¡La bronca que tiene Trump! No le dieron el Nobel y está que trina
| 10 de Octubre de 2025 | 17:27

En la Casa Blanca, el anuncio cayó como un balde de agua fría. El Comité Noruego del Nobel otorgó el prestigioso Premio de la Paz a la dirigente venezolana María Corina Machado, destacando su “incansable defensa de la democracia frente al régimen de Nicolás Maduro”.
Pero a miles de kilómetros, en Washington, la noticia tuvo otro sabor: el de la frustración presidencial.
Donald Trump llevaba semanas insinuando que este año sería el suyo. Su entorno se encargó de dejar trascender que el mandatario “cumplía con creces” los méritos para recibir el Nobel: había mediado en el acuerdo entre Israel y Hamás, impulsado acercamientos diplomáticos y —según su propio relato— “terminado ocho guerras” desde su regreso a la Casa Blanca, en enero pasado.
El enojo de la Casa Blanca
Apenas se conoció el fallo del jurado, el director de comunicación presidencial, Steven Cheung, salió a defender a su jefe con un tono entre épico y dolido.
“El presidente Trump seguirá alcanzando acuerdos de paz, poniendo fin a guerras y salvando vidas. El comité del Nobel demostró que pone la política por encima de la paz”, escribió en la red social X.
En otro mensaje, Cheung redobló la apuesta: “Tiene el corazón de un humanitario, y nunca habrá nadie como él, capaz de mover montañas con la fuerza pura de su voluntad”.
La frase sonó más a discurso de campaña que a un comunicado oficial, pero reflejó el clima en Washington: desazón y enojo por un premio que se les volvió a escapar.
Trump y su obsesión por el Nobel
No es la primera vez que el presidente se siente injustamente ignorado por el comité noruego.
Durante su primer mandato también había reclamado, abiertamente, el reconocimiento por su papel en los acuerdos de Abraham, firmados entre Israel y varios países árabes. “A Obama se lo dieron por menos”, llegó a decir en tono desafiante.
Esta vez, convencido de haber hecho méritos suficientes, había vuelto a la carga. “Sé que he salvado muchas vidas”, dijo horas antes del anuncio, cuando todavía alimentaba la esperanza.
Pero el comité no se conmovió. En Oslo, los expertos reiteraron que la política de “América Primero” —bandera central de su gestión— es difícil de conciliar con los valores universales de cooperación, diálogo y multilateralismo que el Nobel busca premiar.
La lectura en Oslo: otra historia
Para los observadores europeos, la decisión de premiar a María Corina Machado tuvo una clara lectura geopolítica.
La opositora venezolana se convirtió en un símbolo de resistencia democrática en un contexto de autoritarismo, y su reconocimiento fue leído como un mensaje directo a Caracas... y también a Washington.
“El comité quiso destacar el coraje civil, no la diplomacia de transacciones”, explicaron analistas en la prensa nórdica. Una frase que, sin nombrarlo, sonó como una respuesta velada a Trump, quien suele medir la paz en términos de acuerdos firmados y titulares de impacto.
Del sueño al berrinche
Según fuentes cercanas al presidente, Trump habría reaccionado con una mezcla de sorpresa y furia.
“¡Increíble! ¡Otra vez política!”, habría exclamado en el Salón Oval, antes de ordenar a su equipo “seguir trabajando, que los hechos hablen por sí solos”.
En los pasillos de la Casa Blanca, algunos asesores trataron de bajarle el tono al episodio. Otros, en cambio, lo aprovecharon para reforzar el relato de que el establishment global “le teme a Trump”.
Sea como fuere, el magnate no parece dispuesto a soltar el tema: sigue convencido de que, tarde o temprano, el Nobel terminará cayendo en sus manos.
El premio que no se compra con acuerdos
Mientras tanto, en Oslo, la decisión fue celebrada por organismos internacionales y por gran parte de la oposición venezolana, que consideró el Nobel a Machado “una victoria simbólica de todos los que luchan por la libertad”.
Y aunque Trump se empeñe en presentarse como el gran pacificador del siglo XXI, los expertos recuerdan que el testamento de Alfred Nobel establece que el galardón debe ir a quien haya hecho “el mayor o mejor esfuerzo en favor de la fraternidad entre las naciones”.
En esa definición, dicen, no entran los negocios ni los titulares ruidosos.
Así, mientras María Corina Machado agradecía desde la clandestinidad el “reconocimiento al pueblo venezolano que no se rinde”, en Washington el presidente estadounidense seguía mascullando bronca.
La historia, por ahora, se repite: el Nobel le esquiva y él se enoja.
Quizás el próximo año vuelva a intentarlo. Total, si algo sobra en Donald Trump, además de ego, es perseverancia.
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