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La Ciudad |Los desafíos

Ecosistema urbano: el arbolado, mucho más que una “cosa bonita”

Los árboles son parte del paisaje de la Ciudad, embellecen y dan sombra. Pero para los especialistas es momento de pensarlos como un actor más y planificar así su acople a la comunidad

Ecosistema urbano: el arbolado, mucho más que una “cosa bonita”

Un arbolado planificado puede brindar mucho más que sombra / Sebastián Casali

Camila Moreno

Camila Moreno
cmoreno@eldia.com

21 de Abril de 2024 | 03:10
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El violeta de los jacarandás que tiñe diagonal 73, las frutas que crecen en los naranjos de calle 47 o el follaje de los fresnos. Sin dudas el arbolado urbano es un distintivo de La Plata y una parte fundamental dentro de la vida de la Ciudad. Están quienes los aprecian más, quienes los sufren por sus alergias, o quienes hacen caso omiso, pero no se puede negar que son un individuo más dentro del ecosistema platense desde el día uno.

La planificación que caracterizó a La Plata desde su fundación, prestó especial atención a donde se ubicaban los árboles y es algo que se puede ver, cada calle tiene una especie en particular, un aroma característico.

Pero la belleza queda de lado cuando empiezan los problemas, cuando envejecen o enferman y tanto personas, como autos o viviendas comienzan a correr peligro. Los vientos fuertes que azotaron la región en el último tiempo, especialmente en el verano, dejaron esta cuestión a la vista cuando la ciudad amaneció con ejemplares arrancados de raíz y ramas caídas en el medio de la calle.

Es ahí donde el arbolado se pone bajo la lupa, en especial su (mal) estado: ¿El decaimiento es parte de su ciclo vital o el envejecimiento se acelera por la falta de mantenimiento? ¿Cómo deben reemplazarse? ¿Se los puede pensar como algo más que un individuo que aporta belleza al paisaje urbano?

“El arbolado urbano puede ser más que una cosa bonita”, respondió a la última incógnita a tono de broma pero sin vueltas la ingeniera forestal, profesora de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la UNLP e investigadora del Conicet en el Instituto de Fisiología Vegetal (INFIVE), Corina Graciano.

Hace tiempo que la ingeniera junto a su equipo de trabajo se ocupan de evaluar los servicios ecosistémicos del arbolado urbano para así terminar con los preconceptos que circulan en la sociedad: los árboles pueden hacer mucho más que dar sombra y embellecer el paisaje.

“En general, cuando se consulta por los motivos de la valoración positiva del arbolado urbano, la mayoría suelen referirse al valor estético. La planificación del arbolado urbano suele hacerse pensando en los valores estéticos: color del follaje, color y momento de floración, porte del árbol, entre otras características. Sin embargo, la población valora otro servicio que brinda el arbolado: el amortiguamiento de las temperaturas en verano, que se percibe claramente cuando se camina en una calle arbolada, cuando se descansa debajo de la sombra de un árbol”, explicó Graciano.

Sin perder de vista la importancia del valor estético, el arbolado que nutre las arterias de la ciudad se puede planificar de tal forma que ayude mucho más al ecosistema urbano y tal vez más importante aún, que se aproveche cada etapa de su vida.

Hoy en día uno de los principales problemas que atraviesa el arbolado platense es que muchos están viejos, algunos pueden superar los cien años de edad, lo que llevó al ejecutivo local a estimar que se deben retirar unos cinco mil ejemplares que ponen en riesgo a los vecinos. Para la especialista este envejecimiento conjunto puede evitarse con una planificación a largo plazo, que atraviese gestiones pero además que tenga en cuenta dos puntos fundamentales: la combinación de distintas especies en una misma cuadra y realizar una plantación escalonada en el tiempo.

“Esto requiere una política que atraviese gestiones y el convencimiento de la población”

“En general se piensa el diseño del arbolado como ‘una foto’ a la que se quiere llegar y apenas se plantan los árboles, solo hay que esperar a que crezcan, para que lleguen al estado ‘ideal’. Sin embargo, no se piensa que ese estado con árboles ya crecidos, no es eterno. Los árboles pasarán de grandes a maduros, y posteriormente a tener decaimiento. En la etapa de decaimiento causan severos problemas a la población porque pueden morir grandes ramas, pierden su aspecto bonito e incluso pueden caer partes o el árbol completo”, señaló Graciano. He aquí el quid de la cuestión, se plantan juntos llegan a su mejor momento juntos y llegan al final de su vida también juntos.

Pero además se debe tener en cuenta la variedad de los especímenes. Por ejemplo “si imaginamos los árboles de una cuadra, todos de la misma especie y tamaño, sus copas llegan todas a la misma altura, es decir, las copas forman un manto parejo. Si en cambio, se intercalan a lo largo de la cuadra árboles con diferentes alturas, aumenta la rugosidad de ese manto. La mayor rugosidad ofrece más resistencia al movimiento del viento, frena más al viento. En situaciones de vientos fuertes como se dan cada vez más frecuentemente, puede ser una buena idea aumentar la rugosidad de las calles que reciben los vientos predominantes”, manifestó Graciano, de esa manera se aprovecharía mucho más los servicios de los árboles en favor del ecosistema urbano.

No es el único beneficio, “mezclar árboles de diferentes especies también tiene la ventaja que frena la dispersión de plagas y enfermedades típicas de algunas especies. Por ejemplo las chicharritas de la espuma se alimentan de las tipas amarillas y hacen que ‘llueva pegajoso’ debajo del árbol. En diagonal 73, las chicharritas tienen una tipa pegada a otra, no les cuesta nada encontrar alimento, por lo tanto su población crece mucho. Si las tipas estuvieran intercaladas con otras especies de árboles, las chicharritas tendrían que volar más para encontrar otra tipa amarilla para alimentarse. Mezclar especies es una manera de mantener más controlada las plagas”.

Dan sombra, embellecen la vista, protegen de las ráfagas de viento y más, son múltiples sus servicios ecosistémicos. Pero no solo debe pensarse así, sino también se debe tener en cuenta que es lo mejor para los árboles. Es que se debe tener en cuenta el contexto en el que se plantarán y desarrollarán su vida, “podemos empezar a pensar en introducir al arbolado urbano especies que provengan de ambientes húmedos o secos, según donde vayamos a emplazarlos dentro de la ciudad que contiene sitios con diferentes temperaturas y humedad en el suelo, como consecuencia de las construcciones, la impermeabilización del suelo por asfalto y veredas y cambios topográficos”, destacó la especialista. Es decir es mucho más que replantar, o sacar y poner el mismo. Todo debe pensarse.

Que el amor al árbol no tape el bosque

No hay que perder de vista que tienen un ciclo vital, como tantos otros seres vivos les llega una etapa de decaimiento. ¿Hay que dejarlos llegar a ese momento? ¿Hay que intervenir antes? ¿Hay que acompañarlos en el proceso de envejecimiento? Cada uno tendrá su postura predilecta, pero para Graciano se pueden aprovechar las diferentes etapas de la vida de un árbol, a riesgo de que los “amantes de los árboles” se opongan.

Es que en la etapa de decaimiento “causan severos problemas a la población porque pueden morir grandes ramas, pierden su aspecto bonito e incluso pueden caer partes o el árbol completo” es por eso que “vale la pena ahora pensar si es deseable esperar a que los árboles urbanos lleguen a la etapa de decaimiento. En vista a la necesidad de fijar carbono para mitigar el calentamiento global, y también pensando que los árboles pueden darnos madera, vale la pena comenzar a discutir si no podemos diseñar el arbolado urbano con una dinámica diferente”, propuso la ingeniera al respecto.

Puede sonar brusco pensarlos así, como un elemento que brinda servicio en cada momento de su vida ¿Pero pensarlo como algo meramente decorativo no lo es también?

Ante esta disyuntiva, la especialista extendió más su planteo inicial y sostuvo que una posibilidad es “dejarlos crecer hasta antes que comiencen su etapa de decaimiento, que es la etapa a la que fijan carbono a mayor velocidad, y que tienen madera de buena calidad. Antes de que empiecen a decaer, cortarlos: esa madera sería utilizable y se evitan los riesgos de los árboles sobremaduros”. Pero para poder llevar a cabo esto es necesario que el arbolado se planifique desde un principio con esa lógica “porque ninguna cuadra debería quedar en un momento completamente desforestada. Siempre, en cada cuadra, debería haber árboles jóvenes, intermedios, grandes y casi maduros, e inmediatamente cortado un árbol, debería ser reemplazado por otro”, aclaró.

“Reconozco que esta idea posiblemente le caiga muy antipática a mucha gente que ama los árboles” manifestó con sensatez pero argumentó que “debemos reconocer que los árboles en estado de decaimiento deben ser sacados de los lugares públicos porque ponen en riesgo a las personas. Cuando se saca un árbol podrido, su madera va al relleno sanitario, donde se termina de descomponer y emite más carbono a la atmósfera. Si el árbol se cosecha cuando la madera está sana, se puede destinar a mobiliario público urbano, cartelerías y otros destinos que perpetuarían la vida de la madera”.

En definitiva los árboles son una parte más de la comunidad, deben ser tomados como tal y potenciar al máximo sus capacidades, pensando en su bienestar y en el de los vecinos. La de Graciano es una de las tantas propuestas a evaluar. “Hace falta pensar en profundidad estas ideas” reconoció la ingeniera y cerró: “Hay que discutirlas con la población, y solo llevarlas a cabo si hay un convencimiento generalizado, porque cualquier plan de manejo del arbolado debe realizarse a largo plazo. Esto requiere que las decisiones formen parte de una política que perdure a través de las gestiones, y sólo el convencimiento de la población puede garantizar que esto ocurra”.

 

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Un arbolado planificado puede brindar mucho más que sombra / Sebastián Casali

Variar las especies y una plantación escalonada en el tiempo es clave/sc

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