La enorme dignidad de un pueblo frente a dos imperialismos
Edición Impresa | 1 de Marzo de 2025 | 02:18

El presidente estadounidense Donald Trump adoptó ayer una vergonzosa actitud con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. El mandatario norteamericano hace semanas que presiona a Zelenski que valerosamente, aun corriendo riesgos personales (se desbarataron dos planes para asesinarlo), enfrentó la invasión rusa con, sin lugar a dudas, el apoyo de la mayoría del pueblo. Los ucranianos no pueden olvidar los sufrimientos ocasionados por las ocupaciones rusas de su país en numerosísimas oportunidades y en el siglo XX durante la década de los treinta, cuando murieron o fueron deportados a Siberia 4 millones de ucranianos.
El expansionismo de Rusia se manifestó nuevamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando ocupó numerosos países europeos y entre ellos, el que sufre en estos días la sangrienta invasión ordenada por el dictador Vladimir Putin. El “nuevo Zar” ha demostrado claramente que sueña con restablecer lo que fue la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), y en un acto de prepotencia inusitada intentó hace 18 meses, sin declarar la guerra, tomar por sorpresa a Kiev. Los habitantes de la capital ucraniana defendieron con vigor la ciudad y el ejército ruso fue repelido mientras Putin sostenía que Ucrania no era un país y que se trataba de un territorio que Iósif Stalin había cedido. Sin embargo cabría aclarar que Rusia firmó un pacto con Ucrania dándole garantías a fin de que se le permitiera retirar las armas atómicas que habían quedado abandonadas cuando Moscú ordenó la retirada del ejército.
Los países de Europa occidental reaccionaron rápidamente temerosos del belicismo de Moscú y asistieron a Ucrania con armas y créditos. Estados Unidos también prestó ayuda, condicionándola a que Ucrania no atacara territorio ruso, posición a la que adhirieron los países europeos. Por lo tanto, Kiev después de un año y medio de resistir tratando de recuperar el territorio que le había sido arrebatado, pudo bombardear centros logísticos de apoyo y aprovisionamiento de las tropas invasoras.
Trump ni bien asumió sostuvo que tenía un plan de paz y, desafiando abiertamente la verdad, sostuvo que no estaba claro cómo se había iniciado la guerra, y lo que era una absoluta falta de respeto para la nación ucraniana, dijo que él negociaría la paz con Putin sin la presencia de los ucranianos. Finalmente Trump dijo que Ucrania debía devolverle los 100 mil millones de dólares que, según él, había aportado los Estados Unidos para que el ejército ucraniano pudiera defenderse, y que debían serles devueltos entregando la zona rica en minerales estratégicos, mezclados en lo que se llama “tierras raras”, de los que hay muy pocos en el mundo. Putin ya había tomado algunos, por lo tanto, el presidente de los Estados Unidos quería repartirlos.
Lo peor ocurrió ayer, una absoluta falta de respeto para las normas de la diplomacia y de los países soberanos. Zelenski pidió una entrevista con Trump, ya que estaban negociando “la paz” y cuánto territorio perdería Ucrania sin la participación del país. Lo recibió en el Salón Oval, que es el despacho principal de la presidencia, sin tener en cuenta que en las últimas décadas se trataba del presidente de un país aliando que luchaba contra lo que hasta hace pocos meses consideraba enemigo Washington y que las naciones europeas habían hecho pública su inquietud sobre el posible avance ruso en toda Europa, tanto es así que dos países hasta entonces neutrales decidieron firmar el pacto defensivo. Junto con el vicepresidente JD Vans, Trump comenzó el diálogo, sin haber solicitado autorización para que sea televisado en directo. Esa fue sin duda una absoluta falta de respeto hacía un país soberano invadido por una potencia y frente a lo cual Trump se designó como árbitro. Trump, muy agresivamente, le dijo a Zelenski que había sido desagradecido con los Estados Unidos, a pesar que lo apoyaron durante la guerra con Rusia, sin reconocer que se trató en realidad de una invasión. Semanas antes, enviados de Trump habían exigido que, para pagar ese dinero, ucraniana cediera los valiosísimos yacimientos de “tierras raras” y los enviados de Kiev habían sostenido que podían negociar concesiones, pero no entregarlos. A los gritos, le dijeron “los ayudamos a sobrevivir”, y Trump terminó la reunión echando de la Casa Blanca al presidente de Ucrania. Después ya solo y dirigiéndose a la Florida, donde Trump tiene su casa de fin de semana, volvió a formular graves acusaciones contra Zelenski.
El presidente ucraniano ha enfrentado a Rusia con las armas, y los casi insultos de Trump en la Casa Blanca. Fue una escena que inmediatamente motivó comentarios críticos.
Zelenski, frente a esa inconcebible actitud, se marchó (casi echado) de la Casa Blanca sin pronunciar una palabra, mientras Trump hacía declaraciones públicas diciendo que “el ucraniano le había faltado el respeto a los Estados Unidos de América”, y que además había llegado al absurdo de sostener que Kiev quería más que una tregua, un tratado de paz, como si este no fuera un legítimo deseo.
Representando con dignidad a un país que enfrenta a una potencia militar a la que pudo resistir durante un año y medio de batallas desiguales y en los que obligó a Moscú, a pesar de lo numeroso de sus tropas y la diferencia en poder económico, a solicitar el apoyo de Corea del Norte para que le enviara soldados. Miles de ucranianos murieron y fueron torturados cuando los efectivos rusos los capturaron, lo que ha sido demostrado claramente. El presidente de Francia fue el primero de los líderes europeos, ante lo sucedido en la Casa Blanca, que de alguna manera manifestaron su asombro, aunque las naciones democráticas del viejo continente ya se preparaban para tener ásperas relaciones con los Estados Unidos por las actitudes autoritarias de Trump en la política internacional.
Hoy seguramente se conocerán pronunciamientos de muchos líderes ante la actitud más que imperial del presidente norteamericano. Lamentablemente la Argentina en las Naciones Unidas se abstuvo de apoyar una moción referida a la invasión rusa a Ucrania, para evitar críticas a la política imperialista de Moscú. Pero seguramente todos los argentinos, como el resto de los hombres que aman la libertad, de alguna manera defenderán a Ucrania, hoy convertida en un símbolo de heroicidad, amor a su país y defensa de la democracia, aun debiendo enfrentar a dos superpotencias.
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