Del error al espanto: el terrible drama de una familia en Tolosa

Una maestra y sus dos hijos vivieron momentos de desesperación cuando cuatro hombres armados irrumpieron en su domicilio buscando a otra persona. Pese a que se dieron cuenta de la equivocación, avanzaron sin piedad

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Los dueños de una vivienda ubicada en la calle 529 entre 29 y 30 vivieron el pasado miércoles por la noche momentos de horror y desesperación luego de que su vivienda fuera copada por una banda de delincuentes.

Según pudo saber este diario, la devastadora escena tuvo lugar minutos antes de la medianoche cuando la familia se encontraba llevando a cabo los últimos preparativos para irse a dormir.

Eran cerca de las once cuando un estruendo, seco y violento, irrumpió en la oscuridad del hogar de una docente y sus dos hijos.

Lo que siguió fue una secuencia de gritos, golpes y amenazas que convirtió la tranquilidad de una familia en una pesadilla que duró media hora y dejó marcas difíciles de borrar.

La víctima, una mujer de 48 años, relató que se encontraba descansando cuando sintió el golpe de una puerta que se abría a la fuerza. En otros dos cuartos permanecían sus hijos.

En segundos, la penumbra de su dormitorio se vio interrumpida por la silueta de un hombre.

Detrás, linternas que cortaban la oscuridad dejaban entrever que no este sujeto no había llegado solo: eran varios los que habían irrumpido en su casa.

“Callate la boca, decime dónde está la plata”, le gritó el intruso, apuntándole con un arma.

La mujer, aterrada, atinó a responder lo que podía: el dinero estaba en un cajón de la cómoda.

En un acto reflejo de supervivencia, señaló el lugar con la esperanza de que aquello pusiera fin al tormento. Pero la pesadilla recién comenzaba.

El ladrón fue directo al cajón, tomó una billetera turquesa y extrajo los tres mil dólares que allí guardaba.

Dobló los billetes con calma, como si conociera cada rincón de la vivienda, y los guardó en su bolsillo.

Detrás de él, otros tres jóvenes, vestidos de negro y con el rostro cubierto, observaban en silencio.

Todos los intrusos estaban provistos de guantes. Parecían preparados, decididos y jóvenes, de no más de veinticinco años.

De inmediato la levantaron de la cama y la llevaron a la habitación de su hijo. El muchacho, de 22 años, ya estaba inmovilizado: atado de pies y manos, boca abajo.

“Nos decían que teníamos más plata, que no podía ser que se las diésemos tan rápido”, contó luego la mujer a la Policía.

Uno de los asaltantes, furioso, comenzó a golpearla en el abdomen, mientras otro apuntaba con el arma hacia el cuerpo de su hijo.

“Si no me decís dónde está la plata, lo mato”, amenazó el encapuchado. Entre sollozos, la víctima insistía en que no había más dinero.

A cada negativa, un nuevo golpe. La escena se volvió insoportable. En medio del caos, los atacantes la amordazaron con una media de fútbol y una remera, mientras le exigían saber si tenía relación con “la gente de al lado”.

Ella solo alcanzó a responder: “Soy maestra, alquilo esta casa”.

Fue entonces cuando una frase cambió el curso del ataque. “Nos confundimos. Esta (por la casa) no es”, escuchó decir a uno de ellos.

La banda había entrado a la vivienda equivocada. Buscaban al parecer a un vecino. Según lo que alcanzó a escuchar hacía tiempo quería tomarlo por sorpresa para saldar “viejas cuentas”.

Pero el error no detuvo la violencia. Continuaron revisando cajones, abrieron el placard y se llevaron una consola de videojuegos, una alianza y las llaves de la casa y del auto.

Revolvieron todo. Los cajones quedaron desparramados, las camas deshechas, las paredes marcadas por la furia.

El principio del fin

Cuando por fin se fueron, la familia quedó inmóvil unos minutos, sin entender si aquello había terminado o si volverían.

Solo cuando el silencio volvió a adueñarse del lugar, la mujer y sus hijos lograron desatarse y buscar ayuda.

La denuncia fue radicada de madrugada. Hasta ese momento, los tres integrantes de la familia seguían en estado de shock.

La madre había sufrido golpes en el abdomen y el joven en la cabeza, por lo que ambos fueron asistidos por personal médico.

Los policías recorrieron la zona en busca de los delincuentes, pero el operativo arrojó resultado negativo.

Los investigadores creen que los ladrones actuaron con información previa, pero se equivocaron de domicilio.

Una confusión que bastó para desatar una ola de violencia desmedida contra una familia inocente.

“Nos confundimos”, habían dicho ellos antes de escapar. Pero el daño ya estaba hecho.

Los vecinos aseguran que la zona cuenta con cámaras de seguridad privadas y públicas, que ahora podrían ser clave para identificar a los atacantes.

Al mismo tiempo señalan que pese a las medidas de seguridad que se vienen implementando no lograr ganarle la pulseada a la delincuencia.

Según pudo saber este diario, la Justicia caratuló el hecho como robo agravado por el uso de arma de fuego y privación ilegal de la libertad.

La investigación avanza, mientras tanto en Tolosa con este nuevo hecho se reconfirmó la sensación amarga de una inseguridad que ya no distingue direcciones, ni errores, ni horarios.

Solo deja miedo, ruido de pasos en la oscuridad y dolor. Dolor físico, dolor financiero y dolor emocional.

 

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