Carlos, Camila y Kate ¿quién manda?

El impacto de las enfermedades del rey del Reino Unido y la princesa de Gales, quienes fueron diagnosticados con cáncer. Cómo afectó sus roles institucionales y familiares

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Por VIRGINIA BLONDEAU

vivirbien@eldia.com

“Cada familia es un mundo”, “Los trapitos sucios se lavan en casa”, “De los parientes y del doctor cuanto más lejos, mejor”. La lista de refranes referidos a la familia es larga y variopinta. Y casi todas se aplican a los Windsor.

Aunque la fallecida reina Isabel II haya hecho de la discreción su mantra, su descendencia se las ha ingeniado para estar siempre en el candelero de la crónica amarilla. No todo lo que se publica es cierto pero las monarquías son poco dadas a informar sobre cuestiones privadas que los observadores de la realeza suelen tener que armar el rompecabezas de lo que realmente sucede con suposiciones, expresiones de deseos y algún que otro invento.

Cuando Harry y Meghan dieron el portazo, descubrimos que no todo eran rosas dentro de la familia y que las crisis no habían trascendido gracias a los delicados hilos que se habían tejido entre el palacio y los medios afines para conservar cierto hermetismo.

Los de los duques de Sussex y la muerte de su madre fueron dos pérdidas que Carlos tuvo que afrontar y, más allá de los sentimientos, la pregunta que todos nos hacíamos era si iba a poder sostener el nivel de popularidad con que gozaba la monarquía.

Carlos tenía 74 años cuando fue coronado. Y su esposa, Camila, 75. Una edad más adecuada para abdicar que para asumir nuevos desafíos. Pero, precisamente, estas debilidades se convirtieron en fortalezas.

Gran Bretaña aceptó a la nueva pareja real. Al fin y al cabo el de ellos era un amor otoñal que había triunfado. Por su edad y características no habría cambios tan modernos ni bruscos y, en breves años, la rutilante pareja formada William y Kate con sus preciosos niños, sería la protagonista. Carlos y Camila ofrecían un escenario de transición y cambio paulatino que tanto gusta a la sociedad inglesa.

No podemos decir que hubiera gran complicidad ni cariño entre las dos parejas principales del reino aunque sí buen entendimiento. Pero… el destino se interpuso. A comienzos de este año y con apenas días de diferencia la casa real informó que tanto el rey Carlos III como Kate, la princesa de Gales, debían operarse. De hecho ambos estaban internados en el mismo hospital.

Era evidente que algo grave les pasaba y, a partir de allí, comenzó a vislumbrarse dos maneras muy distintas de asumir la enfermedad. Mientras que Carlos blanqueó rápidamente que tenía cáncer, Kate tardó en blanquear el mismo diagnóstico y lo hizo, con hermetismo, unas semanas después.

Quedó en evidencia como el rey privilegió lo institucional mientras que los príncipes de Gales decidieron preservar a su familia y cancelar, ambos, toda su agenda.

¿Quién reinaba en Inglaterra entonces? Nada más y nada menos que Camila, la reina consorte. Una vez más los ingleses volvían a tener una mujer una mujer en el “trono” y la menos pensada. Los hermanos y primos de Carlos tomaron algunas funciones de representación pero se extrañaba, y mucho, a Guillermo.

Camila se puso la monarquía sobre los hombros hasta que un día se plantó y dijo “basta”. El palacio anunció que luego de semanas de compromisos institucionales seguidos, la reina estaba agotada y se iba a tomar unos días de descanso.

¿Se había hartado Camila de que todo recayera sobre ella? ¿No debería Guillermo representar a su padre alguna vez? Es comprensible que tuviera que dedicarse a sus tres hijos pequeños pero su ausencia era llamativa. Hasta se llegó a especular la pareja se habían ido a Estados Unidos a que Kate se hiciera un tratamiento. El rumor fue desmentido con un comunicado y con una apresurada aparición de Kate en Inglaterra.

Afortunadamente el rey se fue reponiendo y su presencia en los actos de la temporada primaveral londinense fue muy bienvenida y reconocida. Guillermo, sin embargo, nunca recobró el protagonismo que su papel requiere. Tal vez ese haya sido el tema que trataron las dos parejas hace unos días cuando se reunieron. Ojalá hayan podido limar asperezas.

Guillermo y Camila en el único acto compartido en ausencia del Rey / Web

Mientras, Carlos y Camila hicieron su primera gira como reyes. Fueron a Australia y a Samoa, un viaje cansador, en el que recorrieron varios husos horarios, latitudes y longitudes. Sin embargo y por lo menos hasta el cierre de esta edición, se han mostrado con buen ánimo y sin contratiempos. El rey viaja con un equipo médico, reserva de sangre, avión propio y personal que lo sigue a cada paso.

Australia y Samoa pertenecen a la Mancomunidad de las Naciones de modo que, aunque son independientes, no son repúblicas sino que Carlos es su rey. Lógicamente no todos están de acuerdo y se lo hicieron saber. De hecho, una senadora australiana defensora de los pueblos originarios irrumpió en un acto en el Parlamento diciendo “Usted no es mi rey. Esta no es su tierra. Devuelvan lo que nos robaron. Cometieron genocidio contra nuestro pueblo”. La mujer no fue amable pero, posiblemente, haya resumido el pasado colonialista inglés en sus pocas palabras. Más allá de ese episodio en ambos países fueron bien recibidos.

Buena voluntad le están poniendo y sonrisas han repartido a pesar de los achaques. La agenda ha sido tremendamente apretada de modo que volverán hoy agotados. Se tomarán unos días de descanso y el rey retomará su quimioterapia. ¿Llegó el momento de ver brillar a Guillermo y a Kate? Ella ya está recuperada, según se informó, y él ya es hora de que asuma a pleno su papel como príncipe de Gales.

 

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