa época, ese carácter, esa bandera, hubiera estado más presente. Pero fue pasando el tiempo, la película tuvo su descanso, sus crisis, como todo documental autobiográfico, imagino, y Palestina terminó siendo algo más sutil. Fue un sinceramiento: quería que la película fuera sobre Palestina, pero en realidad es una película sobre mi papá. Y creo que estuvo bien.

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