Nuevas evidencias sobre el déficit de enseñanza de la educación pública
Edición Impresa | 13 de Mayo de 2025 | 01:48

Hace poco se informó que muy pocos chicos de los que asisten a la escuela pública de nuestro país entienden lo que lee, que carecen de lo que se denomina comprensión de textos. Ahora ese y otros datos preocupantes fueron refrendados por las resultados de las pruebas Aprender realizadas en 2024, dadas a conocer en los últimos días y publicadas por este diario en recientes ediciones.
Según los resultados de ese test, el 11,6 por ciento de los chicos no alcanza niveles básicos de lectura y comprensión, y sólo el 45,1 por ciento logra reflexionar sobre textos complejos. El estudio revela, además, fuertes desigualdades territoriales y socioeconómicas.
“Cuando se presentaron estos datos en el reciente Congreso de Alfabetización, las máximas autoridades en evaluación educativa no dijeron nada; nadie puso el grito en el cielo. Todos se quedaron callados, guardaron el documento y pusieron cara de ‘qué barbaridad’ fue el testimonio ofrecido por un conocido educador platense.
El especialista añadió que “entonces partimos de la base de que a nadie le sorprenden estos números, y que todos aceptan la transparencia de la evaluación. Salvo algún fanático que se escandaliza porque considera una estigmatización tener datos de lo que pasa en la escuela. Pero lo primero que nos tiene que pasar, todos los que tenemos algo que ver con esto, es sentir vergüenza”.
Lo cierto es que los niveles educativos del país están retornando al panorama negativo que existía en la Argentina cuando promediaba el siglo XIX.
De acuerdo al primer censo realizado en 1869, el 80 por ciento de la población argentina era analfabeta y sólo un 20 por ciento de la que tenía edad escolar asistía a la escuela.
Ese porcentaje de analfabetismo descendió al 56 por ciento en 1895 y al 36 por ciento en 1910. Y a medida que fue descendiendo el analfabetismo, la economía del país se instaló entre las más pujantes del mundo.
La política de varios presidentes, pero sobre todo la de Sarmiento y Avellaneda, había fortalecido hasta niveles óptimos al sistema de la educación pública del país, en los niveles primario, secundario y universitario. Las escuelas normales y las de artes y oficios se sumaron a este verdadero auge.
En ese período de modernización del país, el gasto educativo aumentó más que el total del presupuesto nacional y más que el crecimiento per cápita. La enseñanza se volvió rigurosa para todos los estudiantes, no complaciente ni facilista. Hubo premios y castigos, pero sobre todo existió un fuerte impulso de capacitación.
Las distintas administraciones tuvieron en claro que la Argentina no podía aspirar a ningún tipo de desarrollo si la población no recibía instrucción que la pusiera a la altura de las demandas de la época y de la competencia internacional.
Se ha dicho que ningún país puede desarrollarse sin habitantes capacitados. En la educación pública argentina, que tendría que evitar debates estériles, debiera entenderse que la riqueza genuina de todo país se encuentra en el recurso humano.
Y en ese sentido, debe reconocerse que hoy está en deuda con millones de chicos que acuden a ella para formarse como futuros habitantes de un mundo cada día más exigente.
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