Un espacio que creció con el aporte de los vecinos y enfrenta su peor crisis

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La biblioteca Del Otro Lado del Árbol se sostiene con el aporte de trabajadores y voluntarios, entre los que destacan la propia Paula y su hija Clara, actriz y docente de teatro. Entre los colaboradores conviven profesores que ofrecen su tiempo durante las visitas de las escuelas y vecinos que se acercan para ayudar con los procesos técnicos de los libros, como la selección, sellado y carga en el sistema de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP).

Cuentan con subsidios oficiales, pero su principal sostén son las donaciones particulares y el aporte de sus socios, que a cambio de una cuota muy baja pueden llevarse dos libros a su casa por dos o tres semanas. Aunque hay editoriales que regalan ejemplares, son los propios chicos los que entregan sus libros cuando crecen, en una rueda que hace girar a este proyecto desde hace 14 años. Alrededor de esta idea crecieron otras propuestas, como “Libros que cuentan, manos que leen”, con internos de la Unidad 9 transcribiendo al braille distintas historias, un viaje Colombia para contar la experiencia en lugares inhóspitos y conocer nuevas historias “en medio de la nada”, recuerda Paula, y un proyecto que hoy ya es ley provincial, para que en las camas de los hospitales los chicos internados no se identifiquen por números, sino por su nombre.

Actualmente trabajan de manera coordinada con la emblemática casa Benoit, también en el parque Saavedra, donde guardan juguetes antiguos donados por los vecinos, para que jueguen los chicos que visitan la biblioteca, además de disfrutar del barco, la aldea de duendes, el bosque de tambores y un largo etcétera.

Pero mientras todo eso pasa, Del Otro Lado del Árbol enfrenta hoy una dura crisis: en el parque no hay baños, cada vez más personas en situación de calle lo usan como refugio, soporta vandalismos y desidia.

“¡No damos más!, dicen los mil mensajes que ya mandamos a todos los funcionarios municipales de esta ciudad. Nos ilusionamos cuando vinieron a acomodar los árboles que estaban peligrosos y nos imaginamos lo bello que podría ser el parque con sus fuentes y sus esculturas históricas”, se quejan representantes del espacio, resaltando que “la complejidad del espacio público se vuelve hostil. La Biblioteca sigue ahí firme con la única arma que tiene, los libros”.

 

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