Nuevas formas de conocerse: entre las góndolas o en busca de trabajo

En supermercados o plataformas para enviar currículum, las personas buscan métodos diferentes para encontrar a su “crush”

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Las aplicaciones de citas como Tinder, que en su momento revolucionaron la manera de conocer personas, parecen haber entrado en una etapa de agotamiento para muchos usuarios. El catálogo digital de potenciales parejas que tanto sedujo en sus inicios, hoy resulta más una fuente de frustración que de conexiones auténticas. En el corazón de esta desilusión, aparece un fenómeno que lleva a hombres y mujeres a buscar alternativas que los devuelvan al cara a cara, a esos encuentros fortuitos en la vida real, lejos de la pantalla del celular.

Ya sea por cansancio o por la búsqueda de algo más genuino, muchas personas han comenzado a explorar espacios que, aunque no pensados exclusivamente para el romance, permiten crear lazos de manera natural. Desde actividades grupales como el ciclismo, hasta experiencias en supermercados (uno es el caso de Chango Mas, que en la Ciudad tiene una sucursal en Gonnet) donde una lata de ananá o una botella de vino en el carrito pueden ser un guiño para alguien que esté dispuesto a entablar una conversación. Es, como algunos describen, una vuelta al “levante” en la vida real, pero con una dosis de frescura y espontaneidad que las apps de citas ya no parecen ofrecer.

No sorprende, entonces, que las cenas grupales y las actividades lúdicas para conocer personas estén ganando terreno. El supermercado se transforma en un lugar de encuentros casuales, y las cenas con desconocidos se han convertido en una opción popular para quienes buscan salir de la rutina de la virtualidad. Es curioso cómo algo tan cotidiano como hacer las compras o participar en una noche de bingo o Tuttifruti puede dar lugar a nuevas conexiones, a veces sin la presión explícita de buscar pareja. Y aunque no siempre se forman romances, la posibilidad de generar lazos de amistad o de trabajo es un valor agregado que muchas de estas experiencias ofrecen.

El desencanto con las aplicaciones de citas no es un fenómeno aislado. Expertos coinciden en que el modelo digital de “ver y elegir” termina resultando vacío. El sociólogo Esteban Dipaola, investigador del Conicet, reflexionó, en diálogo con Clarín, sobre este cambio de tendencia, subrayando que los nuevos espacios de encuentro permiten un intercambio más profundo y libre de expectativas inmediatas. Se trata de encontrar un terreno común, de descubrir intereses compartidos, algo que las aplicaciones no siempre logran capturar con precisión.

Lo que surge es una necesidad de recuperar el encuentro auténtico, esa chispa que sólo puede encenderse cuando se está frente a frente, donde el lenguaje corporal, las risas y las miradas juegan un papel fundamental. El especialista en ansiedad y sexología Alexis Alderete lo explica de manera contundente: “La pantalla de un celular jamás podrá reemplazar lo que se genera en una buena conversación en vivo”. Su afirmación resuena con muchas personas que han probado las apps y que, tras varios intentos fallidos, deciden buscar algo más genuino y humano.

En este contexto, diferentes iniciativas están floreciendo, proponiendo experiencias de “levante” más lúdicas, descontracturadas y, sobre todo, reales. La tendencia es clara: la gente quiere volver a conocerse de manera orgánica, sin la presión que muchas veces generan las citas digitales. Incluso LinkedIn, una red inicialmente pensada para conexiones profesionales, ha sido reconfigurada por algunos usuarios para filtrar posibles coincidencias afectivas basadas en carreras o intereses. La profesionalización del “levante” es, quizás, una respuesta a la saturación que genera el uso continuo de las aplicaciones de citas, pero no deja de ser un intento por recuperar lo esencial: la conexión humana.

Mientras tanto, en los bares y centros culturales, surgen espacios donde conocer a alguien ya no implica un clic en una pantalla, sino el simple gesto de acercarse y hablar. Lugares como “Vuela el Pez” en Palermo o los encuentros que organiza “TimeLeft” proponen dinámicas grupales que facilitan el diálogo, la interacción y, en algunos casos, el romance. Es un enfoque diferente, que desafía la idea de que el amor debe encontrarse exclusivamente en el mundo digital. A fin de cuentas, el amor, la amistad y las relaciones interpersonales necesitan del contacto humano, de la chispa que enciende una buena conversación o una mirada cómplice.

Casi como una ironía, algunas de las dinámicas que ahora triunfan en la vida real tienen una raíz tecnológica. El algoritmo sigue presente, pero esta vez no para mostrar un listado de perfiles, sino para organizar una cena entre desconocidos o para armar mesas en función de compatibilidades. Y aunque no siempre se consigue el objetivo romántico, el resultado es un regreso al encuentro social que trasciende la pantalla.

Es probable que la tendencia continúe creciendo, que el superdating y las cenas grupales sigan atrayendo a quienes buscan escapar de la frialdad de las apps. Porque, como señala Dipaola, la experiencia artificial del “todo asegurado” ya no satisface a quienes buscan algo más profundo y auténtico. No se trata de producir imágenes de emociones, sino de vivirlas. Quizás, en este regreso a lo presencial, se encuentre la verdadera revolución del levante: esa en la que, finalmente, volvemos a conectar con otros seres humanos de manera real y espontánea.

 

Por cansancio o en busca de lo genuino, muchas personas exploran nuevos espacios

 

 

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