Encuentros para hablar y conocer otros idiomas: una tendencia políglota en La Plata
Edición Impresa | 1 de Septiembre de 2024 | 07:37

En las noches platenses, entre el bullicio de la ciudad, hay un rincón donde las palabras no conocen fronteras. Allí, las historias se tejen en idiomas diversos, y los acentos se entremezclan como las notas de un tango que suena de fondo. En los bares del Centro, cada miércoles, se enciende una chispa que transforma la rutina en algo extraordinario. Se trata de Mundo Lingo, una plataforma que propicia un encuentro que no solo rompe el silencio de la noche, sino también las barreras del idioma y la cultura.
Dentro de la plataforma, se puede encontrar rápidamente la invitación a la comunidad que reside en La Plata para encontrarse cada miércoles, a las 20 horas, en algún bar de la Ciudad. Antes solía realizarse en Antares, de calle 56, entre 11 y 12, cerca de la Plaza Moreno. Sin embargo, últimamente se cambió la sede a Blunt, en 57, entre 12 y 13.
A su vez, aparecen perfiles de organizadores de eventos y de personas prestas para conocer a otros e intercambiar en distintos idiomas, generalmente en ingles.
También hay propuestas para conectar mediante redes sociales o aplicativos de videoconferencia o llamadas virtuales como Discord.
Todo comenzó en Capital Federal con un deseo simple pero poderoso: la necesidad de Benjamin Moreira, un inglés que llegó a Buenos Aires con ganas de algo más que lo que ofrecen las guías turísticas. Buscaba una conexión genuina, un espacio donde el idioma fuera más que un medio de comunicación, sino una herramienta para descubrir almas, tradiciones y formas de ver el mundo. Así nació la idea de un evento de intercambio de idiomas, abierto a todos, sin pretensiones y con la única condición de querer hablar, escuchar y aprender.
Y entonces esta idea se retificó con lo que, cada semana, distintos grupos de personas, tanto platenses como extranjeros cada uno con la bandera de los países cuyos idiomas habla, en su mayoría jóvenes de entre 25 y 35 años, acuden a un bar céntrico para encontrarse e intercambiar. Algunos llevan el deseo de practicar un idioma que han aprendido en clases, pero que nunca han podido poner en práctica. Otros llegan simplemente por la curiosidad de conocer a alguien nuevo, alguien de otra parte del mundo. Las banderas que llevan pegadas en sus remeras o en el brazo funcionan como una carta de presentación silenciosa. Una primera bandera indica su país de origen o su lengua materna, y de allí en adelante, las otras representan los idiomas que desean practicar.
El ambiente en estos encuentros es una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Las miradas curiosas se cruzan entre sorbos de cerveza o mojitos, y las primeras palabras surgen tímidas, como si estuvieran probando las aguas antes de lanzarse de lleno a la conversación. Federico Alterleib, uno de los coordinadores, juega un rol casi de director de orquesta, moviendo las piezas del tablero social para que nadie se quede sin participar. Con su estilo descontracturado, impulsa a los asistentes a levantarse, moverse, rotar entre los grupos y, sobre todo, a no tener miedo de equivocarse. Su mantra es simple: siempre habrá alguien que hable mejor y alguien que lo haga peor, pero lo importante es hablar.
Entre los rostros de esa noche se encuentra Gianfranco, un joven italiano de Palermo que, con una soltura que delata su juventud y su espíritu aventurero, se mueve por el bar como pez en el agua. Sus ojos azules captan más de una mirada, pero él parece estar más interesado en compartir una anécdota sobre el fernet con coca, una combinación que lo tiene intrigado desde que llegó a Argentina. Su sorpresa es evidente cuando cuenta que en su ciudad natal, su padre mezcla el fernet con café después de cenar. Su historia resuena en el grupo de palermitanos que lo rodean, generando risas y nuevos intercambios culturales.
Existen perfiles de organizadores e interesados en intercambiar idiomas
A pocos metros, en la barra, Antonio, un cubano con una personalidad desbordante, prepara mojitos mientras observa con interés el encuentro entre Emma, una noruega de expresión tranquila, y Germán, un alemán con el rostro serio. La tensión entre ellos es palpable, pero con un chiste en inglés, Germán logra romper el hielo, y la sonrisa de Emma ilumina la conversación que sigue. Es un pequeño momento de triunfo en medio de la multitud, un recordatorio de que, a pesar de las diferencias culturales, todos están allí con el mismo propósito: entenderse.
La comunidad de La Plata se reúne cada miércoles, a las 20 hs., a cuadras de Plaza Moreno
Para algunos, como Analía, una treintañera de de Altos de San Lorenzo, Mundo Lingo es más que un espacio para practicar idiomas; es una oportunidad de desempolvar recuerdos, de revivir experiencias pasadas y, por qué no, de planear aventuras futuras. Mientras charla con Emilia, una neoyorquina que se encuentra de intercambio en la ciudad, no puede evitar sonreír al recordar su italiano un poco oxidado. Pero la conversación pronto deriva en consejos de viaje, y Noelia ya sueña con su próximo destino, Nueva York, lista para explorar la Gran Manzana con las recomendaciones frescas de su nueva amiga.
Para Emilia, el encuentro no es solo una oportunidad de practicar español, sino también de empaparse aún más en la cultura argentina. Sus ojos brillan cuando habla del asado que probó por primera vez, y de cómo, a pesar de estar tan lejos de casa, Buenos Aires se ha convertido en un lugar donde se siente a gusto. Es ese sentimiento de pertenencia lo que la mantiene volviendo cada semana, convencida de que, aunque su estadía en la ciudad sea temporal, las conexiones que hace aquí son lo suficientemente fuertes como para trascender la distancia.
En otro rincón del bar, Miguel, un colombiano de 38 años, conversa con Madlyn y Jacqueline, dos peruanas que han encontrado en la Ciudad un lugar para estudiar y crecer. Aunque al principio Carla se sentía incómoda con el “tonito” porteño, ahora, entre risas y anécdotas compartidas, ha dejado atrás sus reservas. La ciudad la ha conquistado, y aunque su acento siga siendo distinto, ya no teme perder su identidad al mezclarse con los porteños que la rodean.
Esos pequeños momentos de conexión son los que definen a Mundo Lingo. No se trata de dominar un idioma a la perfección, sino de abrirse a la posibilidad de entender y ser entendido, de descubrir que detrás de cada palabra hay una historia, una vida, un universo por explorar. Y es en esa mezcla de culturas, de sonidos y de miradas, donde las diferencias se desvanecen y surge algo nuevo, algo que trasciende las fronteras geográficas y lingüísticas.
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