La Ciudad ante el clima futuro: ¿se le puede hacer frente al calentamiento?
Edición Impresa | 30 de Julio de 2023 | 05:18

Francisco L. Lagomarsino
flagomarsino@eldia.com
Olas de calor y de frío. Sequía y granizo. Amenazas de corto plazo, encarnadas en tornados y aguaceros, y de largo plazo, como el ascenso en el nivel de los mares y el retroceso de los glaciares. Un clima temperamental y voluble nos espera, quizás por décadas, y expertos en diferentes áreas consideran indispensable que la Ciudad empiece a mirar (y pensar) su porvenir a través del cristal del cambio climático.
Por estos días, las desmesuras meteorológicas son noticia, en gran medida, por lo que ocurre en Europa. Y el panorama no es alentador: récords de calor, inundaciones arrasadoras y trombas de granizo. Todo, al influjo del fenómeno del Niño, que de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), “ya estaría completamente desarrollado” en su versión austral en el segundo semestre de 2023. En síntesis, se viene.
Para la arquitecta platense Daniela Rotger, “la crisis climática exige nuevas alternativas de diseño urbano y ordenamiento territorial, para que las ciudades puedan convertirse en parte de la solución a los problemas que plantea la coyuntura actual”.
La profesional hace notar que “en las últimas dos décadas, sobre todo, han surgido a nivel mundial nuevos enfoques y herramientas capaces de revertir lógicas insostenibles de producción de ciudad, y es mediante la integración de las dinámicas naturales a los entornos urbanos, periurbanos y rurales”.
En este sentido, Horacio de Beláustegui, titular de la Fundación Biosfera local -que es observadora de las cumbres mundiales del clima-, recuerda que “desde las ONGs que trabajamos en el tema venimos advirtiendo desde hace años que lo que anticipaban los organismos internacionales, sobre la relevancia de contar con sistemas para detectar y responder a riesgos meteorológicos, hidrológicos, geofísicos y oceánicos, no era ajeno a nuestra realidad”.
Puntualmente, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) insta a los países a “prever el impacto de los fenómenos derivados del calentamiento global en la agricultura, la seguridad pública, el transporte, la salud pública y el sector energético”.
De Beláustegui, quien dirige el Observatorio de Cambio Climático de la Universidad de Luján, cree que “se necesitan respuestas por parte de los gobiernos, contar con personas formadas en el entendimiento de las necesidades que impone la nueva situación: cuidar el agua, preservar la biodiversidad, hacer a las ciudades más seguras y resilientes. Hoy, eso no está pasando”.
“Todos los servicios de clima muestran que se están batiendo récords en el verano del hemisferio norte, y lo más factible es que esto tenga su equivalencia en nuestro verano” explica el dirigente: “en la Argentina, el 70% de la población vive en los 31 aglomerados urbanos más grandes, que producen el 70% de las emisiones que alimentan el efecto invernadero, y que son los lugares más flagelados por los eventos extremos, con pérdidas materiales y de vidas. Ahí hay que centrar los esfuerzos de adaptación y concientización”.
Materiales sustentables
De Beláustegui agrega que “entre las medidas y cambios de paradigma que se pueden impulsar se cuentan, entre otras, la construcción de edificios con diseño térmico y materiales sustentables; la promoción del autotransporte, con garitas climatizadas, y la movilidad peatonal y en bicicleta; la preservación de humedales y bañados; un plan masivo de forestación y un freno a las malas podas; y la construcción de un nuevo acueducto desde el Río de La Plata para abastecer de riego al cordón hortícola sin depredar las napas. Hay que ir ‘a los bifes’ y rápido, porque el tema está encima. Pero debe ser a través de políticas de Estado”.
“Las obras que se realizaron desde la inundación de 2013 ofrecen sólo una respuesta parcial a la problemática” afirma el ingeniero hidráulico y civil Claudio Velazco, quien estima que para achicar el riesgo de padecer nuevas tragedias hace falta un nuevo plan de intervenciones, en varios frentes.
Velazco fue uno de los escasos profesionales locales que advirtió acerca de las vulnerabilidades de nuestra región ante crecidas y tormentas mucho antes de aquel fatídico 2 de abril de hace una década. Propone avanzar en un programa integral, que entre otras obras amplíe considerablemente la anchura del canal El Gato; incorpore nuevos desagües troncales, secundarios y terciarios en el casco urbano; tienda un canal colector a la altura de la avenida 155, entre calle 82 y el Gato, para captar aguas en la parte alta de la cuenca; cree un nuevo canal desde los bañados del Maldonado hasta la ribera berissense; y ensanche, reubicando asentamientos, los cauces del Carnaval, Martín y Rodríguez.
“Muchos platenses habrán visto desde el puente de avenida 19 que ante lluvias de sólo 50 o 60 milímetros, al nuevo canal del Gato le faltaban nada más que 30 centímetros para desbordar” ilustra Velazco, que calcula en mil trescientos millones de dólares, a invertir en varias etapas, el financiamiento necesario para dejar atrás el fantasma de la tragedia, y compara: “de 2013 a la fecha, a lo sumo se llegó a los 500 millones de dólares”.
“Las obras de infraestructura hidráulica inmediatamente posteriores a la inundación de 2013, se realizaron con el criterio de desalojar las aguas lo más rápidamente posible de la Ciudad, pero no tuvieron en cuenta los servicios ambientales que la naturaleza puede proveer” interviene Daniela Rotger, quien a partir del próximo 14 de agosto dictará en el Colegio de Arquitectos local, junto a su colega María Aversa, un curso sobre estos y otros temas relacionados.
La profesional dice que “a nivel mundial, la gestión hídrica urbana está virando hacia un enfoque sensible al agua, entendiendo que la ciudad debe convivir con ella y que además puede beneficiarse de su presencia. Así, se recurre a los desentubamientos de arroyos, la renaturalización de los cauces, los parques inundables... Este tipo de proyectos puede aportar a las ciudades beneficios como la reducción de CO2, mitigación del impacto de las inundaciones, reducción del efecto isla de calor, disminución del ruido y mejora de la calidad del agua, así como beneficios sociales y psicológicos”.
Un reciente trabajo de la National League of Cities (NLC), organización que nuclea a decenas de referentes, profesionales y funcionarios estadounidenses, enumera las principales estrategias con las que se está abordando el cambio climático en ciudades como Chicago, Houston, Filadelfia y San Francisco, entre otras.
Firmado por Lindsey Volz y Joshua Pine, expertos en políticas publicas y medio ambiente, destaca varias líneas de acción troncales. La primera es mejorar la eficiencia energética en edificios. “Cerca del 40 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono relacionadas con la energía son causadas por los edificios, y se duplicarán para 2050” explican los autores: “con el aumento de los días extremadamente calurosos debido al cambio climático, fortalecer la eficiencia energética en los edificios significa mejorar el aislamiento, invertir en electrodomésticos de bajo consumo, e incluir energía renovable en el diseño”.
El segundo aspecto es invertir en infraestructura para vehículos eléctricos y tener flotas municipales “limpias”, dado que el transporte es uno de los mayores contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero. El tercer punto es optimizar la gestión de los residuos con separación y reciclado, ya que cuando son enviados a rellenos sanitarios, producen al descomponerse emisiones de metano y dióxido de carbono. Y el cuarto ítem es mejorar y aumentar el acceso al transporte público, promoviendo la electrificación de las flotas y desalentando el uso de los autos particulares.
Volviendo a nuestro país, desde el CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento), se advierte que “en la ‘nueva normalidad climática’ a la que alude la Organización Meteorológica Mundial, con el promedio de las temperaturas elevándose, a menos que la dinámica y el desarrollo de las ciudades se planifiquen considerando esa amenaza, las olas de calor serán aún más mortíferas que antes”.
“Quienes viven en barrios populares suman a la alta vulnerabilidad social que presentan frente a los desastres el hecho de que esas zonas suelen ser particularmente calurosas” señalan María Victoria Boix y Alejandro Sáez Reale, directora y coordinador de Ciudades, respectivamente, del CIPPEC, “por la baja provisión de espacios verdes y arbolado que mitiguen el efecto de ‘isla de calor’ urbano, y los déficits de calidad de las viviendas en términos de materiales, hacinamiento y acceso a servicios básicos como agua corriente, electricidad o cloacas”.
Como respuestas, Boix y Sáez proponen “generar conciencia pública sobre la problemática”; “planificar y adaptar las ciudades con edificios frescos, eficiencia térmica y energética, espacios verdes y provisión de agua”; y “garantizar una respuesta adecuada para afrontar eventos extremos de modo de minimizar daños”. Y citan los ejemplos de Miami (lanzó una campaña pública para generar conciencia sobre el impacto del calor extremo), Medellín (creó treinta corredores verdes que lograron reducir hasta en cuatro grados la temperatura en zonas críticas), Sidney (diseñó un plan de arbolado urbano con especies resistentes al calor), y Los Ángeles (localizó decenas de ‘centros de enfriamiento públicos’, gratuitos y con aire acondicionado).
Un niño aterrador
“En las primaveras y veranos bajo la influencia de El Niño suelen aumentar la frecuencia y la intensidad de las precipitaciones en gran parte del centro y norte argentino” revelan en el SMN: “lo que incrementa la probabilidad de tener inundaciones, crecidas de ríos, tormentas intensas y deslizamientos de tierra”.
Según la ONU, “la era del calentamiento global ha terminado, y ahora es el momento de la era de la ebullición global”. Así lo advirtió días atrás el secretario general, António Guterres: “No necesitamos esperar hasta finales de mes para saberlo. Julio de 2023 batió todos los récords. El cambio climático está aquí. Es aterrador... Y esto es sólo el principio”.
“Sin planificación en el desarrollo de las ciudades, las olas de calor serán cada vez más mortíferas”
“Las obras existentes ofrecen sólo una respuesta parcial a los posibles problemas”
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