El triunfo de los optimistas

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Martín Polo

eleconomista.com.ar

Durante este 2024, los activos locales brillaron con ganancias extraordinarias tanto en bonos como en acciones, siendo uno de los mejores años para el mercado local de las últimas décadas. Un poco por la luz que llegaba desde el frente externo, en donde las acciones alcanzaron nuevos máximos históricos y los bonos de peor calidad -los CCC- comprimieron spread al mínimo histórico. No es menos cierto que los activos locales no se vieron golpeados por la apreciación del dólar contra todas las monedas -y contra el real en particular- ni por la caída de los precios de las materias primas agrícolas. Así, concluimos que la mayor parte de la excelente performance financiera estuvo asociada al éxito que tuvo el plan de estabilización de la gestión de Javier Milei.

Fue un claro triunfo de los optimistas, de los que “la vieron”, por sobre el escepticismo que generaba un Gobierno que había asumido con muy poco poder parlamentario y un plan económico que no daba señales claras más allá de un claro cambio de régimen.

¿Qué fue lo generó este cambio? En principio, primó el pragmatismo, aunque disimulado con un discurso dogmático, pero que a la luz de los hechos, no tuvo nada de diferente en cuanto a otros planes de estabilización.

La decisión del Gobierno de encarar un ajuste fiscal “cueste lo que cueste”, defendiendo la licuación del gasto de los primeros meses de gestión, permitió revertir el déficit en superávit fiscal al tiempo que, tras una fuerte devaluación inicial, usó el ancla cambiaria para contener expectativas y no arriesgó ninguna salida apresurada del cepo. El esquema inicial de pagos escalonados de importaciones, la emisión de Bopreales para la deuda comercial en un contexto de recuperación de la producción agrícola, despegue del sector energético y la propia recesión permitieron un notable superávit de la cuenta corriente cambiaria que permitió recuperar reservas y contener la brecha con el dólar “blend”. Vale destacar que, pese a la notable mejora, las reservas netas continuaban en terreno negativo.

A medida que se iban normalizando los pagos de importaciones, la cuenta corriente cambiaria empezó a sentir la presión y pasó a ser deficitaria. El esquema comenzaba una fatiga evidente que obligaba a pensar en dar un paso más para normalizar el esquema cambiario, pues el camino a las elecciones de medio término quedaba muy lejos y no parecía probable lograr financiamiento si el BCRA no arriesgaba una salida del cepo.

Es allí donde el Gobierno tuvo el gran comodín (un blanqueo de capitales que superó las expectativas, no por el monto que ingresó sino por la cualidad del mismo): un inédito aumento de los depósitos en moneda extranjera que deja un colchón para préstamos en dólares que nutren el mercado cambiario. Sí, nuevamente las empresas volvieron a tomarle el gustito a financiarse en moneda extranjera. Esto le dio los dólares necesarios para sostener el programa sin necesidad de arriesgar una apertura del cepo que pueda interrumpir el proceso de desinflación.

El éxito de la política de ajuste fiscal fue revalidado con los vetos del Presidente a los proyectos aprobados en el Congreso como la reforma jubilatoria y el financiamiento a universidades, que le podrían haber costado 1,5 pp de PIB.

Le alcanzó con un acuerdo con el PRO y otros diputados -”los héroes”- para validar los vetos. Tan convincente parece ser el mensaje del Presidente de “el superávit no se negocia” que no da señales de querer aprobar el Presupuesto 2025. Es que la lectura del Ejecutivo -y avalada por “el mercado”- es que negociar es ceder en gastos y poner en riesgo el equilibrio fiscal, perdiendo el sentido de la discusión de contar con un Presupuesto como para tener una hoja de ruta fiscal. De apuntar a presupuestos plurianuales a directamente no tenerlo, otra sorpresa de este 2024.

Superávit fiscal y estabilidad cambiaria generaron el círculo virtuoso sobre las expectativas que permiten creer en los dólares para llegar a octubre de 2025 están, lo que disciplinó las expectativas cambiarias -no se prevén salto del tipo de cambio- y la inflación se derrumbó. Argentina pasó a estar de moda.

Los desafíos para 2025

¿Y para 2025? Disipado el riesgo de un ajuste desordenado, los desafíos para 2025 son cuidar lo logrado e ir un paso más adelante para lograr las bases para que las bondades del ajuste lleguen a la economía real y normalizar el funcionamiento del mercado cambiario para captar más inversiones.

Recordemos que el ratio de inversión en relación al PIB sigue en niveles muy bajos y necesita un fuerte incremento para poder sostener tasas de crecimiento acordes para un país emergente y que hace más de una década que no logra crecer en términos de PIB per cápita.

Tener Vaca Muerta madurando siendo oferente neto de divisas es una ventaja, pero sólo con ello no alanza.

Aquí aparece el desafío que tiene el esquema actual de lograr crecer con un tipo de cambio real que quedó bajo en términos históricos. Será un año para cuidar los logros y avanzar en los desafíos, especialmente en el cambiario, pues el escenario global puede jugarnos una mala pasada: si bien el triunfo de Donald Trump puede agilizar el entendimiento con el FMI y otros organismos internacionales, el fortalecimiento del dólar, la situación en Brasil y la caída de precios de las materias primas sin dudas son un riesgo a seguir de cerca.

Los optimistas corren con la ventaja de los resultados de este año, pero la historia obliga a la prudencia y evitar caer en triunfalismos.

 

 

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