Carnes: la cantidad justa para no dañar al planeta
Edición Impresa | 22 de Septiembre de 2024 | 07:43

La relación entre el consumo de carne y el impacto ambiental es uno de los temas más complejos y controversiales en la discusión actual sobre cómo mitigar el cambio climático. La carne, tan arraigada en muchas culturas y dietas alrededor del mundo, ha pasado de ser un símbolo de abundancia y prosperidad a convertirse en un factor clave en los debates sobre sostenibilidad. Pero, ¿realmente comprendemos hasta qué punto nuestros hábitos alimenticios pueden estar contribuyendo al deterioro del medioambiente? Las cifras, respaldadas por diversos estudios científicos, son claras y alarmantes. Se estima que el consumo de carne debería reducirse al menos en un 50% para evitar efectos catastróficos en nuestro entorno. Esto no es una afirmación superficial; detrás de ella se esconden años de investigación y un consenso creciente entre expertos en salud y medioambiente.
Desde hace tiempo, la comunidad científica viene advirtiendo que detener el cambio climático es una urgencia que no puede esperar más. Limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados Celsius se ha convertido en un objetivo primordial para evitar los peores escenarios. Este límite de temperatura ha sido reconocido como el punto de inflexión, más allá del cual los daños al planeta podrían ser irreversibles. Sin embargo, para lograr esto no basta con reducir las emisiones de carbono producidas por los automóviles o las fábricas; el enfoque debe ser integral. Y dentro de ese enfoque integral, la dieta juega un papel fundamental. En particular, la reducción en el consumo de carne se ha identificado como una de las acciones más eficaces para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que la ganadería, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), es responsable del 14.5% de dichas emisiones, más que el total del transporte mundial.
A esto se suma la publicación de Goodland y Anhang, que señala que el ganado y sus subproductos emiten el 51% de los gases de efecto invernadero a nivel mundial, una cifra que pone en duda muchas de las soluciones simplistas que a veces se presentan para el cambio climático. Es fácil pensar que si todos cambiáramos nuestros autos por vehículos eléctricos o si instaláramos paneles solares, el problema estaría solucionado. Pero la realidad es que mientras sigamos manteniendo niveles desmedidos de producción y consumo de carne, el avance será insuficiente. Este es el verdadero desafío: cambiar hábitos tan profundamente enraizados en la cultura y el consumo diario.
El informe de la Comisión EAT-Lancet sugiere una vía clara para comenzar este cambio: reducir drásticamente la cantidad de carne roja que ingerimos y duplicar el consumo de alimentos saludables como frutas, verduras, legumbres, nueces y semillas. No se trata simplemente de hacer un cambio en lo que comemos, sino de replantearnos cómo entendemos la alimentación en un contexto global. Al disminuir la ingesta de carne y procesados, no solo contribuimos a la salud del planeta, sino también a la nuestra. La carne roja, según estudios, está vinculada a un mayor riesgo de cáncer colorrectal, diabetes y enfermedades coronarias. El exceso, entonces, no solo afecta al medioambiente, sino que también pone en riesgo nuestra salud.
Ensalada de Quinoa y kale o col / Freepik
Legumbres: porotos, lentejas, garbanzos, etc.
Tofu y tempeh: proteínas vegetales derivadas de la soja.
Nueces y semillas: almendras, nueces, semillas de chía, etc.
Productos a base de plantas: hamburguesas y salchichas a base de legumbres, cereales o vegetales.
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