¿Tapones auditivos por el nivel de los ruidos en el Centro platense?
Edición Impresa | 29 de Junio de 2025 | 03:46

Un estudio universitario detectó en el centro de nuestra ciudad hasta 85 decibeles de ruido, casi el doble de los 45 sugeridos como máximo por la Organización Mundial de la Salud, lo que implica una fuente de daño auditivo para la población, según quedó reflejado en el informe publicado en EL DIA.
Según el relevamiento, en Plaza Italia se registraron picos de hasta 91 decibeles, mientras que el promedio en la zona fue de 85, cuando el límite sugerido por la OMS para horarios vespertinos no debería exceder los 45. Se conoce que en muchas ciudades del mundo se han desplegado diversas medidas para sujetarse a ese tope. Entre ellas la colocación fija de decibelímetros en zonas céntricas y la aplicación de fuertes sanciones a los emisores de contaminación sonora.
Equipados con un decibelímetro portátil, los estudiantes recorrieron la zona del colegio San Luis -en calle 44, entre 9 y 10- y comprobaron que, en los alrededores, los valores oscilaron entre 77 y 80 dB. Mientras que en la intersección de 7 y 44 las mediciones arrojaron entre 81 y 84 dB. La presencia de un camión de basura activo sumó otros 86 dB. Se confirmó que el tránsito es el principal responsable de los ruidos.
“El exceso de ruido se vuelve parte del paisaje, pero tiene consecuencias reales sobre nuestro bienestar físico y mental”, se indicó.
La situación llega a tales extremos que el trabajo universitario, para evitar daños a la salud de las personas que viven o trabajan en el Centro, recomendó el uso de protectores auditivos (tapones o auriculares con cancelación de ruido).
En zonas especialmente ruidosas como paradas de micros o esquinas muy transitadas, el uso de tapones de silicona o protectores puede reducir significativamente la exposición al ruido.
Nada impide, por ejemplo, que un automovilista equipe a su vehículo con poderosos parlantes y se desplace a marcha lenta propalando músicas a todo volumen, ante las propias narices de policías e inspectores que ni siquiera reparan en su paso. O que motociclistas disfruten de pase libre para sus ruidosas caravanas, con sus escapes abiertos.
El único dato “positivo” en materia de contaminación sonora -además de estos alertas académicos- puede advertirse en las reiteradas y justificadas quejas de los vecinos, más allá de que sus denuncias no obtengan respuestas.
Hace tiempo que los especialistas coinciden en que en la Región existe piedra libre para los ruidos molestos. Ninguna autoridad se siente conminada a actuar, pese a que las leyes así lo mandan. Es de esperar que alguna a vez esa inacción se revierta ya que el problema de la contaminación sonora es crítico, incide en forma negativa sobre la población y constituye un ataque a la salud pública y a la mejor calidad de vida. ¿Será necesario, frente a tales evidencias, tener que recurrir a los tapones auditivos?
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