En lugar de detenerse, el delito acelera y acosa cada vez más en la Región

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En lugar de frenar, la inseguridad en la Región acelera. En la edición de ayer se publicó un informe sobre los robos de alto impacto y con extrema violencia por parte de los asaltantes, que en el último trimestre conmocionan a City Bell. Pero también en las últimas jornadas surgieron evidencias de una ola delictiva que atemoriza a todos los barrios y localidades de la Región.

Bandas delictivas asaltaron a viviendas y comercios de la zona de Plaza Rocha, de La Loma, del centro de La Plata, de 29 y 49, del barrio Norte. Hubo cruentas agresiones físicas y psíquicas, amenazas y otras situaciones de alto riesgo para las víctimas.

Gente que tenía dólares –convertidos ahora en el gran objetivo para los delincuentes- y gente que no tenía dólares, todos fueron igualmente agredidos con salvajismo, amordazados y mantenidos como rehenes durante horas.

Profesionales, comerciantes, mujeres solas, empleados, jubilados, dos periodistas platenses cuyas casas fueron desvalijadas, nadie queda a salvo. A veces las víctimas de asaltos sufren infartos y algunas mueren, como ha ocurrido recientemente.

Hace años que cada barrio se preocupó y que numerosos grupos vecinales se vinieron reuniendo con jefes policiales para reclamar más patrullajes, más presencia policial en las calles. En esas ocasiones también ofrecieron datos sobre cada uno de sus barrios, para sugerir estrategias e, inclusive, para indicarle a la fuerza de seguridad en dónde podían vivir o refugiarse los delincuentes.

De poco o nada sirvieron esos encuentros. Los vecinos entonces también se preocuparon por dotar a sus viviendas de elementos de seguridad: muros, rejas, rollos de alambra de púa, trabas, alarmas vecinales o particulares, cámaras interiores y exteriores. Pero el delito siguió avanzando, perfeccionado, mejor armado, más violento y cada día más dueño de la situación. Una panadería ubicada en 117 y 72 sufrió su robo número 54 en los últimos tiempos. En este caso destrozaron la persiana e ingresaron cuando estaba cerrada. Su dueño se resistió a hacer la denuncia: “se demora en la Comisaría no menos de ocho horas en hacerla y uno tiene que trabajar...”, alegó.

Es cada vez más la gente que prefiere no denunciar los delitos.

Entre muchas especies delictivas, hay motochorros, patachorros, roba ruedas, mecheras, hombres-araña, ladrones de autos, descuidistas, robadores de cables y tapas metálicas, punguistas, escruchantes, carteristas, asaltantes armados, modalidades dominantes como el robo piraña por bandas de menores, el robo de celulares y camperas. Sin olvidar el auge de los robos cibernéticos, por internet, con estafas electrónicas y bancarias que no descansan a ninguna hora.

En muchos de todos estos episodios –inclusive en los atracos domiciliarios-, las bandas de asaltantes cuentan con datos certeros sobre recientes operaciones de índole económica que habían realizado sus víctimas.

Se sabe que la inseguridad no deja de presentarse día a día en nuestra región en episodios lamentables, con víctimas de asaltos y robos violentos, en situaciones que se registran algunas de ellas a pocos metros de dependencias policiales y que, en otras, no prosperaron por la valiente actitud de los vecinos para repeler los asaltantes, patentizándose en forma dramática la indefensión en que se encuentran muchas personas.

Lo prioritario, lo que hoy se impone según coinciden los especialistas y la voz común de la gente, es que la Policía –secundada por una legislación penal acorde a la realidad y una Justicia que no demore- cumpla con su rol de defensora de la población, virtualmente abandonada hoy a su propia suerte, acosada por bandas delictivas que despliegan con violencia un accionar al que nadie parece querer detener. No es con los brazos cruzados que el Estado podrá detener el auge de la inseguridad.

 

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