“Loca”: una novela que desentraña la salud mental

La trama gira en torno a Carola, una mujer que pelea contra la depresión. Este último libro marca el debut en la ficción de la escritora platense Lorena Pronsky. Detalles de una realidad problemática

Edición Impresa

Por FRANCINA LORENZO

florenzo@eldia.com

El último libro de la escritora platense Lorena Pronsky, “Loca”, es, en realidad, el primero de ficción. Ya con varios títulos publicados, la licenciada en psicología se había inclinado al ensayo. Nacida en La Plata en 1976, estudió en la Facultad de Humanidades de la Universidad Católica. Lorena se graduó como Licenciada en Psicología y desde entonces ha construido una carrera notable en el ámbito de la psicología clínica, especializándose en el tratamiento de adicciones.

En el año 2019, publicó su primer libro, Rota se camina igual, que resonó profundamente en miles de lectores y se convirtió en un éxito rápidamente. Su enfoque accesible y profundo logró interpelar al público y la puso entre las más vendidas. Después, Cúrame, Despierta, No amarás y Flores en el barro, terminaron de posicionarla como una voz relevante en este campo.

Además de autora es conferencista y comparte su conocimiento y experiencias en distintos puntos de Argentina y en el extranjero.

LOCA, SU ÚLTIMA NOVELA

En Loca, se adentra en el complejo mundo de la salud mental a través de la vida de Carola, una mujer que lucha contra la depresión. La narrativa, cruda y emocional, revela los desafíos cotidianos que enfrenta la protagonista, desde la culpa y el pedido de ayuda hasta las expectativas sociales que la rodean.

Pronsky se pone íntima, palabra que le gusta, dejando atrás el enfoque clínico para mostrar de manera auténtica la lucha interna, física pero también social de la protagonista. A lo largo de la historia, Carola se embarca en una incógnita, desde la soledad y los prejuicios, e intenta, torpe pero firme, identificar lo que favorece su bienestar y lo que lo perjudica.

La autora, que no romantiza ni la maternidad, pasa su lupa por las amistades, los lazos familiares y el erotismo, todos entrelazados con un trabajo introspectivo y una óptica profesional.

- Tus anteriores publicaciones fueron más ensayísticas. ¿Por qué elegiste la ficción para contar la historia de una mujer cuya crisis la empuja a una decisión extrema?

Sí, suelo escribir ensayos o microrelatos, pero quería contar una historia que permita entender la depresión desde adentro. La ficción me ayuda a mostrar las vivencias de alguien que padece este cuadro, desde que se levanta hasta que se va a dormir. A menudo, la información se centra en síntomas, pero es difícil captar lo que realmente le sucede a la persona. Existen teorías como el “querer es poder”, que requieren una voluntad que muchos pacientes no tienen, lo que puede generar frustración y culpa. A veces, a pesar de estar medicados, la depresión no cede; estar un poco mejor ya es un logro. Aunque la historia se ramificó —como el personaje de Julia, que no estaba planeado—, mi objetivo era mostrar cómo vive alguien con depresión: cómo come, duerme, se viste y hasta cómo le cuesta pedir helado. Todo esto contrasta con la “happycracia”- como lo llamo-, que sugiere que solo querer es poder, cuando lo que realmente está afectado en la depresión es la voluntad.

- ¿Cómo afecta a los pacientes con depresión intentar modificar sus patrones de pensamiento?

No hay que evitar el dolor, sino vivir con él. Salir a la plaza a dar una vuelta, en el marco de lo real, está bien por un momento, pero lo que realmente fracasa es la duración del concepto de realidad suspendido. Esa persona regresa a casa y se enfrenta a lo que intentó dejar de lado: que la despidieron, que no puede pagar la luz o cualquier otra situación. Desde esta perspectiva, se le hace creer que tiene el poder de cambiar el pensamiento negativo por uno positivo; entonces, si no lo logra, la culpa recae en ella. Esto es perverso: hacerle creer al sujeto que perdió su trabajo que es su responsabilidad sentirse así, porque no ve ese drama una oportunidad para ser más resiliente. Esta visión es perversa por parte de todo el sistema de salud que tampoco brinda contención.

- Aparece una crítica muy fuerte al sistema de salud, principalmente a médicos, enfermeras, psiquiatras, que parecen tener menos empatía que los seres queridos.

Ella a los seres queridos o a la red de contención un poco los salva pensando que están desinformados, que les falta información y que gozan con ese privilegio. Pero muchas veces Carola pide y no es escuchada: “¿Por qué no me preguntan? ¿Por qué, en vez de decirme lo que tengo que hacer, los psiquiatras no me explican cómo hago para resolverlo?”. Es totalmente disfuncional a lo que la paciente le está pidiendo: “No me tapen la angustia”.

- ¿Podría compararse tener un cuadro de depresión con tener una fractura, como explica Carola?

Conozco muchos pacientes que van a una guardia con síntomas de un trastorno de ansiedad y los mandan a casa con un clonazepam porque “no tienen nada”; ni siquiera con una sugerencia. Parece que la salud mental está desconectada del cuerpo, creando una tendencia a ver al paciente como alguien que hace drama, que le está sacando una cama a un enfermo real. La diferencia entre tener un problema y tener una enfermedad. La protagonista dice: “Es como si le estuvieras pidiendo a una persona con artritis reumatoidea que lleve una bolsa de cemento”. No puede; no es que no quiere. No somos un cuerpo escindido del alma.

 

“Crece la demanda del psicólogo y del psiquiatra como médico de cabecera”

 

- La novela es cruda. No se romantizan los tópicos. Ni siquiera la maternidad. La protagonista admite que ni sus hijos la pueden salvar.

Lo dijiste vos y me puso piel de gallina. Al contrario, apelar a “’tenés que estar bien por tus hijos” vuelve a atentar contra la recuperación. Porque uno se da cuenta de que no puede, y entonces no puede ser esa madre que esos chicos necesitan. Lo que empieza diciendo Carola es: “Si esta es la madre que van a tener, mejor que no tengan nada”. Uno pide herramientas para ayudar a una persona con tendencias suicidas, y a veces se pierden cuestiones muy sutiles. Uno no va a ver a un depresivo siempre tirado en una cama. La protagonista lo dice: yo voy a la verdulería, al trabajo, a llevar a los chicos, y por dentro mi vida es otra. Por eso aparece esta sorpresa de: “¿qué problema tendría?”, “tenés todo para ser feliz”, como si el tener tuviera que ver con el ser. Está todo muy confundido a nivel social.

- ¿Qué pasa con los vínculos? ¿El amor salva?

Aparece la parte necesaria de los vínculos y en quién se apoya uno realmente. Esto es esperanzador: el amor sano como posibilidad. No sé si de recuperación, pero sí de contención, que implica simplemente estar, no solo levantarla de la cama. Hay una necesidad de ser salvada, aunque sea por emociones positivas. Luego, el psicólogo le explica que esto no es él, está en vos; él existió y te dejará una huella. Buscarás ese amor que te hace bien, no el desafectivizado que aparece en redes sociales. Bruno se presenta como el amor que quiere vivir. Me gusta la idea de diferenciar entre consumar un encuentro y consumirlo como destrucción del objeto.

- También Carola tiene un orgasmo después de mucho tiempo. ¿Cómo funcionan los antidepresivos y la sexualidad?

Yo mezclo la salud y la literatura, porque me parece necesario entender que la incapacidad de tener un orgasmo está muy controlada por los antidepresivos, sobre todo por la fluoxetina que ella toma. Pero casi todos los antidepresivos tienen efectos secundarios. Así y todo, la medicación actúa de forma distinta cuando uno va modificando el entorno y las cosas que va haciendo. Después de tanto celibato medicamentoso, sin poder conectarse con el deseo sexual, - que también le pasa al depresivo- Bruno aparece como una posibilidad y está bueno.

- El proceso que atraviesa la protagonista para enfrentar su crisis es muy racional: terapia, medicación, psiquiatras…

Me propuse abordar este tema con responsabilidad profesional. No conozco otra forma de superar los procesos anímicos que la que sigue nuestro personaje. La enfermedad mental no tiene nada de romántico; es dolorosa para quienes la padecen y desconcertante para quienes acompañan. Nadie se recupera yendo siete días al Tíbet a agradecer al universo. Se puede apelar a mindfulness, ejercicio y contacto con la naturaleza, pero la terapia psicológica, el apoyo afectivo y la medicación son necesarios para restaurar el equilibrio químico del individuo. No es responsable suavizar su realidad.

- ¿Cómo se posiciona la autoayuda en este momento?

El desarrollo de la ciencia sobre la depresión y otros trastornos psiquiátricos no ha avanzado mucho. Muchas personas, a pesar de estar medicadas, reflejan en redes sociales la imposibilidad de recuperarse. La ciencia avanza, pero también el dictamen social, que pone metas inalcanzables para el depresivo, afectando su recuperación. La autoayuda es problemática porque nadie se ayuda a sí mismo sin herramientas. Al principio, se puede sentir motivación, pero eso se pierde sin una red de contención y guía. No tiene que ser un psicólogo, pero sí alguien capacitado. La vida es un duelo; ganamos y perdemos a la vez. Es fundamental no negar sentimientos negativos como la tristeza. Cambiar lo negativo por lo positivo no funciona a la larga; es muy fácil escuchar que “el querer es poder”.

- Al principio todo el mundo la llama loca desde un lugar peyorativo, y al final ella resignifica eso y acepta esa locura, pero desde otra perspectiva.

El libro invita a cuestionar quién está sano. Resignificar la locura como un privilegio es relevante, porque ella no quiere ser parte de eso. Ella piensa: “Me volví loca. Pero, ¿quién contiene esto? ¿Cuál es el rol de la sociedad? ¿Cuánto del afuera me ha dañado?” El hombre aparece como un ser hostil, y no porque su pensamiento sea depresivo, sino porque construye esa percepción a partir de la realidad. Estamos acostumbrados a escuchar sobre inclusión social en identidad de género, pobreza y feminismo, lo cual es genial. Pero, ¿y la salud mental? Es importante reconocer que muchas enfermedades mentales son responsabilidades nuestras y no deben aislarse. El grito silencioso de Carola es: “Hacé lo que quieras, pero a mí no me ayuda encerrarme. El mundo seguirá igual”.

- Carola se queja de no ser escuchada. ¿Qué pasa con la escucha hoy en un mundo hiperconectado?

Este encuentro que estamos haciendo se da porque hay un marco de intimidad. Todo lo que pasó: llegaste, te recibí bien, sonreímos y nos abrazamos. Así, surge esta charla tan linda, sin saber cuánto tiempo ha pasado. Pero cuando estás chateando con alguien mientras trabajas y te aburres, buscas un estímulo externo para enviar un mensaje y alegrar el día. Ahí no hay intimidad; le estás diciendo cosas, pero eso no implica una verdadera comunicación. Por eso está en boga la queja de: “Me escribió toda la semana y el fin de semana desapareció”. La pregunta es: ¿qué te hace pensar que va a aparecer el fin de semana? Te estuvo escribiendo solo para obtener un poco de dopamina y escapar del malestar o aburrimiento, pero eso no significa que haya una conversación significativa.

 

“Quería contar una historia que permita entender la depresión desde adentro”

 

- Las redes sociales son un generador de ansiedad. ¿Realmente han aumentado las consultas y en personas más jóvenes?

Todo ha aumentado: las consultas, la venta de psicofármacos, especialmente Rivotril, con un pico del 100%. La industria de la felicidad crece y así la demanda del psicólogo y del psiquiatra como médico de cabecera. No hay tunos. Me pregunto si nuestra forma de relacionarnos influye. La soledad persiste, y las conexiones son virtuales. La sexualidad se separa de lo afectivo y los encuentros son rápidos y descoordinados. Esto lleva a la sociedad a lugares oscuros, haciéndonos funcionales al sistema que criticamos. Hay que deconstruirse, pero no se sabe qué se está construyendo. El libro busca interpelarnos sobre cuánto contribuimos al sistema. La felicidad se compra, y no hay libros que enseñen a ser mejor persona. Decir “querete” a un narcisista es peligroso. Necesitamos ser más revolucionarios; estamos atrapados en una Matrix, creyendo que somos libres.

Actividad
La autora realizará una firma de ejemplares el próximo martes 15 de octubre, a las 17.30 hs. en El Ateneo La Plata (c. 50 Nº 661)

 

Loca
LORENA PRONSKY
Editorial: Vergara
Páginas: 320
Precio: $27.699

 

Un fragmento de “Loca”

Ellos podían hacer algo que para mí siempre resultó imposible: Disfrutar, estar presente en el lugar donde efectivamente estaban. Vivir la situación. Sentirla. Estuve años intentando saber cómo se hace para estar en el lugar en el que estaba mi cuerpo. Años intentando dejar de mirar la escena como si yo estuviese dentro de una burbuja. Ellas hablaban, se reían, festejaban Mientras que mi vida transcurría en mi cabeza. Yo me pensaba. En otro lado. En un barco en el medio del mar. En una isla perdida. En mi cama. En mi cabaña de campo con mi vestido. Lejos. Bien lejos. De esta realidad.

Las frases de autoayuda nos sofocan. No estamos en condiciones de agradecer la existencia de las tostadas ni sacarnos una selfie acariciando al perro. Ni de programar un viaje para disfrutar. Ni de pensar en positivo, ni mucho menos de anotar diez cosas por las cuales estemos agradecidos a una vida a la cual no estamos perteneciendo. Dejen de mentirle a la gente rota. Paren de empujar. No somos tarados. Nos estamos curando. Nuestro entorno es, sí, parte indispensable para apoyarnos mientras intentamos la remisión esporádica de los síntomas, pero esta oscuridad que padecemos no puede ser iluminada por nadie, aunque sea difícil de soportar esta respuesta.

Loca
Lorena Pronsky

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