Pulperías bonaerenses: entre lo invisible y lo eterno

Llega el fin de semana largo y hacemos un recorrido por rincones que resisten al paso del tiempo y conservan la identidad criolla del campo argentino, espacios donde se puede comer y tomar algo con sabor a tradición

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Por CECILIA FAMÁ

A lo largo de la provincia de Buenos Aires, aún sobreviven rincones donde el tiempo parece haberse detenido. Las pulperías -esas casas bajas de muros encalados, techos de chapa o teja y mostradores de madera maciza- conservan la esencia de un país que aprendió a encontrarse alrededor de una copa de vino, una partida de truco y una charla sin apuro. Lugares más sostenidos por la memoria que por la modernidad, donde lo cotidiano se vuelve rito.

No son bares ni almacenes rurales, sino templos laicos del encuentro, espacios donde el campo argentino sigue respirando con su propio pulso. Para llegar hay que animarse a dejar la ruta principal, seguir caminos de tierra, cruzar alambrados y fiarse del instinto. Se las reconoce por señales mínimas: dos caballos atados a una tranquera, una radio que suena bajito, o un grupo de hombres mayores conversando en la puerta. Al entrar, el tiempo se ablanda: no hay pantallas ni ruido, solo el aroma a pan, cuero y yerba, el murmullo del viento y el tintinear de una copa sobre el mármol gastado.

 

LOS OMBÚES
Exaltación de la Cruz

Con más de dos siglos de historia, Los Ombúes es una de las pulperías más antiguas de la región pampeana. Se llega tras recorrer varios kilómetros de caminos rurales bordeados de álamos. Frente al edificio, dos viejos ombúes señalan su ubicación. En su interior, todo conserva el espíritu original: vino servido en vasos gruesos, fiambres caseros, pan del día y una atención pausada que parece venir de otro tiempo. De noche, bajo la luna, el lugar se ilumina como en una película: guitarras, braseros encendidos y silencios que invitan a quedarse.

 

EL RECREO
Chivilcoy

Fundada en 1882, esta pulpería supo ser posta de viajeros y punto de encuentro de la vida rural bonaerense. Su fachada, intacta, atesora propagandas antiguas, faroles, marquillas de cigarrillos y objetos que narran un siglo y medio de historia. Ubicada en una zona de remates, fue parada obligada de quienes se dirigían al oeste provincial y llegó a tener uno de los primeros teléfonos rurales. Hoy, entre vinos, picadas y guitarras, El Recreo sigue siendo un refugio contra el vértigo moderno.

 

MIRAMAR
Bolívar

En medio de la llanura bolivarense, la pulpería Miramar mantiene vivo su linaje familiar: su actual dueño, bisnieto del fundador, conserva las paredes de adobe, el piso de tierra y la quietud de otro siglo. Allí se organizan jornadas campestres con asados, juegos criollos y música. A veces, entre el humo del fogón y el sonido de un tango, parece que nada hubiera cambiado. IG: @pulperiamira_mar.

 

BAR 2 DE MAYO
San Andrés de Giles

En una esquina del pueblo, el Bar 2 de Mayo no se define como pulpería, pero lo es por derecho propio. Desde su mostrador se sirven picadas, vinos, empanadas y choripanes. Los fines de semana, la guitarra suele hacerse escuchar y el público se mezcla entre parroquianos y curiosos. Es un lugar donde los jóvenes descubren que se puede pasar una tarde sin mirar el celular y donde la nostalgia no pesa: abraza.

 

PERLAS EN LA PAMPA

Más que destinos turísticos, las pulperías bonaerenses son hallazgos. No figuran en los mapas ni lucen estrellas digitales, pero quien las encuentra se lleva algo más que una postal: la sensación de haber atravesado una puerta hacia otro tiempo. Allí, entre el polvo del camino y las copas que chocan suavemente, el alma del campo argentino todavía encuentra su refugio.

Todas las pulperías mencionadas forman parte del Catálogo de Pulperías de la Provincia de Buenos Aires, disponible en [www.buenosaires.tur.ar].

 

pulperías bonaerenses

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