Ocurrencias: vivir mucho es peligroso

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

Hay ensañamiento con la gente de la tercera edad. Salideras, asaltantes y cuentos del tío, los tienen siempre en la mira. Se les roba y se les pega con inexplicable saña. Pero no sólo amenaza la delincuencia: la inflación es un arrebatador puntual, la experiencia es un bien devaluado, las veredas son una trampa, la burla y el empujón siempre están a mano. Es como si los castigaran por haber durado tanto.

Pero eso no es todo. Lidiando con una tecnología que los supera y un trazo urbano que los ignora, refugiándose en la nostalgia y las píldoras, la gente de la tercera edad trajina un paisaje que, entre gritos, piquetes y veredas rotas, parece excluirlos. Hasta las plazas, lugares de calma y reposo, se han convertido en territorio de arrebatadores, ocupas, vendedores y desvíos.

La lista de advertencias, consejos y precauciones muestra el nivel de peligro de la vida de todos los días: no ir jamás solos al banco, no abrir la puerta a nadie, no contar donde guardan las cosas, no dejar abierta ni la puerta de la heladera y por supuesto no dar datos por teléfono ni hablar con desconocidos. Entre esas recomendaciones y lo que cuesta comer, lo único que les sobra a fin de mes es miedo y desconfianza.

Encima, para las finanzas estatales, la longevidad es un problema. Mientras la medicina se esmera en alargarnos la vida, las alcancías del poder se quejan. Se teme que si esto de vivir más se potencia, ni las cajas de jubilaciones ni el sistema de salud podrán darle respuesta a esta nueva colonia de gente que se encapricha en seguir viviendo.

El Fondo Monetario Internacional fue el primero en descubrir “el riesgo de que la gente viva más de lo esperado”. O sea, que eso de la prevención y el cuidado del cuerpo, empieza a ser una costumbre egoísta y desestabilizadora. Algunos extremistas recomiendan lanzar campañas de descuido. Los viejos -piensan- deberían recuperar sus vicios dañinos para ir estropeándose más deprisa. Para el FMI, la culpa es de la mejor atención sanitaria, el desarrollo económico y la ausencia de grandes guerras. Y cargan sobre estos sobrevivientes que enflaquecen las reservas y encima exigen ministerios de soledades para achicar desamparos y prorrogar la despedida.

La delincuencia está ensañada con la tercera edad. Pero la inflación es el arrebatador más puntual

La gente de la tercera edad trajina un paisaje que, entre gritos, piquetes y veredas rotas, parece excluirlos

Evidentemente, es un riesgo para el sistema este presentismo. Sobra vida y los presupuestos de sanidad y las cajas de jubilaciones no saben qué hacer. La tecnocracia no cuida la gente, cuida los números. Y no faltan los insensibles de siempre que quieren persuadir, sobre todo a los internados en unidades de cuidados intensivos, que no se entretengan demasiado y no pidan alargue cuando el partido ya fue y el resultado está puesto.

Hace unos años, el ministro de finanzas de Japón, Taro Aso, sorprendió al mundo al pedir a los ancianos de su nación que “que se den prisa y se mueran” para así aliviar la carga fiscal y gastos médicos del Gobierno. Aunque después trató de matizar sus dichos y pidió disculpas, fue enfático en señalar “que es importante no prolongar la vida con tratamientos y ser capaz de pasar los últimos días de vida en paz”. Para él, los viejos enfermos no deben distraerse con falsas ilusiones. Los terapistas no deben esmerarse tanto. Y el morir a tiempo y sin dar pérdida, empieza a ser un deber patriótico.

Por su parte, los científicos estadounidenses Dirk Schulze-Makuch y Paul Davies, hicieron su aporte: proponen colonizar Marte enviando ancianos, pero sólo con boleto de ida. Reconocen que esta lección paseo plantea temas éticos, pero creen que puede llegar a ser útil y entretenida. En el fondo, la idea es hacerles creer a los viajeros que antes de la pitada final están haciendo un aporte a la ciencia.

Esta campaña mundial de viejos en liquidación viene recibiendo un interesante aporte de este lado del mundo: entre la Anses, que se la pasa regateando, el costo de vida que no para y una delincuencia cruel, Argentina está ayudando a depurar al padrón de la tercera edad. En un futuro no muy lejano, habrá viejos llenos de culpas que, antes de festejar un cumpleaños, le van a tener que pedir perdón al Estado por haber permanecido otro año más en este planeta.

 

 

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