Nuevos ataques en la vía pública platense y siguen impunes los quemacoches

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Hace ya varios años que se encuentra instalado en la Ciudad el flagelo de los quemacoches, que no deja de ser una amenaza latente para cualquiera y que, al concretarse en distintos episodios, origina no sólo perjuicios sino un lógico temor en la población.

También debe hablarse en estos episodios de las graves consecuencias que se derivan del incendio de vehículos estacionados, de las eventuales explosiones en la vía pública que pueden sobrevenir y de la posible propagación de las llamas hacia otros automotores cercanos.

En una de las últimas jornadas este episodio reapareció en horas nocturnas, con el incendio de una camioneta que se encontraba estacionada en la esquina de 10 y diagonal 74. La pronta aparición y acción de los bomberos impidió que el fuego alcanzara a otros vehículos.

Los vecinos oyeron una explosión inicial, para comprobar luego que la camioneta se incendiaba y una mujer dijo que creyó ver merodeando a un sospechoso y luego arrojarle algo a la camioneta.

Cabe recordar que la del 28 de abril pasado fue calificada como una noche de terror en La Plata, cuando en el Barrio Norte y también en horas nocturnas personas desconocidas atacaron a cinco vehículos estacionados y les prendieron fuego.

El siniestro de magnitud obligó a una intervención rápida del cuerpo de bomberos que logró sofocar rápidamente las llamas, aunque algunos vehículos quedaron seriamente afectados. Pero, a varias cuadras de allí, habían sido atacados de la misma manera otros tres automotores estacionados.

Lo cierto es que la quema intencional de autos en calles de La Plata a causa del vandalismo se ha convertido en una modalidad delictiva en crecimiento. Se presenta sobre todo en horas de la madrugada y los fines de semana, de modo que quienes dejan sus vehículos estacionados en esos días y a esas horas corren el riesgo de sufrir este tipo de ataques.

En lo que se refiere a estos actos de vandalismo algunos de los cuales también afectan el patrimonio público, correspondería que rija un mayor celo preventivo por parte de las fuerzas policiales, que podría verse sustentado en mínimas tareas de inteligencia investigativa que servirían para identificar, acaso con alguna facilidad, a quienes protagonizan estos actos delictivos y antisociales.

Los distintos vecindarios, afectados por estos episodios, están seguramente en condiciones de aportar referencias valiosas sobre la actividad de estos grupos.

Por otro lado, los investigadores no debieran desoír las sugerencias que pueden formularle personas que conocen a fondo el movimiento y la vida de sus barrios.

Lo cierto es que esta actividad delictiva, que se ha visto incrementada en los últimos años, debería ser contrarrestada por un accionar preventivo y más eficaz de la fuerza policial.

 

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