Sucesivos trastornos ponen en foco a la Autopista entre la Ciudad y Buenos Aires

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La Autopista La Plata-Buenos Aires se han venido convirtiendo muchas veces –más de las tolerables- en un recorrido lento y tortuoso, lleno de incidencias negativas y con muchos tramos de su pavimento en mal estado, condicionado por baches, ondulaciones, huellas selectivas y, en horarios nocturnos, por conos de cerrada sombra, sobre todo en el tramo que va del peaje de Hudson hasta nuestra ciudad.

Con costos del peaje que no paran de trepar, resulta imprescindible que las autoridades y la empresa a cargo se ocupen devolverle a esta ruta que une a las dos capitales las características esenciales que corresponden a una autovía, entre las que se encuentran la seguridad, el tránsito fluido, la velocidad de desplazamiento y la no presencia de factores que la tornan un peligro, como los piedrazos que personas irracionales arrojan a los vehículos o la presencia de animales sueltos, entre otros incidentes.

En las últimas jornadas se sucedieron dos episodios que se tradujeron en riesgos y demoras para los automovilistas. En la madrugada del miércoles unos diez automóviles rompieron sus neumáticos a metros del peaje de Dock Sud.

La primera hipótesis que se manejó fue una sospecha acerca de un acto intencional para obligar a los conductores a frenar y allí ser asaltados.

Sin embargo, desde la empresa Aubasa que tiene la concesión de la Autopista Buenos Aires –La Plata señalaron que se trató de un desperfecto en la calzada.

Las pinchaduras ocurrieron por “problemas en una junta de dilatación de hierro” de los desagües que se encuentran a lo largo de toda la autopista. Desde Aubasa agregaron que “no sabemos si se descalzaron o si las robaron”.

A pocas horas de ello se registró un choque múltiple entre ocho automóviles, a la altura del km 19 en la mano hacia Buenos Aires, que se tradujo en demoras como resultado de la reducción de carriles. Eso hizo que se bajara la velocidad de circulación y que se produjeran los clásicos embotellamientos, con muchos conductores que avanzaron dificultosamente por la banquina externa.

En este caso se trató de un choque en cadena que bien pueden resultar ser azaroso, ajeno a toda previsión.

De todos modos, está claro que esta clase de episodios se reitera y obliga a los automovilistas, demasiadas veces, a transitar a paso de hombre durante largos kilómetros.

Sea también por los piquetes variopintos que las cortan con mucha frecuencia o por otras razones, lo cierto es que la Autopista deja de cumplir hace años la función para la cual fue creada.

Las supuestas ventajas que debe ofrecer, que son connaturales a su esencia, se convierten en insólitos trastornos para los miles de usuarios que las utilizan, pagando un canon para ello.

Si no lo hacen los responsables de la concesión, las autoridades del Estado responsables de estas vías camineras debieran adoptar medidas preventivas y, llegado el caso, aplicar las sanciones que correspondan, para evitar que transitar hoy el medio centenar de kilómetros entre las dos capitales se convierta en una aventura plagada de obstáculos, que además demanda en muchas ocasiones casi dos horas de viaje agotador.

Si se toma en cuenta que existe avanzado y en obra un proyecto que puede enlazar al Camino del Buen Ayre, también llamado Autopista Presidente Perón, que viene del sector norte y oeste del Conurbano bonaerense, con la Autopista La Plata-Buenos Aires –es decir, que a esta última se sumarán intensos flujos de tránsito- no resulta difícil predecir, según opiniones de especialistas, la situación crítica que puede sobrevenir para la ya recargada autovía que une a nuestra ciudad con la capital del país.

 

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