Lo que genera la inseguridad alimentaria

Un problema que se extiende más allá de la infancia y que condiciona el desarrollo de toda una generación

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La desnutrición infantil no es solo un problema de hambre. Es un obstáculo invisible que se instala en el crecimiento de los chicos y que, muchas veces, los acompaña toda la vida. Sus efectos no se reducen al presente: se expanden hacia la adolescencia, la adultez y, en algunos casos, se transmiten como herencia de vulnerabilidad social.

En términos físicos, la desnutrición impacta directamente en el desarrollo corporal. Los niños que no reciben los nutrientes necesarios suelen presentar baja talla, debilidad muscular y mayor predisposición a enfermedades respiratorias o infecciosas. El cuerpo, en pleno proceso de formación, se vuelve más frágil, como una estructura que no logra alcanzar su fortaleza ideal.

Pero las consecuencias van mucho más allá del aspecto físico. En la infancia, la nutrición es clave para el desarrollo cerebral. La falta de una alimentación adecuada puede generar problemas en la memoria, la atención y la capacidad de aprendizaje. Chicos que llegan a la escuela con hambre o que arrastran déficits nutricionales desde la primera infancia suelen tener más dificultades para concentrarse, comprender consignas o sostener el ritmo escolar. El rendimiento académico se resiente, y con él, la posibilidad de construir un futuro más prometedor.

El impacto emocional también es profundo. La desnutrición no solo afecta el cuerpo, sino la forma en que los chicos se perciben a sí mismos y se relacionan con los demás. La fatiga constante, la frustración frente a las dificultades escolares y la sensación de estar en desventaja generan inseguridad, baja autoestima y, muchas veces, aislamiento.

Las huellas de la desnutrición se extienden incluso a la adultez. Los especialistas advierten que quienes atravesaron la infancia sin una alimentación suficiente tienen mayores chances de padecer enfermedades crónicas, de tener menos oportunidades laborales y de quedar atrapados en un círculo de pobreza difícil de romper.

Por eso, hablar de desnutrición infantil no es hablar solo de un plato vacío. Es hablar de un futuro truncado, de generaciones enteras que cargan con desigualdades desde la cuna. Y es, sobre todo, una invitación a pensar en la urgencia de políticas públicas y comunitarias que garanticen un acceso justo a la alimentación, porque cada niño merece crecer con la posibilidad de desplegar todo su potencial.

 

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