Los plátanos del arbolado local, ¿héroes o villanos?
Edición Impresa | 2 de Noviembre de 2025 | 03:29
Francisco L. Lagomarsino
flagomarsino@eldia.com
En materia de contaminación, múltiples estudios vienen corroborando que el aire que respiramos en nuestra región está lejos de ser ideal. Compuestos y gases de alto impacto sanitario son “asesinos silenciosos” que flotan a nuestro alrededor, y el follaje frondoso de los árboles cumple una función esencial para atraparlos: retiene partículas y reduce el dióxido de carbono. Entre ellos están los plátanos, especie que aporta miles de metros cuadrados de sombra y escudo natural contra la polución. En este contexto, un proyecto presentado ante el Concejo Deliberante busca prohibir la plantación de esa especie por su potencial alergénico, e iniciar su reemplazo por alternativas “autóctonas”.
Mientras especialistas en salud pública reconocen los efectos irritantes del polen de estos árboles y sus frutos rodeados de filamentos o “pelusa”, el consenso entre investigadores y ambientalistas es que empezar a sustituir ejemplares sanos y frondosos afectaría la calidad de vida en una ciudad que ya respira aire insalubre.
La iniciativa legislativa, de la concejal Lucía Barbier (PRO), dispone que “se prohíba de manera definitiva la plantación de ejemplares de ‘Platanus acerifolia’ en la totalidad del ejido urbano del partido de La Plata, incluyendo veredas, plazas, parques, bulevares y todo espacio público municipal”.
La norma busca reemplazar progresivamente los plátanos por árboles nativos o “de bajo impacto ambiental y sanitario”. Según la concejal, la especie provoca problemas concretos de salud y gastos al presupuesto público, ya que sus raíces dañan veredas, cañerías y mobiliario urbano.
El texto determina que el Ejecutivo municipal deberá elaborar un plan de extracción y reemplazo, basado en una amplia consulta técnica y vecinal, y crear un padrón digital donde se registre el cronograma de reemplazo de los plátanos.
Alejo Berkovic, integrante del Foro en Defensa del Árbol de La Plata, califica la idea como “un horror” y advierte que se basa en una “mala fama injustificada”. Recordó que “para las personas con problemas respiratorios, el plátano es un muy buen filtrador de la polución ambiental; por eso se los eligió en la época fundacional y por su resistencia al ambiente urbano; tolera podas, sequías y compactación del suelo. No fue plantado al azar: en Nueva York o Barcelona, el 30% de los árboles son plátanos. Puede generar irritaciones leves durante algunas semanas del año, pero lo compensa con creces los otros once meses y no es altamente alergénico”.
Berkovic sostiene que el debate debería centrarse en la calidad del aire y no en eliminar árboles que aportan beneficios irremplazables. “En todo caso, si les interesa a los concejales el tema, podrían pedir estudios ambientales de calidad del aire; estamos a 15 kilómetros de una petroquímica enorme y no sabemos qué respiramos”, señala, y propone medidas alternativas: “en estos meses en que los frutos del árbol se empiezan a deshacer, podría haber más barrenderos, que pasen con aspiradoras, o subsidiarse temporariamente los antihistamínicos para las personas afectadas... y lo de las raíces se soluciona arreglando las veredas, no sacando los árboles enteros”.
“Ahora que empieza el calor, la gente está esperando el micro abajo de los plátanos; no son postes de luz que se cambian y listo, tardan 30 años en crecer”, destaca el forista, que estima razonable incorporar las especies nativas adecuadas a futuro, “pero con criterio; se habla del timbó, por ejemplo, y es más grande aún que el plátano”.
Corina Graciano, investigadora del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales, analiza que “los plátanos tienen frutos alergénicos y eso por supuesto debe considerarse, pero erradicarlos implicaría un costo ambiental altísimo. En general son árboles añosos, que dan sombra, son bonitos... Ningún extremo puede ser bueno. Una cosa es replantear el arbolado futuro, eligiendo especies con menor impacto para nuevas plantaciones; otra muy distinta es cortar los ejemplares que ya existen”.
“En cuanto a la idea del reemplazo por ‘especies nativas’, hay que ser muy cuidadoso con la terminología” esclarece Graciano: “una especie nativa lo es del ecosistema en donde está; la ciudad ya no es un ecosistema nativo, sino un ecosistema ultra alterado. En realidad, nada es nativo de un ecosistema urbano. Traer jacarandás, lapachos o palos borrachos es tan exótico biológicamente como plátanos. En realidad, acá en el pastizal no había árboles, sólo algún ombú, talas, coronillos o sombras de toro”.
“Las funciones ecológicas de la flora urbana -sombra, retención de partículas, regulación térmica- no dependen de si un árbol es originario o nativo de la región, sino de su capacidad de cumplir esos servicios en el entorno” concluye la científica.
Desde el ámbito médico, el alergista Diego Fernández Romero confirma que los plátanos pueden causar picazón ocular, estornudos, congestión nasal, y a veces tos y silbidos al respirar en personas predispuestas. Sin embargo, aclara que estas reacciones son temporarias y se concentran en el período de floración. “El polen del plátano es un alérgeno, pero no todos reaccionan igual. Para quienes tienen sensibilidad, se recomienda mantener cerradas las ventanas, evitar actividades al aire libre durante los picos de polinización, cambiarse de ropa al llegar a casa y no secar prendas afuera. Son medidas simples, que pueden reducir considerablemente las molestias”, explica.
“Pareciera que se ha acrecentado el ensañamiento y la ‘criminalización’ hacia una especie que justamente es una de las mejores para combatir la polución urbana por su rápido crecimiento, resistencia, magnitud, y sus hojas grandes con alta densidad de pelos finos en el envés que atrapan partículas contaminantes con gran eficacia” puntualiza Andrea Suárez Córica, responsable del recomendable Proyecto Arbórea y también integrante del Foro en Defensa del Árbol.
“Replico las palabras del ingeniero agrónomo y arborista certificado Carlos Anaya” añade la artista visual y ambientalista: “’con la poda de los plátanos se pierden formidables servicios ecosistémicos. Si se intenta eliminar todo lo que potencialmente puede causar alergia en la ciudad a una parte de la comunidad, seguramente se evitará esa patología, pero los centros médicos se atascarán de consultas por cáncer de piel, patologías relacionadas con las altas temperaturas y problemas respiratorios por particulado, además de que habrá mayores costos de mantenimiento para la infraestructura urbana’”.
Para Suárez Córica, “una evaluación sustentable quizá pueda llegar a contemplar la disminución paulatina de los plátanos, pero no se puede banalizar su eliminación como si se tratara de un poste. Son vida y hábitat de biodiversidad y conforman determinada identidad de los barrios. Árboles grandes generan beneficios grandes, y árboles chicos beneficios escasos. Eliminar los plátanos existentes, en ciudades agobiadas por el fenómeno de la isla de calor, no puede ser solución, de ninguna manera”.
Actualmente se calcula que la especie representa el 3% de la forestación local. En la CABA, el Plan Maestro de Arbolado lo describe como “controvertido pero fundamental”. Y en el sitio web de la Sociedad Argentina de Alergia e Inmunopatología se lo describe, textualmente y no sin sentido del humor, como “un árbol que ha dado sombra, alergia y belleza a muchas generaciones”.
“Los plátanos son alergénicos, pero erradicarlos implicaría un costo ambiental altísimo”
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