Carlos “Carozo” Gómez Destrade
Edición Impresa | 24 de Mayo de 2025 | 02:46

Con la muerte de “Carozo” Gómez Destrade, se corta un hilo que nos unía a una ciudad que ahora se evoca con nostalgia. Fue un profesional distinguido y un cultor, en la vida cotidiana, de los valores que supieron definir la identidad de La Plata: la convivencia, el refinamiento, el pluralismo y la excelencia. Siempre lo hizo sin alardes, con una elegancia sobria y con una exquisita combinación de seriedad y buen humor.
Carozo fue un arquitecto artesanal, de aquellos que dibujaban la ciudad a mano alzada. Diseñó y ejecutó proyectos que, entre los años sesenta y ochenta, resultaron de vanguardia. La moderna sede del Banco Cooperativo, en la esquina de 6 y 48, es un testimonio de ese legado, lo mismo que el edificio de Obras Sanitarias, en 5 entre 39 y 40.
Formó un estudio junto a los mellizos “Gogo” y “Manucho” Sorarrain, dos figuras entrañables de La Plata Rugby Club con quienes forjó, además de “una marca” profesional, una profunda amistad de más de sesenta años. También fue socio de “Cholo” Vitale. Con todos ellos participó de decenas de concursos nacionales e internacionales y cosechó, a lo largo de varias décadas, premios y reconocimientos por proyectos que combinaban el racionalismo con el clasicismo arquitectónico.
Dejaron una huella también en el diseño residencial, donde Carozo aportaba, invariablemente, una enorme cuota de creatividad y buen gusto.
Mirada integral
Con una perspectiva humanista y una sólida formación, forjó una trayectoria que abarcó desde proyectos de vivienda unifamiliar hasta infraestructura pública a gran escala, planificación urbanística y diseños monumentales. Fue, en el plano de la arquitectura, como aquellos médicos generalistas a los que cualquier especialista valora por su mirada y su solvencia integral.
Desde sus épocas de estudiante en la vieja Escuela de Arquitectura, antes de que se convirtiera en facultad en el año 1963, integró el plantel del ministerio de Obras y Servicios Públicos de la Provincia. Representaba aquella tradición que definió a La Plata durante décadas: la calidad y la independencia profesional en la administración pública, donde los cuadros técnicos eran una garantía y una autoridad.
Fue subsecretario de Planeamiento de la Municipalidad de La Plata en la época del centenario. Y desde esa función le tocó organizar “el eje del centenario”, una iniciativa que recordaría siempre como una experiencia de encuentro de la ciudad alrededor de una celebración común, que anticipaba de algún modo el espíritu de la reinstauración democrática.
Tal vez inspirado en su formación profesional, en el plano de la función pública fue un constructor de puentes, un conciliador, un hombre de diálogo que jamás exacerbó los antagonismos.
amistades
La figura de Carozo Gómez Destrade remite, inevitablemente, a los mejores tiempos del Jockey Club, donde cultivó amistades durante décadas y animó una suerte de tertulia intergeneracional en la que se transmitían historias y anécdotas de la ciudad.
Su figura también evoca al “Costa Azul”, que, desde principios de los sesenta, fue mucho más que un bar: una institución platense en la que se escribía una suerte de crónica cotidiana en tiempos en los que nadie imaginaba que las redes sociales podían llegar a reemplazar ese acalorado debate alrededor de una barra. Cuando se escriba la historia del “Costa”, Carozo ocupará, seguramente, un lugar protagónico.
Había diseñado su primer local, en 49 casi esquina 8, con una verdadera innovación para la época: la barra (y no las mesas) en el centro de la escena. Fue una audacia del diseño, pero marcó un espíritu en la ciudad.
Gómez Destrade condensó, en su propia trayectoria vital, aquella identidad de una ciudad igualitaria, progresista, innovadora y civilizada.
Había nacido en Rosario un 12 de marzo de 1935. Fue hijo único de Luis Gómez y María Elena Destrade. Pasó unos pocos años en Salta, hasta llegar definitivamente a La Plata, donde cursó sus estudios primarios en la Escuela N° 2, de 9 entre 47 y 48. El secundario lo hizo en el Albert Thomas, donde empezó a perfilarse su vocación por la arquitectura.
Hijo de la escuela y de la universidad públicas, forjó un nombre y un estilo en base al esfuerzo, la creatividad y la honradez.
Se llamaba Carlos, aunque en esa familiaridad platense de la que formó parte todos lo conocían como “Carozo”, un sobrenombre que lo acompañaba desde chico. Tuvo una hija, Verónica, y estaba casado con Susana Miguel. Murió a los 90 años. Con él se fue un protagonista y un testigo de aquella ciudad donde “todos se conocían” y el mérito era un valor.
En la arquitectura urbana queda su sello. En la memoria de muchos, el recuerdo de su singular inteligencia, su ingenio y su generosidad.
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