En los establecimientos educativos de La Plata, el ciclo delictivo nunca para

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El sábado por la tarde, cerca de las 17, las autoridades de un centro educativo de nuestra ciudad tomaron conocimiento de una intrusión dentro de sus instalaciones con ánimo de robo.

El hecho, que ocurrió en uno de los extremos del barrio Norte, desnudó una vez más que los ataques a los centros de enseñanza llegaron para quedarse.

La situación es muy compleja y alarmante, ya que muchos de esos establecimientos, por las pérdidas y los daños, no pueden prestar servicio con normalidad a la jornada de actividad siguiente.

Ahora el golpe delictivo se registró en el jardín de infantes Nº 934, ubicado en la calle 32 entre 6 y 7.

Fuentes del caso indicaron que fue una auxiliar de la escuela primaria Nº 102, con la que comparte edificio, la que se topó con la novedad de una puerta abierta y de inmediato pasó el dato a las demás compañeras.

Poco después, cuando los directivos llegaron al lugar, descubrieron -al poner la llave- que la cerradura se hallaba forzada.

Al parecer, el epicentro del ataque quedó circunscripto al sector de la cocina, del cual sacaron varios sachets de leche, sin que se pueda especificar la cantidad.

Lo cierto es que se quedaron sin esa mercadería clave para poder darle el desayuno a los alumnos.

Los voceros aclararon que “la heladera se encontraba desenchufada y corrida de su ubicación”.

Sin dudas, a esta altura de las circunstancias, se presume que las escuelas, en sus distintos niveles, son blanco fácil de la delincuencia, porque un gran universo de ellas carece de sistemas de protección sonoro.

Se sabe que una puerta cerrada, un vidrio o hasta una reja, no pueden frenar el embate de los violentos. Y a las pruebas nos remitimos.

Este flagelo, que se extiende sin solución de continuidad, golpea en todos los barrios del distrito. Y también a establecimientos tanto públicos como privados.

Notebooks, televisores, celulares, útiles escolares y hasta mercadería, aparecen en el radar de los ladrones, que se mueven también al amparo de las madrugadas desiertas por la ausencia de patrullajes.

Ese es el drama que vociferan todos los vecinos platenses, no importa el sector al que pertenezcan.

Ahí radica sin dudas uno de los eslabones de la cadena de inseguridad, que no se corta nunca.

Por eso la preocupación creciente en la comunidad educativa en su conjunto, cuyos esfuerzos no logran frenar el embate del mundo del hampa local.

 

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