Aceite de coco: la ciencia desmiente a las redes

Aunque se lo promociona como un “superalimento”, la evidencia indica que no ofrece beneficios comprobados para la salud. Además, puede elevar el colesterol

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De la mano de las redes sociales y algunos gurús de la alimentación el aceite de coco construyó en los últimos años una reputación difícil de cuestionar: serviría tanto para bajar de peso y fortalecer el sistema inmunológico como para reducir el riesgo de tumores y combatir la inflamación. Pero lo cierto es que al revisar la evidencia científica en torno a esos supuestos beneficios, su halo de “superalimento” se desmorona con rapidez.

Concretamente, los estudios realizados en humanos no muestran que el consumo aceite de coco contribuya a adelgazar, reduzca la resistencia a la insulina ni mejore la respuesta inmune o los niveles de inflamación. Lo que sí se ha verificado es un efecto negativo: el aumento del colesterol LDL, un marcador asociado a mayor riesgo cardiovascular.

Este riesgo vinculado a su consumo habitual se explica por su composición: el aceite de coco es muy rico en grasas saturadas y su principal ácido graso, el láurico, eleva los niveles séricos de colesterol.

Como señala el médico cardiólogo Ariel Kraselnik, quien se tomó la tarea de analizar los principales estudios hechos sobre este nuevo “superalimento”, las afirmaciones sin sustento que circulan en redes suelen confundirse con información científica

“Lo que dicen los influencers, las notas de algunos medios, o incluso nutricionistas o médicos ‘que-quieren-que-sepas-la-verdad-que-te-quieren-ocultar’ no suele ir de la mano con lo que dice la evidencia científica”, afirma Kraselnik, quien recuerda que muchas de las supuestas propiedades provienen de estudios básicos hechos en animales o en células aisladas y no pueden extrapolarse a las personas.

Por el contrario, una revisión publicada en la revista Circulation confirmó que el aceite de coco aumenta el LDL sin aportar mejoras clínicas en otros parámetros. De hecho, cómo señala el médico, en algunos consultorios comienza a observarse ya este efecto adverso de su consumo habitual. Personas que lo ingerían a diario agregándoselo al café o al mate presentaron niveles muy elevados de colesterol que, al reducir su ingesta, volvieron a la normalidad.

 

En mi práctica clínica he visto personas con niveles de colesterol muy elevados, que consumían grandes cantidades de aceite de coco porque lo habían visto en redes sociales”

Ariel Kraselnik
Médico cardiólogo

 

A la luz de estos datos, no sorprende que los efectos “milagrosos” no aparezcan más que en la publicidad. “Si el aceite de coco fuera, como se suele decir, cuasi-milagroso, sería muy fácil demostrar sus beneficios”, plantea Kraselnik, quien dirige del posgrado en “Nutrición Basada en Plantas. Salud, ética y soberanía alimentaria” en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario.

¿Pero es que hay algo para rescatar del aceite de coco? Según la evidencia reunida hasta hoy, sólo ciertos beneficios en usos puntuales: serviría para tratar dermatitis atópica y como enjuague bucal. Fuera de eso no hay razones para considerarlo más que otro alimento que debería consumirse sólo de manera eventual.

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