Tan normal que asusta
Edición Impresa | 8 de Octubre de 2025 | 01:47

Por ANTONIO YANNUZZI
Tras las elecciones bonaerenses, el “fenómeno barrial” dejó desorientados a muchos analistas que, ante su falta de dotes de futurólogos, intentan anticiparse a victorias apabullantes del Gobierno. Buscan purgar el error de haber menospreciado a los libertarios en 2023 y construyeron así una máxima: que los Milei vinieron a romper todas las tendencias de la política argentina. La jornada electoral bonaerense fue, sin embargo, un nuevo golpe de normalidad frente a la expectativa de disrupción constante.
Pero, como siempre, todo termina. O bien porque se impone una nueva normalidad, o porque el hecho anómalo se revela como lo que es: una causalidad histórica que se consolida como excepción.
Después de los eventos desencadenados a partir de la derrota bonaerense, uno de los elementos que entra en cuestionamiento es la prepotencia como método discursivo permanente. La política del veto, incluso cuando se mantiene para sostener la argumentación fiscalista y la defensa del superávit, ya se encuentra debilitada frente a un Gobierno que ha perdido el aura de “imorrível” (Bolsonaro dixit).
Aunque el Gobierno intentó retroceder en su estrategia de confrontación —especialmente frente a los gobernadores que podían haber sido aliados en las legislativas—, terminó concentrando su atención en el frente externo, en la búsqueda de dólares, y en las disputas internas de su propio espacio. Ese escenario dejó el terreno propicio para que la alianza de federales, sustentada en intereses territoriales, se plante como alternativa nacional.
El espacio de los gobernadores opositores no kirchneristas nació en las reuniones de los mandatarios de la Región Centro, entre Córdoba y Santa Fe, como una alianza intergubernamental de intereses comunes frente al oficialismo nacional. Esa condición de alianza de pares, sin un representante nacional, le permitió ampliarse con la incorporación de Chubut, Santa Cruz y Jujuy, y con la expectativa de sumar en el futuro a los oficialismos de San Juan, Río Negro y Neuquén.
“Las internas pueden ser positivas para la institucionalización de un espacio que nace desde el interior”
La naturaleza intergubernamental tiene una única astilla: el rol nacional que asumió y sigue defendiendo Juan Schiaretti en el armado del espacio de centro. Habiendo sido el candidato presidencial que ocupó ese lugar en la oferta electoral de los últimos comicios, no sorprende que insista en su papel de articulador nacional. Lógicamente, esta intención de primacía genera tensiones, especialmente entre los aliados que ingresaron al espacio sólo bajo la premisa de un acuerdo entre pares.
La interna toca el corazón de la alianza y ya tiene un caso concreto de disputa. Mientras que en las provincias donde gobiernan, Provincias Unidas no enfrentará conflictos, el panorama será muy distinto en aquellas donde debe definirse si se presenta una filial del sello.
En las dos Buenos Aires, es Nacho Torres quien se encarga de marcar los límites del liderazgo de Schiaretti en la definición de candidaturas. Lejos de afectar al proyecto de Provincias Unidas, estas internas pueden ser un síntoma positivo de cara a la institucionalización de un espacio que nace desde el interior, pero que necesita ganar visibilidad en el escenario mediático nacional: el AMBA.
Allí no habrá dirigentes que sobren en un escenario de polarización que previsiblemente se intensificará en el segundo bienio libertario. Así como lo que fue un fenómeno hoy es Gobierno, también aquello que pudo parecer novedoso no está siendo más que un nuevo ciclo del péndulo argentino.
La política económica, hoy más condicionada por el calendario electoral que por un plan de crecimiento, deja al sector productivo fuera de competencia con el cóctel de liberalización y dólar intervenido. Con este panorama, si el resultado legislativo de la elección coloca a Provincias Unidas con poder de desempate, los mandatarios tendrán el arco libre para reconstruir el clivaje territorial y redefinir la polarización.
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