Falleció por causas que se analizan y al día siguiente le vaciaron la casa
Edición Impresa | 13 de Noviembre de 2025 | 03:10
Eran pasadas las once de la noche del pasado martes cuando un vecino dio aviso a la Policía: un hombre yacía inmóvil junto a una zanja, a la entrada de un campo de Abasto, sobre la calle 200 entre 32 y 33.
Una herramienta a combustión aún reposaba en el suelo, entre ramas cortadas y el rastro evidente de una jornada de trabajo interrumpida de forma trágica.
La víctima, un trabajador rural de 51 años, había salido a cortar ramas, como solía hacerlo para ganarse el sustento. Lo encontraron boca arriba, junto a una estructura de madera que usaba como resguardo improvisado.
No había señales de violencia ni faltantes a simple vista. Solo su motosierra, su bicicleta inglesa y un cajón con cadenas como testigos mudos de lo que parecía, en principio, un accidente laboral.
Los primeros en llegar fueron los agentes policiales, alertados a las 23.30. A las 23.55 arribó el personal médico, que constató el fallecimiento. Casi una hora después, la Policía Científica comenzó su labor de peritaje, tomando fotografías, levantando huellas, registrando la posición del cuerpo y cada detalle del terreno.
Finalmente, minutos antes de las 2 de la madrugada, el cuerpo fue retirado hacia la Morgue Judicial. La carátula inicial: “Averiguación de causales de muerte”.
El lugar ofrecía más preguntas que certezas. Los uniformados observaron las ramas recién cortadas y un suelo húmedo por la noche templada. El trabajador habría perdido el equilibrio, o quizás sufrido una descarga eléctrica, o una falla cardíaca mientras manipulaba la herramienta. Nadie lo sabe aún.
Lo cierto es que las horas siguientes fueron de desconcierto y tristeza para la familia. El hombre vivía en la zona de Lisandro Olmos, en una vivienda modesta sobre la calle 53 entre 199 y 200. Allí, su hija planeaba regresar a primera hora de la mañana para buscar la documentación necesaria para los trámites de defunción.
Pero al llegar, el golpe fue doble. El portón de madera estaba violentado, la puerta principal forzada, y el interior de la casa revuelto como si un vendaval hubiera pasado.
Las velas que la familia usaba para ofrendas y rezos estaban desparramadas, la pequeña casita donde se guardaban llaves y recuerdos había sido abierta, y la llave principal, desaparecida.
La hija, entre la confusión y la indignación, recorrió los ambientes. Faltaba toda la ropa de su padre, una mochila y el teléfono celular que usaba para trabajar. También habían desaparecido documentos vinculados a la compra de dos bicicletas. Los cajones estaban abiertos, las sillas tiradas en el suelo.
Fue su tío quien le dio otro dato inquietante. Contó que, cuando se acercó al lugar del hallazgo en Abasto, había visto allí a una mujer. Según su relato, la femenina se retiró con una mochila.
Esa escena, al principio inadvertida, cobró otro sentido. La denunciante dijo que, al pedirle la devolución de los objetos, la mujer se negó, argumentando que habían sido regalos. El hombre supone que podría tratarse de la mujer con la que aparentemente el fallecido estaba manteniendo una relación. “Algo había contado pero nunca la presentó”, deslizó una fuente.
A partir de ese momento, la sospecha se extendió entre los familiares y llegó a la comisaría, donde la causa pasó a manos de los investigadores bajo la carátula de robo.
Mientras tanto, los peritos revisan los pasos finales del trabajador rural. Buscan determinar si el deceso fue efectivamente accidental o si hubo intervención de terceros. La coincidencia temporal entre la muerte y el robo encendió las alarmas: la vivienda fue violentada menos de diez horas después del hallazgo del cuerpo.
En Olmos, los vecinos comentan que el hombre era reservado, que trabajaba largas horas en el campo y que no solía meterse en problemas. Dicen que tenía pocos bienes, apenas lo necesario para su día a día, y que la motosierra -ahora en manos de la justicia- era su principal herramienta de sustento.
Las dos causas avanzan por caminos paralelos, pero con un mismo punto de origen: la vida y la muerte de un trabajador que cayó en una zanja y, al amanecer siguiente, fue víctima por segunda vez, cuando su casa fue saqueada.
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