Entre relaciones duraderas y rupturas familiares
Edición Impresa | 16 de Marzo de 2025 | 04:30

Mariana, una abogada de 38 años, se conoció con su esposo en la firma de abogados donde ambos trabajaban. “Empezamos a trabajar en proyectos juntos, pasábamos largas horas, a veces hasta los fines de semana. Y en medio de todo eso, nos dimos cuenta de que no solo nos entendíamos profesionalmente, sino también a nivel personal”, cuenta con una sonrisa en su rostro. “Al principio, algunos colegas nos decían que era una ‘relación de oficina’, pero nosotros nunca lo tomamos como algo negativo. Aprendimos a separar lo profesional de lo personal, y eso nos fortaleció”, relata.
Otro ejemplo es el de Sebastián y Laura, quienes se conocieron trabajando en el mismo equipo de marketing de una empresa de tecnología. Sebastián recuerda que las primeras señales de atracción fueron sutiles: “Nos ayudábamos mucho en los proyectos, compartíamos ideas, y poco a poco nos fuimos conociendo más allá del trabajo. Empezamos a salir como amigos y luego todo se dio de forma natural”. “Fue difícil, pero logramos encontrar un equilibrio. Hoy tenemos dos hijos y, aunque compartimos la misma oficina, sabemos cómo separar nuestra vida familiar del trabajo”, cuenta.
Pablo, un empresario de 45 años, admite que su relación con una compañera de trabajo terminó rompiendo su matrimonio de 18 años. “Al principio no fue nada serio, fue un romance fugaz, pero con el tiempo se fue convirtiendo en algo más profundo”, confiesa. El problema, según Pablo, no fue tanto el amor en sí, sino cómo la situación afectó a su familia. “Mi mujer comenzó a notar que ya no pasaba tanto tiempo en casa, y mis hijos también lo sintieron. La situación fue escalando, y finalmente mi esposa me pidió el divorcio”, confía.
Florencia, una madre de tres hijos, vivió una experiencia similar. Su marido, quien trabajaba como gerente en una empresa multinacional, comenzó una relación con una colega. “Lo descubrí porque una vez fui a visitarlo al trabajo y vi a mi esposo con ella. Fue un golpe muy fuerte, nunca imaginé que pudiera hacerme eso”, relata con voz quebrada. “No solo me afectó a mí, sino a mis hijos. La confianza se rompió, y aunque tratamos de salvar el matrimonio, al final nos divorciamos”, agrega Florencia. “No es que esté en contra de que las personas se enamoren, pero no estoy de acuerdo con que lo hagan sin pensar en las consecuencias. El daño que causa a las familias es irreversible”, dice.
Ana, madre de dos hijos y divorciada tras una infidelidad de su exmarido en su lugar de trabajo, se siente rota por las consecuencias que tuvo para sus hijos. “Mis hijos todavía me preguntan por qué papá no vive con nosotros. Ellos no entienden que fue su relación con una compañera de trabajo lo que nos llevó a esta situación. Pero lo peor es que siempre va a ser un tema difícil de tocar en la familia. Es algo que no se olvida fácilmente”, comenta.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE