La obra literaria de Vigan escrita desde el abismo

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Después de hallar a su madre muerta en circunstancias ambiguas, Delphine de Vigan decide escribir “Nada se opone a la noche”— un intento desesperado por comprender, y quizá perdonar—. Con materiales dispersos como fotografías, cintas, recuerdos y conversaciones con sus hermanos, la autora recompone la historia de los Poirier, una familia parisina marcada por el brillo y la tragedia. Pero más que una crónica familiar, este libro es un descenso al corazón de la pérdida: un intento por poner palabras donde sólo hay silencio.

Lucile, la madre, emerge como una figura bella, inestable y devastada por los fantasmas. De Vigan no la idealiza: la observa con ternura y con rabia, con la lucidez de quien intenta reconstruir lo que el amor y la enfermedad mental deshicieron. El relato avanza entre los años cincuenta y setenta, entre fiestas, depresiones y ausencias, con la precisión de un informe y la fragilidad de una confesión.

A mitad de camino entre la novela autobiográfica y la investigación documental, De Vigan escribe desde un borde peligroso: el de exponer la intimidad familiar como materia literaria. Su escritura recuerda a la de Emmanuel Carrère o Marguerite Duras, donde lo personal se vuelve espejo de lo universal. El texto vibra entre la reconstrucción y la reflexión, entre el duelo y la necesidad de narrar para sobrevivir.

Este es un libro oscuro, pero también profundamente humano. Habla del suicidio, del incesto, del dolor que atraviesa generaciones. Pero sobre todo, de la posibilidad —siempre incierta— de hacer de la escritura una forma de redención. De Vigan logra algo casi imposible: transformar el abismo en belleza, la herida en lenguaje. Porque a veces escribir no cura, pero al menos nos permite mirar de frente aquello que nos duele.

Nada se opone a la noche
DELPHINE DE VIGAN
Editorial: Anagrama
Páginas: 376
Precio: $25.000
Nada se opone a la noche
Delphine de Vigan

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