“El buda de los suburbios”, la primera de todas

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“Mi nombre es Karim Amir y soy inglés de los pies a la cabeza, casi.” Así comienza “El buda de los suburbios”, la deslumbrante ópera prima de Hanif Kureishi, publicada en 1990 y ganadora del Premio Whitbread. Con esa frase, entre la ironía y la confesión, el autor abre la puerta a uno de los relatos más vitales y lúcidos sobre identidad, clase y deseo que dio la literatura británica de fin de siglo.

Karim, hijo de un pakistaní y una inglesa, crece en un barrio anodino del sur de Londres, ansioso por escapar hacia una vida más intensa. Su padre, un hombre respetable y rutinario, decide reinventarse como gurú espiritual en plena efervescencia mística de los años setenta, rodeado de amas de casa, intelectuales aburridos y aprendices de iluminados. Esa impostura hilarante empuja al joven Karim fuera del hogar: hacia el teatro, el sexo, la música, las drogas y la promesa de una ciudad que parece contener todas las respuestas. Kureishi convierte esa historia en una crónica de iniciación —y también de desclasamiento— donde se cruzan el racismo cotidiano, la fascinación por la cultura pop y las tensiones entre el origen y el deseo. Londres aparece como un caldero multicultural que hierve entre el fin del “swinging London” y la llegada del punk, una ciudad que se transforma al ritmo del glam rock y la rebeldía juvenil.

 

 

El buda de los suburbios

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