La obra de Leopoldo Brizuela que sigue latiendo
Edición Impresa | 19 de Octubre de 2025 | 05:00

En “Ensenada. Una memoria”, Leopoldo Brizuela devuelve al presente una historia mínima que se vuelve épica: la de una niña y su familia durante los días del derrocamiento de Perón en 1955. Desde la mirada de Poliya —nueve años, curiosidad intacta, lengua afilada— asistimos a un éxodo que apenas dura unos días, pero que en la memoria se estira como un siglo. La amenaza de bombardeo a la refinería de YPF en Ensenada se convierte en el telón de fondo para una fuga familiar que es, también, un retrato coral del país.
Brizuela reconstruye ese mundo con una prosa fragmentaria y polifónica, donde cada voz aporta un retazo de memoria. La novela se levanta sobre las ruinas del recuerdo y en los silencios que dejan las palabras dichas a medias. En ese juego entre historia y memoria, el autor capta lo esencial: cómo los grandes acontecimientos políticos se inscriben en la vida doméstica, cómo una nación se cuenta en las voces que la habitan.
El lenguaje es el verdadero protagonista: giros populares, refranes, modismos heredados de los inmigrantes. En esa lengua mestiza, llena de humor y ternura, resuena una Argentina anterior, reconocible. Llueve durante toda la novela, porque en la memoria colectiva de Ensenada la lluvia es el signo que permanece.
Así, Brizuela alcanza una de sus obras más hondas y sensibles: un homenaje a las voces olvidadas, a los días en que lo íntimo y lo político eran la misma cosa, y a la persistencia de la lluvia como forma de la memoria.
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