Volver al crédito: el desafío económico de los próximos meses
Edición Impresa | 2 de Noviembre de 2025 | 05:02
Instituto de Economía aplicada
Universidad del Este (UDE)
Luego de la importante victoria en los comicios de medio término, el programa económico se adentrará en una nueva etapa en la cual el gobierno buscará consolidar la vuelta de la Argentina a los mercados internacionales de crédito. Los números muestran que más allá del fortísimo rally de los bonos soberanos en la primera semana luego de las elecciones, ese retorno todavía está lejos. Entre las reservas escasas, los altos vencimientos y un riesgo país que a pesar de la mejora no logra converger con la región, el país sigue operando en un régimen de financiamiento interno de transición, sin señales todavía definitivas hacia el exterior.
La posición financiera es estructuralmente precaria. Actualmente, el Tesoro Nacional cuenta con apenas 84 millones de dólares en depósitos líquidos, una cifra simbólica frente a los compromisos que enfrenta. Por su parte, el Banco Central mantiene Reservas Netas estimadas en torno a 4.700 millones de dólares, pero recurrir a ellas implicaría volver a descapitalizar la entidad y dejarlo desprovisto de recursos para sostener al peso. Es decir, no existe margen genuino para asistir sistemáticamente al Tesoro sin comprometer la estabilidad cambiaria.
El desafío de los vencimientos
Los vencimientos en moneda extranjera son el principal desafío. Entre la deuda de la Administración Central y los pagos del BOPREAL del BCRA, las obligaciones ascienden a 2.800 millones de dólares en lo que resta de 2025 y escalan a 21.800 millones en 2026. Esa curva refleja que el programa financiero del 2026 se vuelve directamente inviable sin financiamiento externo. En otras palabras, el país se enfrenta a un punto de inflexión: o recupera acceso a los mercados o dependerá exclusivamente del rescate de los EEUU. Una vez agotado el mismo, Argentina se vería imposibilitada de pagar sus compromisos.
Dentro de los vencimientos destacan los pagos de Bonares y Globales que suman 8.400 millones de dólares. El reciente anuncio de una operación de “Deuda por Educación” indica que el Gobierno podría apuntar a reducir estos compromisos mediante la recompra de los bonos más cortos, pero aún no contamos con detalles de la operación. Por su parte, los pagos al FMI en 2026 constituyen 4.200 millones, empezando a devolver capital del préstamo en septiembre. Los BOPREALES por su parte significan pagos de 2.300 millones en 2026.
El riesgo país
El Riesgo País condensa la percepción de esta vulnerabilidad. Desde la salida del cepo, el índice argentino se movió a contramano del resto de la región. Mientras el promedio latinoamericano cayó de 458 puntos a 319, la Argentina lo elevó de 726 a un máximo de 1.264 en septiembre, para luego retroceder a 666 puntos tras las elecciones. La cifra representa una mejora coyuntural, pero sigue duplicando el promedio regional.
En la comparación, Argentina se ubica en niveles similares a Ecuador, que redujo su riesgo de 1.282 a 733 puntos, y muy por encima de Colombia (251), Brasil (190) y, aún más lejos, Chile (91). Paradójicamente, los tres países con gobiernos progresistas —que en el discurso oficial suelen presentarse como enemigos del mercado— exhiben hoy un nivel de confianza financiera mucho mayor.
Detrás de esa divergencia hay un factor clave: la credibilidad institucional. En la región, incluso los gobiernos con orientación intervencionista mantienen cierta previsibilidad macro y respetan los compromisos financieros. En cambio, la Argentina combina inestabilidad política, un programa económico frágil y una estructura de deuda altamente dolarizada, lo que impide que el capital externo vuelva de manera sostenida. La narrativa de equilibrio fiscal no alcanza para revertir una historia de defaults y volatilidad cambiaria.
El equipo económico argumenta que el superávit primario y la corrección del tipo de cambio real son condiciones suficientes para recuperar el crédito internacional. Pero los mercados parecen exigir algo más: estabilidad política, horizonte productivo para que la deuda se pague a partir del crecimiento económico y una mayor continuidad institucional. Sin los tres elementos, cualquier intento de emitir nueva deuda soberana encontrará de todavía varios escollos.
Dentro de los vencimientos destacan los pagos de Bonares y Globales
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