De la medicina a las energías: crece la fe en las terapias alternativas
Edición Impresa | 19 de Octubre de 2025 | 04:57

¿Cuáles son los libros de no ficción más leídos? Según las librerías más grandes -dejando de lado acuerdos contractuales- obras como “Hábitos atómicos”, “Biopausia”, “Horóscopo chino” o “El camino del artista” aparecen en las góndolas de “más leídos” y desde “hace mucho tiempo”. Libros de auto ayuda, holísticos y de cómo hacer para tener una vida más productiva parecen ser la respuesta la pregunta: ¿cómo se vive? ¿En qué se cree? ¿En qué se puede confiar?
De esta manera, los libros de autoayuda espiritual, sanación emocional y bienestar holístico ganan terreno donde antes la ciencia parecía tener el monopolio de la verdad.
Entonces, ¿qué está pasando con la ciencia? ¿Se corrió de lugar el monopolio de la información y de sentido?
Los datos dicen que no.
En la quinta Encuesta Nacional de Percepción Pública de la Ciencia (Ministerio de Ciencia publicada en 2023), la mayoría de los argentinos —más del 80 %— considera que la ciencia y la tecnología mejoran la calidad de vida. Incluso.
Por otro lado, según la Agencia CyTA-Leloir, el 81 % de la población mantiene una valoración positiva hacia el trabajo científico y lo asocia con ideas de “avance”, “progreso” o “futuro”.
Así, el informe advirtió: “La mayoría de los indicadores reveló que el sector goza de una valoración muy alta por la parte de la ciudadanía, y que, a contramano del clima hostil que enfrenta en las redes sociales y de parte de algunos referentes públicos, los argentinos confían y respaldan el sistema científico”.
Además, tras la pandemia por Covid-19, desplegó un reconocimiento social que hacía tiempo no se veía en la Ciencia: laboratorios locales produciendo vacunas, investigadores en la televisión, científicos convertidos en figuras públicas.
Sin embargo, en el mismo ecosistema cultural donde la ciencia es respetada, florecen otros lenguajes que prometen algo diferente: alivio emocional, certezas rápidas, sentido.
Un mercado espiritual
Mientras el sector editorial argentino acusa una caída general de ventas —según la Cámara Argentina del Libro, más del 70 % de editores y libreros reportaron descensos en 2024—, el género de autoayuda y bienestar emocional se mantiene entre los más vendidos.
En los rankings de 2024, “La felicidad” de Gabriel Rolón encabeza las listas, seguido por títulos de autoayuda espiritual y mindfulness.
Asimismo, los sellos más grandes reconocen que los libros sobre energía, emociones o crecimiento personal funcionan como refugio.
Y no se trata solo de lectura.
En distintas ciudades argentinas crecen los cursos de constelaciones familiares, biodecodificación, reiki o astrología terapéutica. La Universidad Católica Argentina publicó recientemente una tesis titulada Pseudoterapias contemporáneas: un estudio empírico sobre las constelaciones familiares, donde se analiza su expansión impulsada por redes sociales y testimonios personales. En Tucumán, incluso, se ofrecen formaciones para facilitadores de constelaciones, un signo del pasaje de lo marginal a lo aceptado.
El fenómeno tiene una raíz común: una necesidad de sentido. Y el sentido, muchas veces, no se encuentra en los gráficos, las hipótesis o las revisiones por pares, sino en narrativas que prometen sanación, pertenencia o paz interior.
Certezas emocionales vs. incertidumbre científica
La ciencia trabaja con la duda como método. La certeza no es su punto de partida, sino su horizonte inalcanzable. Pero en tiempos de ansiedad, desinformación y sobreexposición, esa duda suena fría. La generación que creció entre crisis económicas, algoritmos y catástrofes ambientales busca explicaciones más simbólicas, más humanas.
Las terapias alternativas ofrecen eso: respuestas emocionales inmediatas. Dicen que todo síntoma tiene una causa emocional, que los vínculos familiares determinan los males del cuerpo, que basta con “alinear energías” para cambiar la vida. Aunque sus fundamentos no sean verificables, ofrecen un tipo de consuelo que el lenguaje científico no da.
No es que las personas desconfíen de la ciencia: desconfían de su promesa de totalidad. La pandemia dejó grietas. Se vio que la ciencia también se contradice, que la evidencia tarda, que las instituciones erran. En ese hueco, lo alternativo florece como una fe emocional.
Una generación entre dos lenguajes
El resultado es una paradoja: los jóvenes más formados y digitalizados de la historia son también los que más consumen astrología, terapias cuánticas o rituales de manifestación.
Las redes sociales amplifican esa tendencia: hashtags, videos virales y discursos que se reproducen, reúnen millones de visualizaciones. Las experiencias personales pesan más que las estadísticas.
En ese terreno movedizo, la ciencia se enfrenta no tanto a la ignorancia como a la saturación emocional. Comunica con método, pero no con consuelo. Y las nuevas generaciones piden ambas cosas: rigor y empatía.
Lo que está en juego
El desafío, entonces, no es recuperar la fe, sino entender qué tipo de fe se perdió. La ciencia sigue siendo útil, confiable, prestigiosa; pero dejó de ofrecer, por sí sola, un horizonte simbólico.
Quizás la población no se estén alejando de la ciencia, sino que estén buscando una ciencia más humana, capaz de reconocer sus límites y dialogar con la dimensión emocional de la vida. Una ciencia que no solo cure el cuerpo, sino también el sentido.
Porque al final, la pregunta no es si la ciencia perdió creyentes, sino si nosotros dejamos de creer en su capacidad de hacernos sentir acompañados en el misterio.
Crecen los cursos de constelaciones familiares, biodecodificación, reiki o astrología
La ciencia sigue siendo útil pero dejó de ofrecer, por sí sola, un horizonte simbólico
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