“Chicas muertas”: las voces que faltan en la historia
Edición Impresa | 2 de Noviembre de 2025 | 04:32
En los años ochenta, cuando la Argentina celebraba el regreso de la democracia, tres chicas fueron asesinadas en el interior del país. Ninguna de esas muertes tuvo culpables. Andrea Danne en San José, Entre Ríos; María Luisa Quevedo en Sáenz Peña, Chaco; y Sara Mundín en Villa María, Córdoba. Tres nombres perdidos entre los titulares de los diarios locales, tres cuerpos olvidados por una justicia que no llegó.
En “Chicas muertas” (Random House, 2014), Selva Almada reconstruye esas historias con la precisión de una cronista y la sensibilidad de una narradora. A partir de una investigación que realizó gracias a una beca del Fondo Nacional de las Artes, la autora viajó a cada una de las provincias, leyó expedientes, entrevistó testigos, familiares, policías y periodistas. Sin embargo, cuando el dinero y los datos se agotaron, recurrió a una vidente. De esa experiencia surgió una de las frases más poderosas del libro: “Ser mujer y estar viva es una cuestión de suerte”.
El texto mezcla periodismo y memoria personal. Almada intercala fragmentos de su propia vida: la violencia que presenció en su casa, el intento de su padre de agredir a su madre, el recuerdo adolescente del femicidio de Andrea Danne. No escribe desde la distancia, sino desde la herida. Por eso 2Chicas muertas” no es una crónica policial: es una investigación íntima sobre el miedo, la impunidad y la forma en que la violencia se filtra en lo cotidiano.
“Al principio quería contar tres historias —dijo Almada—, pero cuando empecé a escribir entendí que se trataba de hablar del tema en general, de dejar clara una postura”. Ese gesto convirtió al libro en una referencia dentro de la literatura feminista argentina. Hoy se lee en escuelas y talleres como punto de partida para hablar de género, poder y memoria.
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