¿Siempre son los hombres los que inician (“encaran”), o hay un avance de las mujeres?

La tradición indica que los hombres suelen dar el primer paso. Las apps, lejos de revertir completamente esta dinámica, la reforzaron durante muchos años: un escenario donde ellas reciben más mensajes y ellos tienen que insistir más. Sin embargo, esto no implica que todo esté estático. Las nuevas generaciones y ciertos cambios culturales están empezando a mover la aguja.

La primera gran ruptura vino con aplicaciones que modificaron explícitamente las reglas del juego, como Bumble, donde sólo las mujeres pueden iniciar la conversación en parejas heterosexuales. Esa simple condición cambió hábitos y habilitó nuevas formas de encaramiento femenino. Aunque no todos migraron a ese tipo de apps, su existencia instaló el debate y normalizó que las mujeres tomen la iniciativa sin que ello sea leído negativamente.

Al mismo tiempo, aparece un fenómeno más sutil: mujeres que, cansadas de esperar mensajes repetitivos o de recibir interacciones no deseadas, deciden encarar directamente para filtrar mejor y acelerar procesos. Esto se ve especialmente en plataformas con intereses compartidos, donde partir de un punto en común —un hobby, un gusto cultural, una actividad— hace que la charla fluya con mayor naturalidad y que la iniciativa se distribuya mejor.

Sin embargo, la desigualdad no desapareció. Muchas mujeres siguen recibiendo más contactos de los que pueden gestionar, mientras que muchos hombres, en condiciones distintas, deben insistir para lograr respuestas. Las dinámicas no son simétricas, pero sí están cambiando, en especial entre usuarios jóvenes o en espacios donde la conversación se da en entornos más cuidados y menos centrados exclusivamente en la apariencia.

Lo que emerge, entonces, es un panorama mixto: la cultura del “encarar” está mutando, pero sigue atravesada por expectativas de género, experiencias dispares y los condicionamientos del propio diseño de las plataformas. En algunos casos, las mujeres avanzan; en otros, la dinámica tradicional persiste; y en muchos, el peso emocional del match —cada vez más difícil— redefine quién se anima a iniciar.