Una vez más el suplicio veraniego de esperar el paso de un micro

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Aún no comenzó enero y las líneas de ómnibus ya adoptaron un ritmo cansino, con menos unidades en sus frecuencias, de modo que miles de pasajeros platenses ya están enfrentando el suplicio de aguardar una eternidad, a veces cerca de una hora en las paradas.

El fenómeno empezó cuando se concretó el receso escolar y, si no se revierte, la experiencia aquilatada en muchos años anteriores hace suponer que durará por lo menos hasta inicios de marzo. Las vacaciones del personal y el envío de unidades a los centros turísticos forman parte de las explicaciones formuladas por las empresas.

Las demoras se repiten en distintos puntos de la Ciudad. En el informe publicado en EL DIA, un viajero de la línea Este aseguró que en verano algunas líneas pasan cada 40 o 45 minutos y, cuando finalmente llegan, lo hacen colmadas. “Al estar tan distanciados, vienen llenos y no paran. Y es entendible, porque, de otro modo, viajamos como vacas”, fue el testimonio de una mujer.

En ese contexto, varios pasajeros optan por consultar la aplicación para calcular tiempos o recurren a alternativas más costosas. “Hubo días en los que me tuve que tomar un Uber moto para llegar temprano al trabajo”, afirmó una usuaria de la línea Sur.

El problema se agrava en los barrios servidos por una sola una línea de micros, algo que no deja opciones. “Por mi casa pasa un solo micro, el Sur, y si no lo tomás, tenés que esperar muchísimo”, explicó una platense. Pasa algo similar con las línea que prestan servicios por el Norte. Un vecino de Gorina confirmó que en estos días aguarda un promedio de media hora y que muchas veces “cuando vienen, están llenos así que no paran”. En la línea Oeste ocurre algo parecido.

Se ha reiterado siempre en esta columna que la del transporte de pasajeros es una actividad comercial no diferente a otras, sometida como todas a los vaivenes propios de las leyes de la oferta y la demanda. Y es verdad que ni siquiera las actividades comerciales que no tienen ningún sesgo de servicio público someten a sus clientes a cambios tan drásticos por situaciones circunstanciales o temporarias que puedan afectar su ecuación económica. Los distintos trabajadores, profesionales, empleados en distintos sectores, estudiantes o simplemente quienes buscan recrearse no merecen enfrentar todos los años este flagelo, que además de injusto tiene visos de ilegalidad.

Ninguna excusa financiera o funcional de las empresas justifica que un pasajero deba esperar una hora el paso de un micro o que éste, cuando finalmente aparece, no se detenga en las paradas. Al margen de la consistencia de los eventuales factores que puedan invocar las empresas, se debería dar por descontado que los pasajeros no debieran ser quienes sufran los perjuicios directos que supone la reducción de frecuencias. Carecen de toda justificación, entonces, las injustas tribulaciones que enfrentan los pasajeros desatendidos. El servicio de ómnibus es imprescindible para garantizar una mejor calidad de vida de la población, no para dejarla sin la prestación y afrontando graves riesgos en los horarios nocturnos.

 

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