Reiki, flores de Bach y constelaciones: el auge de otras prácticas de bienestar
Edición Impresa | 19 de Octubre de 2025 | 04:56

Durante mucho tiempo, la ciencia fue el faro de la verdad. El lugar desde donde se podía mirar el mundo con cierta seguridad. Pero algo cambió. Mientras crece la desconfianza hacia los discursos médicos y científicos —por exceso de tecnicismo o por fatiga informativa—, miles de personas se vuelcan a terapias alternativas que prometen una cura más emocional que química.
El fenómeno se extiende: reiki, flores de Bach, constelaciones familiares, astrología, biodescodificación. En todos los casos aparece una búsqueda compartida: sentirse mejor sin depender de la lógica médica tradicional. Las razones son múltiples: el estrés, el desencanto con la medicina, la necesidad de creer en algo, el deseo de recuperar el control sobre el cuerpo.
El reiki, nacido en Japón a comienzos del siglo XX, propone sanar mediante la energía. La técnica es simple: imposición de manos, silencio y confianza en lo invisible. No hay diagnósticos ni recetas, solo tiempo y presencia. En La Plata, como en muchas ciudades del país, se multiplican los talleres y las sesiones. “No sé si me curó, pero me calmó”, repiten quienes lo practican.
Las flores de Bach, creadas por el médico inglés Edward Bach en los años treinta, son esencias florales que buscan equilibrar emociones: miedo, tristeza, culpa, ansiedad. Su lógica se basa en lo simbólico más que en lo químico. “La medicina trata el síntoma, las flores el estado interior que lo causa”, suele decirse en ese mundo.
Las constelaciones familiares, por su parte, son una forma de teatro terapéutico: un grupo de personas representa la historia emocional de alguien para revelar vínculos, traumas o repeticiones heredadas. Aunque carecen de base científica, las experiencias suelen ser intensas. Muchos hablan de revelaciones, de “entender por qué repiten” o de reconciliarse con el pasado.
Estas terapias no se presentan, necesariamente, como un rechazo a la ciencia, sino como un complemento. Un modo de escuchar al cuerpo y a la mente con un lenguaje menos clínico. Frente a una medicina saturada y un sistema de salud colapsado, ofrecen algo que no siempre se encuentra en el consultorio: tiempo, contacto y escucha.
Para tener en cuenta
Pero el auge de las terapias alternativas también tiene su lado oscuro. Sin regulación ni control profesional, proliferan gurúes improvisados y promesas de curas milagrosas. Las redes sociales amplifican este fenómeno, mezclando espiritualidad con marketing. El riesgo es que la búsqueda genuina de bienestar se convierta en un negocio.
Más allá de las críticas, las terapias alternativas revelan una necesidad de fondo: la de encontrar sentido en medio del ruido. En una época de diagnósticos automáticos y vínculos virtuales, el cuerpo vuelve a ser territorio de experiencia.
Quizás, más que una huida de la ciencia, este movimiento sea un síntoma de algo más profundo: la demanda de una medicina que escuche, que abrace, que contemple. Una forma de decirle al mundo —entre frascos de flores y manos que sanan— que el alivio también puede ser una forma de fe.
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